Con su estructura urbana original, Sancti Spíritus sobresale en el concierto de las primeras villas cubanas.
Sancti Spíritus es la cuarta villa fundada por el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar entre abril y junio de 1514, en un sitio interior vinculado al río Tuinucú. Sin embargo, hacia 1520 comenzó su traslado hacia un nuevo asiento cercano al río Yayabo donde encontró definitivo emplazamiento al centro de una inmensa sabana.
Debido tal vez a su aislamiento geográfico, Sancti Spíritus mantuvo sin apenas modificación la estructura urbana de fundación derivada del urbanismo regular bajomedieval español. Junto con Bayamo posee una disposición urbana altamente valiosa en tanto es uno de los pocos ejemplos —tal vez casos únicos en América el de estas dos villas cubanas— que ofrecen el testimonio del urbanismo inicial del período antillano. De acuerdo con esta tradición fueron fundadas todas las villas primigenias cubanas: Baracoa, Bayamo, Trinidad, Sancti Spíritus, La Habana, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba. Pero el paso del tiempo desdibujó o transformó los trazados primitivos. De aquel momento fundacional son los de Bayamo y de Sancti Spíritus los menos modificados.
Tiene además las huellas del complejo proceso de integración por medio del cual quedaron enlazados dos tipos de trazados urbanos: el de la villa de los españoles integrada por calles casi paralelas y extendida entre la Iglesia Parroquial y la de La Caridad, y el que pudo ser el asentamiento primario de los aborígenes, el pueblo de indios, caracterizado por la irregularidad de las calles, representado por el barrio aledaño a la iglesia de Jesús Nazareno.
A juzgar por los testimonios documentales, todas las villas primitivas estuvieron configuradas de ese modo, pero en la mayoría de los casos las evidencias urbanas del poblado indígena desaparecieron salvo las huellas que han subsistido en Bayamo y las claras evidencias de yuxtaposición de dos estructuras diferentes que se observan en Sancti Spíritus.
La torre de la Parroquial marca el punto central del círculo de media legua que establece el límite de los ejidos de la villa, lo que es índice de su antiguo emplazamiento en este lugar. A un costado del templo se abre una plazoleta a modo de pequeño compás urbano, cerrado por viviendas en dos de sus lados. Este espacio es, ciertamente, resto de uno de mayor tamaño que, como las plazas fundacionales de Bayamo, Camagüey y Trinidad, fuera urbanizado. El ámbito originario de la plaza de la Iglesia de Sancti Spíritus llegaba hasta la calle Real. Por el lado de la calle José M. García hay referencias de la existencia de viviendas desde 1686, lo que es indicio de la ocupación del sitio desde tiempos muy antiguos.
La definitiva conformación del área tuvo lugar cuando en 1690 los franciscanos fundaron la Ermita de la Vera Cruz al norte de la Parroquial, originándose una nueva plaza devenida el actual parque Serafín Sánchez, centro principal de la villa. A su lado, hacia 1716 edificaron el correspondiente convento. Ello también establece el sentido de crecimiento urbano en dirección, primero, a la plaza del convento de San Francisco y, seguidamente, hacia la Ermita de La Caridad, fundada hacia 1717, definiéndose el ámbito de la villa de los españoles, cuyo límite a mediados del siglo XVIII estuvo representado por la calle Gutiérrez, hoy denominada José Martí y hacia donde en 1721 se erige la desaparecida Ermita de Santa Ana. Las calles Real y de San Francisco comunicaron la Parroquial con la iglesia y el Convento de San Francisco, configurándose los ejes estructurantes de la ciudad. Es, sin dudas, el urbanismo de Sancti Spíritus uno de los principales encantos de esta villa.
Por su parte, la Iglesia Parroquial es, sin dudas, el templo mejor conservado de los cubanos primitivos. En 1569 el obispo Juan del Castillo expresa que la iglesia espirituana era “la más rica de toda la Isla”. En 1612 fray Alonso Enríquez de Armendáriz ordena la reconstrucción del templo en mampostería. En 1666, el obispo Juan de Santo Mathias, con el apoyo económico del sargento mayor Ignacio de Valdivia, acometió su reparación. Durante el curso de esta intervención se le adicionó su espléndido techo de armadura de par y nudillo y el octogonal del presbiterio, con sus cuadrales dobles realzados con lacería volada. En esta Parroquial, de una sola nave, se conserva el único arco toral de madera que ha llegado a nuestros días.
Pero el apego espirituano a las estructuras antiguas no viene solo por la conservación del antiguo trazado urbano o por la de su templo. Es posible que debido a su mediterránea localización, la villa quedara un tanto aislada del resto del país y encerrada en su inmenso territorio tendió a aprovechar una y otra vez las estructuras arquitectónicas disponibles, dando lugar a la compleja estratigrafía constructiva que se advierte en sus edificaciones. En esta villa fue habitual construir lo nuevo sobre lo viejo, lo que dio por resultado un rico perfil de edades superpuestas que la convierte en la más “medieval” de nuestras poblaciones primitivas.
