Joaquín Bernal Camero, primer secretario del Partido en Sancti Spíritus en 1986, evoca la presencia de Fidel entre los espirituanos
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Sancti Spíritus entre Fidel y yo
Pudo suceder en la zona de Los Negros, allá por Jatibonico —al oeste de Sancti Spíritus—, o en Cartaya, Taguasco —más en el centro de esta provincia cubana—. Corría la década de los 80 del pasado siglo. La caña, alta; la hierba, a tres trozos, dirían los azucareros. La guataca pesaba toneladas. Cuando el hombre, movilizado de ocasión, vio que el surco topaba con el horizonte, soltó su voz: “Aquí el que hace falta que se pegue es Joaquín”. Justo a escasos plantones, la aclaración congeló al improvisado obrero agrícola: “Oiga, joven, continúe usted con el suyo, que yo sigo aquí con el mío”.
Joaquín Bernal Camero, quien asumió los destinos políticos de la provincia de Sancti Spíritus desde 1976 hasta noviembre de 1987, no era un dirigente de oficina, quizás porque del vientre de su madre casi salió a ganarse la vida en las tabaquerías de su Cabaiguán natal.
En los últimos años en más de una oportunidad he intercambiado con el entonces primer secretario del Partido Comunista de Cuba en el territorio espirituano sobre dos asuntos que lo vuelven referencia ineludible: el nacimiento de Sancti Spíritus como provincia gracias a la División Político-Administrativa aplicada en 1976 en Cuba, y la obtención por primera vez de la sede de las conmemoraciones centrales nacionales en el aniversario 33 del asalto al cuartel Moncada en 1986.
Al cabo de tres décadas del suceso, la tierra del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia volvió por sus fueros y por segunda ocasión acogerá el acto nacional por el 26 de Julio, pretexto de causa mayor para despabilar antiguos apuntes y, en el mejor de los casos, para conversar vía telefónica con Bernal Camero, residente en La Habana.
Sus espejuelos —debo imaginar— no son los mismos; la voz, sí, porque sigue remarcando, sin impostura, ciertas palabras para acentuar la idea como el locutor más curtido. Al tabaco debe haberle dicho: ojos que te vieron ir…; supongo también desde este lado de la línea telefónica.
LA INICIACIÓN DE UNA PROVINCIA
Joaquín, ¿qué desafío implicó el surgimiento de la provincia de Sancti Spíritus?
Constituyó un desafío enorme. No era simplemente dibujar en un papel una nueva provincia. Había que integrar varios territorios, todos tenían su cultura, su idiosincrasia, sus problemas económicos, sociales… Además, se unían distintos lugares que no tenían ni comunicación vial ni telefónica directa. Recuerdo que para las llamadas de larga distancia, estas tenían que pasar por la operadora de Santa Clara. De la comunicación vial, ni hablar, por ejemplo, no existía una comunicación directa entre Sancti Spíritus y Yaguajay ni entre Sancti Spíritus y Fomento.
¿Por qué usted hizo tanto hincapié en la identidad espirituana?
No es posible que un pueblo trabaje, que materialice sus afanes junto a una dirección política y de gobierno, si no está espiritualmente integrado. Se trataba de no desconocer a nadie, teníamos que mantener la identidad de cada municipio; pero, al mismo tiempo, había que crear una identidad espirituana. Trinidad era cabecera de una región, Jatibonico pertenecía a la de Ciego de Ávila, Fomento a la del Escambray, Yaguajay a Caibarién…
Cuando usted hoy transita por la Carretera Central y aprecia cuánto creció la ciudad de Sancti Spíritus hacia la zona norte, ¿qué pensamiento lo sorprende?
Crear una capital provincial, que realmente fuera un polo de atracción del resto de los territorios, constituía un reto. La ciudad de Sancti Spíritus estaba muy atrasada, poseía una débil infraestructura de viviendas; no teníamos edificios donde ubicar las nuevas direcciones administrativas. Necesitábamos que las emisiones de radio llegaran a todo el territorio. No teníamos un periódico, algo tan fundamental para el trabajo; incluso, llegué a decir que sin periódico no había provincia.
