Paciente modelo de la sucursal mexicana de Otto Bock, este joven inspira a jóvenes amputados de los miembros inferiores a continuar dando pasos firmes.
Parece un hombre de una era futurista, esa donde los aparatos se funden con la piel para dar lugar a una raza inexistente; una suerte de hombre-robot que desanda el pasillo de la expoferia de Ortopedia 2014, escudriñando en las exhibiciones para admirar avances científicos.
Con oído aguzado Leonel Ramírez Muñoz escucha las voces expertas de otros países y se identifica con las vivencias de otros pacientes que, como él, experimentaron un giro total en sus vidas.
De regreso al stand de Otto Bock, una empresa alemana de prestigio internacional en la fabricación de prótesis de los miembros superiores e inferiores y aparatos ortopédicos, de la cual Leonel constituye un paciente modelo, una grabadora lo espera para hablar de rehabilitación médica. Mas este mexicano de 29 años abre el espectro del diálogo y, sin un ápice de aflicción en su voz, ofrece a Escambray un testimonio signado por la esperanza.
“Regresábamos de un velorio familiar. Yo tenía 18 años. Como vivíamos en un pueblo más adelante de la ciudad capital, mi papá decidió llevarme en el carro—narra Leonel—. Por el camino, el motor se estaba calentado. Nos detuvimos y cuando estábamos chequeando el problema, vino otro carro y nos impactó por detrás. El nuestro era un Volkswagen, que como no es tan alto, me provocó el golpe en la espinilla”.
Una vez en el hospital y estudiado el caso, los doctores coincidieron en que una amputación bilateral era la alternativa más factible ante la gravedad del paciente.
“Luego de la operación, estuve dos meses ingresado hasta que la inflamación redujo. Después fui a terapia durante casi un año en el Instituto Nacional de Rehabilitación de la ciudad de México. Ahí me hicieron mi primera prótesis, una muy sencilla, pero no me funcionó”, continúa.
Pese a los cambios que supone un episodio así, Leonel confiesa que pensó en abandonar los estudios. Por eso su familia, acompañándolo siempre, empezó a buscar alternativas de prótesis más funcionales para su edad, peso…
Así conoció de Otto Bock “y mi vida cambió radicalmente. Siempre hubo sus momentos difíciles, pero estas prótesis son de muy buena calidad y se adhieren perfecto a mi pierna. Hoy tengo una vida como la de cualquier persona: voy a mi trabajo, practico actividades físicas, deporte, manejo…”
Y te describe su agenda de cada día, desde su llegada a la escuela donde imparte clases a niños entre seis y siete años, hasta las conversaciones con otros pacientes que atraviesan por situaciones similares a la suya. Entonces su voz se convierte en una especie de bálsamo para abrir caminos.
Ahora, gracias a los convenios entre Otto Bock y la fábrica cubana Ortop, del Complejo Científico Ortopédico Internacional Frank País, Leonel aspira compartir sus vivencias con pacientes de esta isla. “Será maravilloso, estoy seguro. Hay muy buen criterio de la ortopedia cubana a nivel mundial”, concluye.
Desde una esquina lo solicitan. Entonces sale con paso presuroso, baja las escaleras hasta llegar allá, donde otros ansían conocerlo. Él no se hace esperar y con una sonrisa en el rostro regala a las personas una historia escrita con la tinta de la perseverancia.
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