En Sierra Leona el enfermero Francisco Gonzalo Prada Morales (Panchi) ayuda a poner coto a la epidemia.
Suiza: El médico cubano con ébola está estable y sin dolores agudos
Aquí está toda Cuba esperando por ti
“¿Tú estás loco? El que se va para allá no regresa”, le espetaron en plena calle cuando supieron que partiría a los lejanos parajes de Sierra Leona para combatir el ébola. Mas, si la vocación es genuina, nada importa.
El Servicio Militar en Angola durante la década del 90, cuando curó heridos bajo las bombas, las huellas de Haití como miembro de la brigada médica cubana Henry Reeves y otras experiencias en frentes internacionalistas no fueron suficientes para el trinitario Francisco Gonzalo Prada Morales (Panchi) aquella tarde en que resolvió integrar el primer contingente de cooperantes, que levantó vuelo el 1 de octubre.
“No llamemos a esta decisión ‘aventura’. En realidad se trata de un instinto que crece por los años en esta profesión. Es la oportunidad de saber que puedes ayudar, no importa a quién ni dónde”, fueron las primeras palabras del licenciado en Enfermería, con más de tres décadas de trabajo, cuando empezamos a dialogar a través del buzón electrónico.
Casi dos meses después Panchi recuerda la noche en que abordó el avión. “Cuando vi a Raúl al pie de la escalerilla para despedirnos, sin mentirte, compadre, me tembló la mano. Pensé en Fidel porque a él le hubiera gustado estar al lado de su hermano. ‘Dele un saludo al Comandante’, fue lo único que pude decir. Al despegar me vinieron a la mente mi esposa, mi hija, la vieja, mi hermana… y el deseo de que estén orgullosos de mí cuando los abrace de nuevo”.
Al segundo día en Freetown, capital de la nación de África occidental, empezaron los entrenamientos, “jornadas intensas donde los médicos y personal de la OMS impartieron conferencias para conocer los síntomas principales de la enfermedad, cómo evitar el contagio, el procedimiento para mejorar la atención del paciente y aprender a manejar el traje de protección personal, sobre todo a la hora de quitárnoslo”.
Y vio erigirse el hospital Kerry Town, patrocinado por la organización inglesa Save the Children, conformado por seis salas, cada una con dos enfermeros y un médico por turnos de trabajo de ocho horas.
6 de noviembre de 2014: “Mi hermano, te cuento que ya hoy chocamos con el ébola. Hasta ahora solo hemos visto 10 casos confirmados, pero es suficiente para impresionarte, sobre todo con los niños, porque su respuesta a la enfermedad es casi nula, no tienen suficientes anticuerpos para vencerla y la pésima alimentación provoca que lleguen muy desmejorados. En ese momento te duele el cuerpo de impotencia por no poder hacer más, porque no estamos acostumbrados a ver morir niños. Carlos, muchas personas deberían ver esto para que notaran qué privilegiados son los niños de Cuba. Los medios para combatir la enfermedad son los mejores, lo demás lo ponemos nosotros: el corazón y la experiencia. Verás cómo van a disminuir los casos. Te lo garantizo”.
Desde entonces ha transcurrido casi un mes y continúan recibiendo pacientes, confirmados o no, remitidos de otros centros hospitalarios, y aún le atormenta tener que lidiar con la muerte de los más pequeños.
¿No teme por su vida?
“Eso es inevitable, como en todas las misiones. No solo por el ébola, sino también por la malaria, el cólera, la tuberculosis…, pero la experiencia te dice que si conoces de la enfermedad, puedes enfrentarla. Un científico expresó: ‘Aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar’. Estar aquí, además de ayudar, significa impedir que el virus llegue a otros países”.
A millas de distancia, en Trinidad, Janetzky Fernández Martínez, esposa de Panchi, vive orgullosa. “La gente pudiera pensar que él desatiende a su familia. Para nada. Muchas personas me decía que quien ama a su marido no lo deja exponerse a esos riesgos, incluso una vez me preguntaron cuándo regresaba, y detrás pusieron la coletilla: ‘bueno, si regresa’, porque no lo ven desde el punto de vista humanitario. Tengo mis miedos, por supuesto, pero él es muy responsable en su trabajo”.
No te detengas, avanza./ Lucha, procede, camina,/ que el que no se determina,/ nada en la vida alcanza. Nunca pierdas la esperanza/ de realizar tus ideas./ Cuando abatido te veas, juega el todo por el todo,/ que con Dios y de este modo/ cumplirás lo que deseas, le escribió una amiga a Panchi antes de partir.
Cada día, mientras resguarda su vida con el traje blanco, esa suerte de escudo para enfrentar al enemigo invisible que es el ébola, el enfermero susurra los versos. Del otro lado del mundo, en el centro sur de Cuba, su esposa confía, porque Panchi nunca ha dejado de cumplir sus juramentos y antes de partir le hizo uno: “Yo te prometo que voy a regresar”.
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Panchi que palabras más acertadas las tuyas, felicidades por tu optimismo; y un artículo muy bueno. los que te conocemos estamos orgullosos de ti.
Panchi que bueno verte despues que te fuistes, se que estan cuidandose mucho para regresar sanos y salvos como hablamos en la despedida, un abrazo a todos, a Migue, Luis, Hugo, Yoel, Yordanis, a todos los espero aqui.
Su jefa y Hermana.
Baby
Muy buen artículo, mis saludos a Panchi, no lo conozco pero basta su ejemplo para desearle saludos y de seguro regresarás victorioso, cuídese y nos vemos en el yayabo