DE LA MEMORIA
De las altas y amarillentas hojas de Escambray —fundado el 4 de enero de 1979— también brota la memoria. Es el mismo periódico tibio que cada amanecer Joaquín Bernal mandaba a buscar a la imprenta. En las páginas centrales aparecen las reflexiones del primer secretario del Partido durante la sesión de la Asamblea Provincial del Poder Popular a mediados de 1980. A la par de reconocer el desempeño de su Comité Ejecutivo, llama a detener la anarquía en la construcción de casas en los pueblos sin respeto a un plan director y critica la tendencia de muchos de preferir levantar sus casas en Sancti Spíritus.
En medio de la vorágine inversionista surge otro criterio del dirigente político: “Si seguimos construyendo naves para todo, este pueblo parecerá un pollero, y este pueblo tiene que convertirse en una ciudad”.
Bernal Camero insiste en determinar cuáles son las obras más necesarias. Abunda en torno a la controversia que ha suscitado la ejecución de una doble vía en la Carretera Central en la ciudad cabecera: “Muchas personas han dicho que esa obra no hace falta, que no estamos para esos lujos. Tenemos que desarrollar nuestra red vial; no podemos estar haciendo caminos reales como los españoles”.
UNA MIRADA DESDE HOY
“El pueblo hizo un gran esfuerzo y respondió —añade Bernal Camero—, no sin discrepancias, incluso entre nosotros mismos, los que estábamos en la dirección. En realidad, no estamos totalmente satisfechos con todo lo que hicimos”.
¿Por qué esa inconformidad?
Lo hecho no siempre se ejecutó con los niveles de calidad y de eficiencia esperados. Algunas obras quedaron mejor, otras no tan buenas. Ahí está el ejemplo de la Formadora de Maestros (hoy sede central de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez). Era muy importante porque respondía a la necesidad de formar profesionales en esa rama; pero si tú ahora me preguntas: “¿Se construyó con calidad?”. Fue buena en la medida en que pudimos; no obstante, pudo quedar mejor, al igual que el Hospital Provincial. El hospital demoró mucho en construirse. Casi ninguna obra que hicimos la pudimos hacer en el tiempo previsto.
Tierras, agua y personas: esos fueron los tres recursos básicos que apuntalaron la naciente provincia.
Esos eran los recursos que teníamos a la luz de las condiciones en aquel entonces, y el más importante, el hombre. Había que capacitar, darle estudio a la población. No teníamos grandes recursos minerales; sí teníamos agua (los embalses y el mar por ambas costas) y tierras, unas buenas, otras regulares. Dimos seguimiento a la creación de las cooperativas, impulsamos el desarrollo de la producción cañero-azucarera, la del arroz en el Sur del Jíbaro.
Vivíamos momentos de goce cuando la provincia cumplía los planes de fabricación de azúcar. También recuerdo cuando se enfermó toda la caña y se sembraron miles de caballerías en un tiempo muy breve. El pueblo se afincaba.
LAS MARCAS DEL 26
¿Las conmemoraciones nacionales por el 26 de Julio en 1986 marcaron la mayoría de edad de la provincia?
No sé si habíamos alcanzado la mayoría de edad; pero sí significó una etapa importante. El pueblo se entregó con una fiebre increíble a trabajar, de conjunto con los cuadros, las instituciones, los organismos. Y en el acto estuvieron presentes todos los poblados y comunidades; discutimos para que por lo menos de cada lugar viniera un camión con personal si estaba dispuesto a hacerlo. Hubo quienes vinieron por primera vez en su vida a Sancti Spíritus en esa ocasión.
Algunos pensaron que ese acto se lo regalaron a Sancti Spíritus.
Hoy esa gente tiene que haberse dado cuenta de que no fue así. Esa celebración se la ganó la provincia con sus resultados; además, la dirección del país no ha estado regalándole nunca actos a nadie.
¿Qué antecedentes tuvo el logro de la sede en 1986?
Nosotros le habíamos pedido al Comité Central del Partido que nos permitiera desarrollar un programa de trabajo y enarbolar la idea de luchar por obtener la sede del acto nacional; eso se nos admitió. Éramos una pequeña y joven provincia; teníamos una desventaja muy grande en comparación con las tradicionales y con otras nuevas más desarrolladas.
¿Había cierta subestimación hacia Sancti Spíritus?
No, no había ninguna subestimación, pero no estábamos en iguales condiciones en relación con las demás provincias, y necesitábamos declararnos en la batalla para que se tomaran en cuenta los resultados de ese trabajo; al final se adoptó la decisión.
