Todavía nos cuesta creerlo, aunque ha pasado un año de aquella noticia terriblemente trágica, echada al éter por Nicolás Maduro: El Presidente Hugo Rafael Chávez Frías ha muerto a las 4 y 25 minutos de la tarde del 5 de marzo de 2013, dejándonos un poco huérfanos a todos.
Presidente cubano Raúl Castro rinde tributo a Chávez en el Cuartel de la Montaña
Chávez: Un Gigante bajo la Luna
Se fue tranquilo y en paz consigo mismo, anunció el hombre en quien depositó sus esperanzas de relevo. Lo dijo y quizá fuese así porque partió después de haber hecho lo humano y lo divino por darle vida al proyecto de unidad continental mayor y más completo desde los tiempos de Bolívar.
Entonces el mundo presenció soliviantado el mar de pueblo que durante muchos días desfiló ante su féretro, cubriéndolo de flores, salpicándolo de lágrimas, entre las que no faltaron las de conocidos hombres de estado de varios continentes. Se vio a columnas interminables de gente de toda Venezuela confluir en cortejo silencioso ante el finado líder para rendirle postrer tributo, hasta su traslado y reposo definitivo en el Cuartel de la Montaña.
El nombre define una bonita y almenada instalación castrense en la cima de una colina, en un extremo de Caracas. Este lugar también devino símbolo, no solo ahora que atesora los restos del mejor alumno de Simón Bolívar, sino el 4 de febrero de 1992, cuando sirvió de cuartel maestre al levantamiento cívico-militar encabezado por el entonces teniente coronel de paracaidistas, quien en esa fecha, hace 22 años, se propuso —como los comuneros parisinos— tomar el cielo por asalto.
Era la reacción más inmediata al Caracazo, cuando los cuerpos represivos del gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez ahogaron en sangre una asonada popular en protesta por la asfixiante situación económica derivada del neoliberalismo feroz en 1989.
La expresión “por ahora” del joven oficial al reconocer el fracaso, y llamar a sus parciales a evitar inútil derramamiento de sangre, dijo mucho entonces —como hoy— de la firmeza de sus convicciones políticas.
DE LA SAVIA MÁS GENUINA DEL PUEBLO
Se dice que como mejor se conoce el ánima de los pueblos es por su música, y también por su literatura. Venezuela, tierra sagrada de América, santificada con la sangre de sus patriotas mártires, se nos metió a los cubanos en el espíritu con sus joropos interpretados por cantores genuinos de humildísima cuna, con sus nostalgias tan hondas como las que suscita Alma llanera, verdadero segundo himno nacional de los morochos, temas que el propio Chávez solía cantar en disímiles ocasiones.
¿Y qué decir de Doña Bárbara, obra cumbre de Rómulo Gallegos, el primer presidente elegido democráticamente por los venezolanos en el pasado siglo, quien gobernó apenas nueve meses entre febrero y noviembre de 1948 y fue derribado por un golpe militar encabezado por el coronel Delgado Chalbaud, exponente fiel de esa infamante oligarquía?
Doña Bárbara salta a la palestra como una joya de la literatura latinoamericana que lanza al ruedo el dilema entre la civilización y la barbarie, donde el campo salvaje se contrapone al poder civilizatorio de lo urbano, que significa progreso, antítesis que la vida se encargaría de poner en su lugar, porque del campo irredento saldrían muchos de los venezolanos más ilustres de la historia de la patria de Bolívar, empezando por el mismísimo Hugo Chávez.
¿Y la barbarie? ¿Acaso no se manifiesta hoy predominantemente en sectores elitistas de las grandes ciudades, donde conviven privilegiados oligarcas y señoritos gamberros? El 31 de octubre de 1958 esa clase política distribuida en los tres principales partidos burgueses suscribió el famoso Pacto de Punto Fijo que repartía el poder entre las fuerzas de derecha, dejando fuera a los mayoritarios sectores democráticos.
