Arriba la caravana a Cabaiguán, pueblo que amaneció hoy en la calle; allí, en cunetas y aceras, están sus hijos. Se ven de todas las edades, algunos arropados de verde olivo, otros visten los variopintos uniformes de la escolaridad, muchas manos sostienen banderas, todos llevan el pecho apretado.
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Frente a ellos pasan los restos mortales de Fidel, que viajan hoy desde Santa Clara hasta Camagüey, en un recorrido en sentido contrario, reeditando aquel que emprendieran el líder de la Revolución cubana y sus compañeros de luchas, cuando el 2 de enero de 1959 partieron de Santiago de Cuba rumbo La Habana.
Desde la radio local se describe el paso de la caravana, la urna de cedro abrazada por la bandera cubana y rodeada de rosas blancas con las cenizas de Fidel Castro atraviesa la ciudad, se cobija por unos minutos bajo los laureles del Paseo; el pueblo está allí, acude a despedir a su líder histórico; Cabaiguán abraza a Fidel.
Justo donde termina el Paseo está esperándolo, atrapado en bronce, Faustino Pérez, el mismo que lo acompañó en el Granma, el que permaneció a su lado en el cañaveral en aquellas horas aciagas de Alegría de Pío. El cortejo con las cenizas casi roza la estatua. Una parada, se canta el Himno Nacional. Otra vez, juntos, Fidel y Faustino.
Hoy se borraron esos pocos kilómetros que median entre Cabaiguán y Guayos, un cordón de pueblo une los dos poblados. Desde los elevados se avista la caravana, Guayos retumba, no por el fuego de los voladores tradicionales; retumba por esa multitud que se apoderó de la Carretera Central para decir este adiós de dolor y compromiso al fundador de la Revolución cubana.
El cortejo avanza, minutos después las cenizas de Fidel traspasan otro poblado, La Aurora, justo en el kilómetro 378 de la Carretera Central. Tierra campesina, de hombres y mujeres del surco, que esta mañana pusieron pausa a las labranzas, y fueron hasta allí, a despedir al Comandante que desde los primeros momentos del triunfo les entregó la tierra a los que la trabajaban.
Las cenizas de Fidel se aproximan a Sancti Spíritus, un mar de pueblo inunda la arteria vial; el parque Serafín Sánchez espera al Comandante para este nuevo encuentro. Escambray sigue el rastro a la caravana.
Con el pecho apretado, lágrimas en los ojos, las banderas cubana y del 26 de Julio en lo más alto, los celulares sin perderse un detalle, las batas blancas en firme viendo con tristeza pasar a nuestro gran líder, el más grande; abrazaron los trabajadores del Hospital Psiquiátrico los restos mortales de nuestro invicto comandante en Jefe. Unos gritaban: «Viva Fidel», otros decías: Yo soy Fidel.