Espirituana en cuerpo y alma, la creadora e intérprete Lourdes Caro habla de su vida como artista y profesora de las nuevas generaciones, por más de 40 años.
Antes de iniciar cualquier conversación, la creadora, intérprete y pedagoga espirituana Lourdes Caro pone sobre la hornilla la cafetera; luego, con la taza humeante entre sus manos, recuesta su cuerpo al piano que comparte espacio en su cocina- comedor, y da rienda suelta a la memoria, esa que la lleva a los primeros años de su vida.
“Desde que nací la música la llevo dentro, porque en mi familia todos son muy musicales, a pesar de que nadie se dedicó a esta profesión. En mi casa celebraban todo y cantaban con unas voces increíbles; así crecí y a los cinco años mi madre, que era maestra hogarista en los campos, me puso a recibir clases de piano. A 12 años aprobé una convocatoria para ingresar en la Escuela Nacional de Arte de La Habana, de donde regresé graduada en Dirección Coral, cinco años después”.
¿Y sus inicios como profesional?
Fueron en la escuela de Música que por aquel entonces estaba situada en la calle Sobral, esquinaa Independencia. Allí emprendí un período a prueba, pero al poco tiempo ya daba clases de Coro y Solfeo, además de llevar las riendas de esa cátedra.
Háblenos de sus facetas musicales
Con canciones infantiles me inicié como compositora, después hacían falta mujeres intérpretes en la provincia y comencé la carrera de solista acompañada por agrupaciones espirituanas, para asistir a eventos, festivales, centrales azucareros, en fábricas. Participé en un concurso denominado El creador musical, para dar a conocer mis textos, hasta llegar al Adolfo Guzmán. En 1982 alcancé el segundo premio con el tema Dime gaviota si amar, y en el 83 con Regálame tus manos, ambas defendidas por el grupo Manguaré.
¿En qué se inspira cuando escribe?
Tuve una etapa en que trabajé mucho con los poetas y aprovechaba sus textos para musicalizarlos. Así salieron algunas de mis canciones como parte de un binomio autoral, algo que se estila en el mundo entero. Pero me inspiran el amor y la ciudad, a ella le he dedicado algunas de mis creaciones. Un son para mi ciudad y Es mi ciudad son de las más conocidas, también hice Homenaje a Miguel Companioni.
Ahora estoy pensando en un regalo de cumpleaños para la villa, en sus cinco siglos de existencia, aunque trato de que fluya sin presiones porque la música no se puede programar, ella sale sola. ¿Cómo enfrenta la jubilación?
Me preparé para este momento sin pensar en lo que sentiría cuando tuviera que dejar mis actividades en la Escuela de Música, a la que dediqué 40 años de mi vida. Salí de allí hace tres cursos, pero los padres de mis alumnos se empeñaron en buscarme, en pedirme que siguiera el desempeño artístico de sus hijos y yo acepté.
Atiendo, además, mi cantoría La Mariposa Azul, que ahora está en su segunda temporada, como en los seriales de la televisión; la primera la inicié hace dos años con estudiantes de la Ernesto Lecuona, pero ellos pasaron a otra fase. En esta segunda etapa, trabajo con 13 pequeños de cinco y seis años de edad, de las escuelas Bernando Arias, Julio Antonio Mella, Obdulio Morales y algunos de Colón, no importa que carezcan de aptitudes musicales, yo trato de que todos aprendan un poquito, que se expresen melódicamente, aunque para ello deba pulir sus voces; en definitiva, esa es mi especialidad.
¿Vivencias en la dirección coral?
Hay muchas, pero nunca olvidaré la organización de 500 cederistas que actuaría en el acto inaugural del Conjunto Escultórico de la Plaza de la Revolución, en Sancti Spíritus, fue difícil ir por las cuadras buscando las voces que sirvieran para montar el coro gigante, el cual interpretaría la cantata dedicada a Serafín, que había escrito Jorge Marín, el hijo de Thelvia, la escultora que tuvo a su cargo la majestuosa obra.
¿Satisfacciones?
A mi mente viene una gira de dos meses por Grecia, a la que asistí como cantante, o la experiencia de mi labor como profesora en Nicaragua donde fundé una Escuela de Música para niños pobres en Masatepe y dirigí un coro universitario cerca de esa localidad.
La satisfacción rebasa cualquier límite, sobre todo cuando veo a mis alumnos convertidos en buenos profesionales actuando en escenarios cubanos o fuera del país. Ahora recuerdo a Emilia Morales; Elmer y Kiki Ferrer; Boris Luna, el pianista de Los Van Van; Elaine de Valero y Maribel Ferrales, entre otros.
¿Llegó la música a sus hijos?
Al varón le gusta pero se inclinó por la carrera deportiva y la hembra se graduó de Danza en la especialidad de baile yoruba, ahora trabaja en la Universidad de Ciencias Pedagógicas de Sancti Spíritus.
¿ A cuál de las Lourdes prefiere: la músico, compositora o profesora?
A las tres, porque todas están vinculadas al arte, que es y seguirá siendo mi vida. Si muriera mañana y volviera a nacer te aseguro que haría exactamente lo mismo.
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