Fruto del puntofijismo brotó el gobierno de Carlos Andrés Pérez que provocó la erupción revolucionaria de 1992 y que lanzó definitivamente a Hugo Chávez a la palestra de la historia americana y mundial.
De lo más genuino del alma llanera surgió aquel niño nacido en Sabaneta de Barinas el 28 de julio de 1954, tierra de tabaco, algodón y caña de azúcar, como ya refirió alguien. Fue, desde sus primeros pasos, un amante de la historia, que se sentaba en la escuela de techo de palma y piso de tierra siempre en primera fila, frente a dos cuadros: el del General Ezequiel Zamora y el del Libertador Simón Bolívar.
Hijo de padre mestizo y madre blanca, nieto de una descendiente de los indios del llano, el segundo hijo de Hugo y Elena tenía habilidades para la pintura, la música, la escritura y el teatro; también le apasionaba el béisbol. No sabía entonces —no podía saberlo— que sería militar y político y que en 1982 fundaría junto a otros compañeros de promoción el Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 (MBR-200) por cumplirse en 1983 el bicentenario del natalicio del Libertador.
Humilde como el que más, vendía a sus condiscípulos dulces de lechosa —frutabomba— a los que llamaban arañas y por eso se ganó el mote de El arañero de Sabaneta. Pasado un tiempo, este es el hombre que al asumir como jefe de la Brigada de Paracaidistas Coronel Antonio Nicolás Briceño, con base en Maracay, en 1991, escribió en secreto el Proyecto de gobierno de transición y el Anteproyecto Nacional Simón Bolívar, programa que definiría su liderazgo entre los oficiales bolivarianos. La suerte estaba echada.
Dos años en la prisión de Yare le sirvieron para meditar y escribir su célebre manifiesto Cómo salir del laberinto, emparentado por su inspiración con La historia me absolverá, del líder histórico de la Revolución cubana. “En la cárcel leí mucho La historia me absolverá, Un grano de maíz, sus discursos y entrevistas… ¿Saben qué le pedí a Dios en la cárcel?: ‘Dios mío, quiero conocer a Fidel, cuando salga y tenga la libertad para hablar, para decir quién soy y qué pienso’. Pensaba mucho en eso: en salir para conocernos”.
Y he aquí que mientras la Cuarta República se hundía sin remedio en el descrédito, Hugo Chávez salía de la prisión el 27 de marzo de 1994 con creciente caudal político, que canalizaría por medio del recién fundado Movimiento Quinta República (MVR).
Viene a Cuba y el 14 de diciembre de 1994 el Comandante Fidel Castro lo recibe con honores de Jefe de Estado. Ocurre entonces como un milagro comunicacional y de empatía entre el joven exmilitar y el aguerrido estadista exguerrillero.
Entre 1995 y 1997 Hugo recorre Venezuela, explicando su proyecto político, que se basó, principalmente, en la necesidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente que refundara el país, habida cuenta de que la llamada Cuarta República solo trajo desigualdad, miseria y muerte para los muy mayoritarios sectores humildes del pueblo.
En aquel instante histórico la vida se aceleró en la patria de Bolívar, pues el 19 de abril de 1997 inscribió Chávez el Movimiento Quinta República en el registro electoral, y el 6 de diciembre del siguiente año en históricas elecciones resultó electo presidente de Venezuela con el 56.5 por ciento de los votos. El 4 de febrero de 1999 tomaba posesión en presencia de Fidel y de otros líderes del continente, a pesar de la oposición acérrima de Washington, que hizo todo —o casi todo— por impedirlo. Ya estaba en Miraflores y ahora es que comenzaba la épica batalla transformadora.
Cierto que en sus primeros tiempos de mandatario las acciones de Chávez parecieron tímidas, pero aun así sufrió el acoso enconado de la reacción. Pugnaba entonces y consiguió que se aprobara la Constitución de la República Bolivariana —1999— con alto margen de votos positivos y que apoyado en sus preceptos comenzara a emitir decenas de leyes de beneficio popular y reafirmación de los ideales revolucionarios.
