Sábado 14 de febrero de 2015. Cafetería situada en El bosque —en la cabecera espirituana—. Venta de galletas dulces a granel. Eran más o menos las 10:10 a.m. y habían pasado 10 minutos cuando se oyó la advertencia detrás del mostrador.
—No hagan cola que se acabó —anunció el dependiente—.
— ¿Cómo que se acabó?— preguntó Mariela Yudy López Hernández, quien escribe a esta sección sin lograr sacudirse aún la misma perplejidad que la sobrecogió aquella mañana al escuchar una orden que ignoraba la decena de sacos de galletas que a la vista descansaban en el almacén.
Estaban sí, pero no para saciar las ilusiones de aquellos niños y padres que se quedaron a la espera en la cola, ni para venderlas más tarde, ni para obsequiarlas por el Día del amor y la amistad…
Según narra Mariela en su misiva, ante la insistencia por una respuesta lógica del asunto, la oficinista le dio algunas explicaciones: “Nosotros, me dijo —suscribe la lectora—, tenemos un plan de venta y de distribución y ya vendimos lo que correspondía al día de hoy. A lo que yo respondí: Sí, pero estos niños no saben nada de eso (habían quedado en la cola alrededor de siete u ocho niños), a lo que ella aseguró: Yo la entiendo a usted, pero ya se acabó por hoy.
“Atónita pregunté: ¿Y qué le digo yo a mi nieta? ¿Le explico que no come galletas porque quedó fuera del plan de ventas del día y que si quiere comerlas tiene que venir el domingo muy, muy temprano para que no se acaben y no vuelva a quedar fuera del plan del día?”, apunta Mariela.
Insensato. Se sabe que la oferta de tales confituras raras veces supera la demanda; que puede que unos pocos se les lleven al por mayor y que esas mismas galletas te las revendan luego en las narices; que casi nunca guardarlas desde hoy significa que las comerás mañana…
No obstante, cuando el administrador llegó Mariela recibió las mismas (in)justificaciones. Parada en sus trece volvió a cuestionar, según se lee en su carta: “¿Cómo es posible que un producto en existencia en el almacén, a la vista de todos, se haya acabado? Entonces me dice: ‘Mire, esas galletas son para todo el mes; además, esta no es la única entidad que yo proveo y mañana es domingo’.
“Le refiero al compañero mi inconformidad con su respuesta y le digo que me voy a quejar, a lo que responde: ‘Hágalo, esas son mis orientaciones y esto lo saben Gastronomía, el Gobierno, el Partido y todo el mundo’”.
Y aún persiste la misma interrogante que lanzara la remitente el sábado pasado cuando se disponía a comprarle aquellas golosinas a su nieta de 22 meses de nacida: “¿Los niños de hoy no comen porque hay un plan que dice que es para vender mañana? Créanme sigo sin entender”, se duele Mariela.
Créanme, a esta periodista también le cuesta entender que los productos se agoten así eufemística y arbitrariamente solo para las pesas públicas, que aunque haya oferta se coarten las ventas, que el irrespeto al consumidor siga estando en planes. Lo que más me preocupa es pensar que esa recurrente cuota de “buche
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