Conocida la noticia, la emoción ahogó las palabras; aún sabiéndolos de regreso, el corazón aclamaba verlos.
Al igual que ellos y su familia, soñamos ese retorno. Quizá, alguna vez, dibujamos la llegada, vivida antes con René y Fernando, pero este 17 de diciembre fue distinto: era el punto final a 16 años de separación, y el suceso, tan esperado, llegó por sorpresa, como si el destino tuviera reservado ese regalo para todo un pueblo.
Aquella profecía del “volverán” sabía a certeza; solo que el laberinto judicial tejido alrededor del caso colocaba la libertad de Gerardo en una encrucijada sin salida; Cuba y el mundo invocaban a la solidaridad, al humanismo, a la ética de un presidente como únicas vías para acabar con la injusticia.
Y el 17 de diciembre dibujó el retorno. Los sueños despertaron ante una realidad que casi obligaba a pellizcarse para saberla cierta. Entonces la Isla estalló en alegría cuando Raúl sentenció el regreso; mas, faltaban en ese instante ocho horas para que millones de ojos lloraran la emoción.
Ya en la noche, por la televisión, nos llegaron los tres abrazos que se multiplicaron y estremecieron a un país entero. Estaban de vuelta Antonio, poeta, pintor, profesor de sus compañeros de celda; Ramón, con ese rostro de nobleza y bondad; Gerardo, el gladiador que llamaban Cuba.
Primero, los intercambios con Raúl y la emoción de tres hombres que por instantes no parecían venir de tan largo encierro; luego, la grandeza de Gerardo, para, en una palabra, expresar el sentimiento común: gracias; como si la humildad no lo dejara aceptar que es Cuba quien agradece tamaño ejemplo de sacrificio y resistencia.
Después sobrevino la intimidad del reencuentro familiar. Era Mirtha, aferrada al cuello de Tony, cumpliendo la pública añoranza de verlo antes de morir; era Elizabet dándole el cálido beso de bienvenida a Ramón; era Adriana, por fin, envuelta por los brazos de Gerardo; tocando su rostro para borrar la lejanía de 16 años.
Surgió allí la foto que acuña la nueva historia: los Cinco libres, en su Patria, junto a Raúl y el yate Granma como telón de fondo.
Luego tuvieron espacio para venerar a los seres que ya no están y más tarde, el pueblo los bañó de amor a las puertas de sus casas. Era Tony agradeciendo a los vecinos por todo lo que hicieron en estos años a favor de la libertad; era Ramón repartiendo los abrazos prometidos desde hacía mucho tiempo; era Gerardo admitiendo que llevaba 16 años soñando ese momento y la realidad le desbordaba con cariño su imaginación. Era también René, sentenciando en las calles de La Habana que ahora sí se sentía completamente libre.
Cuba se conmovió, porque el retorno llegó acompañado de otro anuncio que removió a la isla: el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos. Si en los días de la Crisis de Octubre brilló un estadista (Fidel), también este 17 de diciembre Raúl dio al mundo un ejemplo de lucidez, serenidad y firmeza.
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