Tocados sus sacrosantos privilegios, la oligarquía se desató en agresiones de todo tipo que desembocaron en el golpe de estado del 11 de abril del 2002, cuando el Presidente fue apresado y casi asesinado por los golpistas. Vencidos una y otra vez en las urnas y en la calle, oligarcas y militares traidores han utilizado la Constitución solo cuando ha convenido a sus intereses.
Sobrevinieron el paro petrolero de diciembre del 2002, el bancario- financiero y de los maestros del 2003, todo ello matizado por guarimbas y enconada y permanente campaña de los medios contra el poder legítimo constituido. El referendo revocatorio del 15 de abril del 2004 se convirtió en reafirmatorio de la legitimidad del Presidente y Chávez contraatacó profundizando el proceso revolucionario.
Del año 2000 data un convenio general de colaboración económica Cuba-Venezuela que se fue profundizando hasta concluir el 14 de diciembre del 2004 en La Habana, con la creación de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), más tarde devenida Alianza, a la que se fueron incorporando otras naciones latinoamericanas y caribeñas.
Las relaciones con Cuba, basadas en la reciprocidad y la amplia compenetración entre gobernantes y pueblos, alcanzaron niveles muy altos que influyeron en las posibilidades recíprocas de supervivencia de ambos procesos. Se había pasado el Rubicón. Literalmente —puede decirse— llovieron iniciativas de Miraflores hacia la integración regional, mientras la Revolución Bolivariana reafirmaba bajo el liderazgo de Chávez su influencia continental y mundial.
Este accionar se manifestó en la potenciación de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), las relaciones con Rusia, China, Irán y dentro del Movimiento de los Países No Alineados y el llamado Grupo de los 77, la OEA, la ONU y otras instituciones internacionales. Es notoria su victoria en Mar del Plata, Argentina, en noviembre de 2005, junto al ya fallecido presidente argentino Néstor Kirchner, al liderar la ofensiva contra el ALCA que echó por tierra ese engendro imperial en presencia del mismísimo George Bush, su principal proponente. Solo esta hombrada —han dicho algunos— bastaría para consagrar a Chávez en el sitial más alto de la historia Americana.
Mientras, en el propio 2005 y como una experiencia de la Operación Milagro mediante la cual recobraron o mejoraron la visión cientos de miles de venezolanos, y la alfabetización de otro millón y medio de sus compatriotas por el método cubano Yo sí puedo, surgieron las misiones Barrio Adentro, las Robinson, la Rivas, la Sucre, Vuelvan Caras, Negra Hipólita, y el Plan Mercal, entre otras, que propiciaron la educación en los distintos niveles, la atención médica, la capacitación técnica y la alimentación a precios justos para millones de sus compatriotas.
En el plano regional impulsó la creación de la Unión de Naciones del Sur (Unasur), el ente petrolero Petrocaribe, las empresas grannacionales, el Banco del ALBA y el Banco del Sur y se avanzó hacia una moneda única llamada Sucre. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), cuya segunda Cumbre acaba de celebrarse en La Habana, fue también creación mayoritariamente suya.
Bajo mandato de Chávez recibieron nuevas viviendas cerca de 350 000 núcleos familiares, se emprendió la industrialización acelerada del país, el mejoramiento de los servicios básicos, la creación de nuevas fuentes de empleo, el fomento de la autosuficiencia alimentaria y muchos otros programas. Nadie en toda la historia de Venezuela logró grados singulares de empatía con los humildes como el finado mandatario. Nadie como él habló con los hijos de la América Nuestra un lenguaje común.
Mucho hay de místico y de telúrico en su vida; Chávez fue un cataclismo que hizo renacer las ansias y esperanzas de todo un continente, un fenómeno de la naturaleza, un tsunami de paz, y de bondad, de agudeza política y espíritu de progreso, el hombre más sublime y perfecto desde Bolívar, que supo apreciar en Fidel un padre y un guía espiritual y político. Su temprana partida a los 58 años es reto y compromiso para quienes estamos compulsados a seguir su ejemplo.
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