Contar que Marta Inés Sánchez Cordoví “arrollara” al ritmo de la conga a solo minutos de iniciado el desfile por el Primero de Mayo suena como una estampa típica de una celebración como esta. Pero el entusiasmo de esta espirituana, ya entrada en años, fue parte del que contagió a los miles de trabajadores que marcharon por la plaza Mayor General Serafín Sánchez bajo intensa lluvia.
Durante casi dos horas el proletariado espirituano le hizo frente al chaparrón con la algarabía y las iniciativas desplegadas; una clara resistencia a abandonar el recorrido en su día internacional. Amplia representación de distintos sectores y generaciones colmaron las calles en esta jornada.
“Yo vine a desfilar desde bien tempranito con mis padres y voy a seguir debajo del agua hasta que pase frente a la tribuna”, dijo la pequeña Saily Padilla; quien a sus nueve años asegura: “Hasta cuando era más chiquitica venía sobre los hombros de mi papá”.
Mayo hizo gala de la fama que lo populariza como el mes más lluvioso; la borrasca se mantuvo tan inamovible como el pueblo yayabero que decidió seguir hasta el final junto a los dirigentes, deportistas, Héroes del Trabajo de la República de Cuba y miembros de la Brigada Henry Reeve que combatieron el ébola en Sierra Leona, todos presidiendo el desfile a la sombra de la estatua del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia.
“Desde las seis de la mañana estoy concentrado como un espirituano más. Me siento bien junto a mi pueblo y este reto a la lluvia demuestra la estirpe con que estamos hechos en nuestra tierra”, declaró el lanzador Ismel Jiménez, quien se mantuvo en la tribuna apoyando a sus coterráneos y sin ceder ante la naturaleza.
Igualmente, los galenos yayaberos que enfrentaron el ébola en Sierra Leona protagonizaron esta celebración obrera, casi recién llegados de ganarle una partida a la muerte: “Orgullo, eso es lo que sentimos al estar en nuestra Cuba en una fecha como esta. El pueblo nos ha agasajado desde que retornamos y la mejor retribución que le pudimos dar fue haber cumplido con la tarea encomendada. Grandes potencias ofrecieron dinero, pero nosotros entregamos un ejército de batas blancas para luchar por la vida”, concluyó emocionado el enfermero Luis Barrizonte, miembro de la brigada.
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