Con la llegada de la temporada veraniega, Playa La Boca, en el litoral del municipio espirituano de Trinidad, en el centro sur de Cuba, se transforma.
La cotidianidad multiplica sus matices, que van más allá del enjambre de veraneantes que desde todos los municipios espirituanos y de otras provincias llegan a las casas de alquiler, villas de entidades y organismos y otras instalaciones de hospedaje que pululan en esa zona.
Entre esa muchedumbre y para facilitarle ofertas a sus demandas, los comerciantes anclan en Playa La Boca, y entre granizadas, pizzas, lechón asado, refrescos gaseados, jugos, piñas coladas y otras golosinas comienzan a oxigenar gustos y economías particulares y estatales.
Todo ese carnaval de comercio veraniego agrega los matices de prendas de vestir, artesanía, sombrillas, juguetería; el exotismo de las uvas, el realismo mágico de los mangos y los mamoncillos trinitarios y hasta lo impensable que pueda dar su toquecito a los veraneantes en medio de su disfrute que no es solo de mar y sol.
Así, Playa La Boca se transforma en esta etapa, con una muchedumbre inusual que tantean cómo y dónde satisfacer sus necesidades para vacacionar en grande, aunque los precios asusten la economía familiar.
Aún así, muchos dicen que el verano es uno y hay que sudarlo bien.
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