Además de su prestancia de coloso, recordista nacional de la producción de crudo y paradigma de la eficiencia en las lides azucareras, el central Uruguay contaba hasta hace apenas unas horas con una suerte de reliquia viviente venerada por más de una generación: Francisco de Paula Rabí Avilés, Cundío, alguien que no tuvo estudios ni ocupó puestos importantes en el ingenio, pero que supo ganarse entre su gente la condición de imprescindible.
Quienes nos acostumbramos a saludarlo escoba en mano en los pasillos de la industria llegamos a creer, incluso, que aquel hombre de 94 años y 76 zafras era un inmortal y que a la campaña siguiente lo volveríamos a tener, invariablemente, con la misma sonrisa y las mismas historias.
“Eso de Cundío me viene porque yo en mi barrio jugaba mucho a los escondidos, al juego del policía y el bandolero, y como casi nunca me encontraban, cuando alguien preguntaba por mí le decían: ‘Tá’ condío”, una frase que, según él, le valió el alias por el que luego lo conocerían para siempre en el pueblo.
Nacido probablemente el 2 de abril de 1921, “después de dar unos cuantos tumbos”, quien fuera reconocido como el azucarero en activo más viejo de Cuba llegó al antiguo central Jatibonico —actual Uruguay—, donde padeció la discriminación por ser pobre y negro y más de una vez probó en carne propia la maldición del tiempo muerto, época que solía recordar a los más jóvenes en sus tertulias de mediodía.
“Había que inventar pa vivir. Yo me metí a boxeador. Fui a boxear a Cristales, a la valla de gallos, contra Felipe Echemendía, que tenía la mano pesá’. Él me dijo: ‘Oye, ¿qué vas a hacer?’. Chico, yo no puedo quedar mal aquí. Y me respondió: ‘Ni yo tampoco’. Al final le dije: Vamos a hacer una cosa, en el round que viene tú me tiras un gancho por abajo y no me paro más. Felipe se llevó 5 pesos y yo 2”, contó en entrevista hace casi una década.
En Uruguay, Cundío ejerció en diversos oficios como obrero de la industria, cultivó sus mejores amistades y cuando no tuvo fuerzas para más se hizo barrendero y se juró a sí mismo servir al ingenio toda la vida y ser fiel a uno de los tantos consejos que le dio su padre: “Nunca andes con las manos metí’as en los bolsillos que eso es cosa de vagos”.
Personalmente tuve la dicha de conocerlo, el trabajaba en el área de los basculadores y yo en el taller de maquinado, fue subordinado de mi papá durante mas de 30 años y fue un ejemplo de trabajador y ser humano, llamaba a mi papa como el AMERICANO.
Mis condolencias para su familia en especial para su hija Teresa, Teresa la de Cundío.
Verguenza da que el periodista haya escrito » Francisco de Paula Rabí Avilés, Cundío, alguien que no tuvo estudios ni ocupó puestos importantes en el ingenio, pero que supo ganarse entre su gente la condición de imprescindible.»
Estudio puede que no sea, pero decir que su trabajo fue en puestos «NO IMPORTANTES’ es una falta de respeto. Incluso el que barre el piso de un central es MUY IMPORTANTE. Vamos que en la operacion de un central es MAS IMPORTANTE el obrero que el subdirector del central. Falta el subdirector y el central funciona. Faltan los obreros y no se hace azucar.
En fin considero una taman~a falta de respeto denigrar a una persona que decido su vida al trabajo diciendo que su trabajo fue en puestos «no importantes» lo que por transicion implica que el trabajo del puesto es «no importante».
Para mi Cundio es un verdadero heroe.No los generales,politicos,deportistas o artistas..Tiene que ser un ser humano muy especial para levantarse cada dia durante 76 anos para ir a trabajar.ese es el verdadero valor,no el ocacional de una batalla,sino el que se hace dia a dia sin buscar el reconocimiento ni la admiracion de nadie..Que en paz descanse Cundio. y que Dios te de el descanso que mereces