La historia de la vivienda en Sancti Spíritus comienza propiamente después del 26 de diciembre de 1665 cuando fuera incendiada por el pirata francés Pedro Legrand. A partir de entonces se comenzó a construir con ladrillos, aprovechando el excelente barro de su suelo. Los frecuentes incendios acaecidos durante el siglo XVIII y otras afectaciones como los ciclones fueron, tal vez, la causa de la reutilización de estructuras dañadas o, quizás, el deseo de no alejarse del centro representado por las plazas de las iglesias Parroquial y de San Francisco condujo a una larga y renovada ocupación del sitio. El resultado es una complejísima superposición constructiva y estilística que dificulta una estricta clasificación cronológica.
Los ejemplares más antiguos, de ladrillo, son de bajo puntal y, al parecer, solo ocuparon la parte delantera de los solares, en estructuras de muy similar aspecto a la del hospicio de San Juan de Dios. Rejas de barrotes de madera, empotradas al muro o voladas con puertas realzadas con tallas barrocas complementan la fisonomía de las viviendas tempranas. Aleros de tejaroz o más frecuentemente de sardinel, como corresponde a una villa construida con ladrillos, rematan los muros. También se utilizaron tornapuntas sobre las puertas de acceso al modo camagüeyano.
Después de 1730 el ámbito de la sala se cubre con espléndidas armaduras de madera, algunas con harneruelos y lacerías, a la manera de la Parroquial Mayor. Pero lo más destacable de los techos espirituanos son las decoraciones pintadas, en las que con frecuencia se consigna el año y el nombre del constructor. Esta fisonomía persistió por muchos años.
Entre 1830 y 1840 la casa espirituana experimenta una radical transformación neoclásica, en variantes diversas según niveles sociales que cubren desde ejemplos modestos hasta casonas de gran rango. La señal del cambio está dada por la generalización del hierro. Rejas de hierro forjado, de barrotes lisos cubiertas con guardapolvos de madera rectos, rejas con estelas decorativas, rejas con guardapolvos conopiales, rejas de hierro fundido con temas del imperio ofrecen una enorme diversidad de soluciones, así como también se generalizan portafaroles, llamadores y barandas.
Pero la versión local por excelencia se constituye hacia 1860 cuando se construyen mansiones de gran relevancia en cuyas fachadas se ofrece el más completo y complejo repertorio de aleros en gola del país, algunos decorados como extensión de las pinturas murales que cubren los muros exteriores e interiores. La decoración mural adquiere un papel protagónico en la vivienda de esta etapa. Se generalizan también las mamparas de cristales en los vanos interiores. Las casas, como las versiones anteriores, se organizan en torno a enormes patios y en el interior se advierte un cambio significativo que origina una nueva versión planimétrica y que consiste en abrir con arcos de mediopunto o lobulados el muro entre la saleta y la galería. Es un crecimiento en dirección hacia la profundidad que interrelaciona saleta con comedor en soluciones similares a las que por los mismos años se adoptan en Santa Clara, Remedios y Cárdenas, en donde, por lo común, la galería se mantiene abierta. Esta es la última propuesta planimétrica a reconocer en el proceso de evolución de la vivienda cubana del período colonial y de ello tiene Sancti Spíritus relevantes ejemplares.
En el siglo XX la ciudad recibió renovadores aportes urbanos y arquitectónicos, por lo que el patrimonio de esta villa se caracteriza por su riqueza en la extensión, su diversidad y actualización, sello que lo identifica y le otorga sentido, e indica, de suyo, el camino a seguir para su puesta en valor, pues no quiso Sancti Spíritus vivir de espaldas a la historia, sino que se mantuvo fiel al legado recibido pero abierta a la renovación y al cambio.
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gracias a todos los que de una forma u otra contribuyeron al embellecimiento de mi ciudad natal, la extraño muchisimo
El Parque Serafín Sánchez quedó bello, es importante seguir incidiendo en contra de las indisciplinas sociales, tenemos que cuidar lo que con tanto esfuerzo y recursos, hemos obtendio…
Mi experiencia de larga data sobre las calles de mi ciudad natal, me dice que mas que sabana, la ciudad se fundo sobre colinas,si lo duda pedale desde el parque Serafin hasta el paseo norte y cuenteme cuando llegue a Magon u observe a los caballos cuando suben las lomas de los puentes sobre el Yayabo, o trate de subir en patines Bayamo o Marcos Garcia
Gracias al periódico Escambray por los trabajos que publica por estos días.