Cinco planos agrarios de la antigua jurisdicción de Sancti Spíritus hallados en el Archivo General de Indias de Sevilla, España, ofrecen información las tierras realengas
Por: Javier Sanzo Rodríguez
Don Gregorio Joseph Franco debió ser el hombre con el cual negociar durante las primeras décadas del siglo XVIII, cuando los hacendados cubanos se disputaban la posesión legal de tierras realengas. Mucho trabajo debió tener ese agrimensor pues, entre 1742 y 1756, su firma aparece en numerosos planos rurales de varios lugares de Cuba, incluido Sancti Spíritus, poblado en el que trabajó infatigablemente y donde también residió.
Desde inicios de la colonización peninsular en nuestro archipiélago la tierra fue repartida en grandes haciendas circulares, que partían de un punto central. En el sitio donde coincidían los linderos de tres fincas quedaba siempre un espacio libre, de forma triangular, que recibió el nombre de realengo, porque era propiedad de la corona española. Estas tierras siempre produjeron muy pocos dividendos a los monarcas hispanos pues, comúnmente, los terratenientes vecinos movían el centro de esos círculos a su antojo, en muchas ocasiones con el apoyo de las autoridades locales que eran, casi siempre, también hacendados. En la práctica, esos terrenos se explotaban ilegalmente en la principal actividad económica de esos años: la ganadería extensiva.
A inicios del propio siglo XVIII, la corona española decidió legalizar el uso de esos terrenos y, de paso, obtener buenos ingresos por dichas legitimaciones. Una Real Cédula del 24 de noviembre de 1735 indicaba que quienes ocupasen ilegalmente tierras realengas podían solicitar la confirmación de esa ocupación, o la composición de las posesiones ocupadas más las que les habían sido mercedadas legalmente; por supuesto, pagando el impuesto correspondiente.
Otra ordenanza real, del 15 de octubre de 1754, reiteraba el contenido de la anterior, e insistía en la posibilidad de denunciar los realengos no productivos y recibir por ello una recompensa que podía ser una parte de dichas tierras. Esta legislación también regulaba que, para que el rey confirmara la tenencia de los realengos, los mismos debían estar medidos y tasados con el fin de poder definir el impuesto que el usufructuario debería pagar por su confirmación.
LA FIEBRE DE LOS PLANOS
Luego de lo legislado a partir de 1735, comenzó en Cuba la época del furor realengo: todos trataban de legalizar las tierras ocupadas o de apropiarse de otras nuevas para extender sus latifundios ganaderos, por lo que no es casual que estos planos rurales espirituanos hallados en el Archivo de Indias estén fechados entre 1746 y 1752. Lo que sí resulta curioso es que todos los encontrados —también de otras regiones del país— estén firmados por don Gregorio Joseph Franco, quien fue por esos años agrimensor público y se le encomendó expresamente la descripción cartográfica de tierras realengas en varias regiones del país. Otra particularidad de estos documentos es que en varios casos las personas que aparecen como denunciantes de las tierras son personalidades militares o civiles de la villa.
El plano más antiguo encontrado es el del realengo Santa Bárbara, dibujado el 21 de junio de 1746, luego de que el Regidor Alguacil Mayor don Pedro Quintero realizara la denuncia de las tierras. Santa Bárbara, compuesto por 18 leguas (unos 87 kilómetros) “medía 6 138 cordeles”; lindaba con “el potrero donde derrama el río Jatibonico”, y las haciendas Las Nuevas, Ciego de la Virgen, Río Grande, Jicoteas y Dos Hermanos, entre otras. El plano demuestra claramente la participación de las autoridades locales en este proceso de apropiación; la denuncia de esta gran cantidad de tierras la hace un alto funcionario de la villa con el claro objetivo de cobrar la gratificación real.
Por su parte, el plano del realengo Mapos, confeccionado el 6 de noviembre de 1748, parece decir que el terreno fue ocupado por el capitán don Pedro ¿Castaño? (está poco legible el apellido) y contiene una interesante distribución de las haciendas de la zona a partir de la propia Iglesia Parroquial Mayor de la villa de Sancti Spíritus, hasta la costa sur del territorio. Las propiedades más cercanas al pueblo eran, en ese año, La Rivera, Marroquín, Las Minas y San Francisco. Los linderos del muy extenso realengo Mapos lo integraban, además, los corrales Caobas, San Juan, Bacuino y los hatos Caiminabo y Sabana la Mar, entre otras fincas.
Otro ejemplar muy interesante resulta el Mapa de los realengos de Nuestra Señora de Loreto, San Francisco Xavier, Santa Rita y otras heredades, situadas entre Puerto Príncipe y Sancti Spíritus, fechado el 16 de septiembre de 1748. En este debemos notar que se repiten los nombres de muchas de las fincas mencionadas en los planos anteriores como Dos Hermanos, Jicoteas, Río Grande y Marroquín, por solo citar algunos, lo que nos da una idea de la gran extensión de estas haciendas ganaderas.
El trabajo cartográfico realizado en 1749 para el realengo Baragua, de 10 leguas y media; y el de 1752, de las Haciendas Tobosi, Ciego del Potrero y hato de Yguara, también muestran claramente el inmenso diámetro de aquellos círculos agrarios.
Cuando estos planos fueron encontrados, surgió la duda de por qué solo cinco. Aun cuando en más de dos siglos algunos pudieron extraviarse, la respuesta a esta incertidumbre podemos hallarla en los propios documentos: eran tan extensas aquellas haciendas, que apenas un reducido número de ellas cubrían la casi totalidad del antiguo territorio espirituano.
UN HALLAZGO DOCUMENTAL
El geógrafo espirituano Esteban Acosta, estudioso de la cartografía rural espirituana y de otros muchos temas de geografía histórica, aseguró que en el Archivo Provincial de Historia de Sancti Spíritus hay copias de planos de Gregorio Joseph Franco, realizadas por agrimensores del siglo XIX, pero ningún original, por lo que estos documentos aportan nuevas fuentes primarias para el estudio de los repartos de tierras en el territorio, que incidieron directamente en el desarrollo agropecuario de la región.
Según Esteban, la existencia de estos mapas de realengos espirituanos nos hace retrotraernos en el tiempo, a una escuela cartográfica que siempre estuvo vinculada a la geografía y la historia agraria regional. En el siglo XVIII se dedicó a la delimitación de los hatos, corrales y tierras realengas; luego, en el XIX, ya los agrimensores entraron dentro de esos círculos móviles e hicieron planos más detallados.
Sin duda, don Gregorio y sus colegas dejaron a la posteridad un legado cartográfico magnífico que llega ahora a Sancti Spíritus gracias al trabajo de digitalización de los Archivos Españoles, en particular el General de Indias, que ofrece el servicio de consultas vía internet, de forma gratuita, no solo a los investigadores y académicos, sino a todos los interesados en cualquier parte del mundo.
Hola, despues de leer lo descubierto por los planos, me dirijo a ustedes para corroborar una duda que tengo sobre una compañia que encontre en los fondos de Anotaduría de Hipoteca en el Archivo de Camaguey, una companía nombrada Jhs, que compra haciendas en toda la region de Puerto Principe a partir de 1742, tambien por Joseph de Socarras y Varona, aca no sabemos como se nombra esa compañía, si ustedes a partir de lo encontrado en el archivo de Indias nos pueden ayudar.
Muy valioso comentario. Estos círculos aún se pueden identificar al sur de la provincia de La Habana, al menos 11 de ellos, y todos tienen un diámetro de 4.24 kms, que equivale a 1 legua, o 5000 varas, medidas utilizadas en el tiempo de la colonia.