Fidel es un indagador nato. ¿Cómo usted se preparó para enfrentarse, en el mejor sentido, a sus lances, a sus preguntas?
Fidel llegó unas cuantas horas antes del acto; ya estaban entrando miles de personas de toda la provincia a la ciudad de Sancti Spíritus. Recibí la llamada en el Partido de que me estaba esperando en San Juan Bosco, donde se alojó. Tuvimos una conversación bastante prolongada allí.
En realidad, mi preparación fue la del trabajo, la del conocimiento y la vinculación con lo que estábamos ejecutando en el territorio; ordené algunos datos, algunas ideas, para, de ser oportuno, transmitírselas.
Independientemente de que la personalidad de él se impone en cualquier circunstancia, siempre me sentí cómodo en mis contactos con él; su propia grandeza permite que las personas que dialogan con él se sientan en confianza. Fidel indagó por todos los asuntos del territorio, fundamentalmente por las obras nuevas y viejas, las causas de las paralizadas, los problemas de la planificación…
Haciendo gala de sus dotes de orador, si bien Fidel no escatimó elogios para Sancti Spíritus en su discurso del 26, no dejó de ser agudo, en lo esencial, por la tardanza en la conclusión de algunas obras. ¿Aquello resultó una apelación a la vergüenza del pueblo espirituano y de sus dirigentes?
Sí, claro. Estábamos abochornados de esas cosas, y dicho por él era una crítica muy profunda. Pero eso iba más allá de la responsabilidad personal de cada uno de nosotros, era un problema del país, o sea, la demora en la terminación de las obras, su mala planificación. Por esos años se desarrollaba el proceso de rectificación de errores. No escapábamos de esos problemas.
Sin embargo, sí pudimos hacerle un regalo al Comandante en el propio acto: construir todas las aulas en Educación que hacían falta para establecer la doble sesión en las escuelas primarias. Era una batalla en Cuba, pero nadie había podido alcanzar la meta. Durante el acto se le entregó un álbum, con carácter simbólico; el regalo era fruto de una necesidad y de una orientación del país.
Al respecto, me comentó: “¿Tú sabes por qué pudieron hacer eso? Porque le dieron participación a las masas”. Efectivamente, la gente había puesto hasta transporte, herramientas, materiales.
Concluido el acto, ¿qué impresiones Fidel compartió con usted?
Cuando bajó de la tribuna, aprecié que estaba emocionado, y me hizo un comentario: “El pueblo de Sancti Spíritus ha demostrado una disciplina enorme. Pocas veces he visto tanta disciplina en un acto tan grande, tan masivo”.
ENTRE MULTITUDES
A las 9:33 a.m. del 27 de julio, Fidel Castro llegó al Hospital Provincial Camilo Cienfuegos; lo aseguran las páginas de Escambray. Por allí, el líder inició un recorrido por la ciudad que finalizó pasado el mediodía. Aún hoy, el cirujano Pedro García, entonces director del centro, recuerda la sentencia venida del hombre de barba tupida y de voz más bien baja: “Tú sabes, médico, cuando las puertas de un hospital se abren no se pueden cerrar jamás”.
Poco después, también inauguró la Facultad de Medicina, que caminó casi de punta a cabo. Antes de partir, escribió en el libro de visitantes: “El edificio es excelente, deseamos que los profesores, estudiantes y trabajadores sean superiores”.
En la mañana de ese día, desde la barriada de Colón hasta Los Olivos, desde Jesús María hasta Chambelón, el suceso corrió de boca en boca: “Fidel todavía está aquí”. “Cuando me dijeron que se hallaba en el río, arranqué pa’llá, y allí lo vi conversando de lo más campante con una señora, blanquita en canas”, rememora Guillermina Alonso.
Joaquín, ¿por qué llevó a Fidel hasta el paso peatonal sobre el río Yayabo?
“Porque en esa etapa discutimos la necesidad de que el río, lejos de ser un área infesta en medio del pueblo, se convirtiera en un lugar distinto, con belleza. Hicimos un esfuerzo por limpiar una parte del Yayabo; se empezó el trabajo. Le hablamos de eso, él se interesó y lo vio. El pueblo se aglomeró en el lugar; a nadie se convocó para eso. A Fidel le impresionó ver tanto pueblo en las calles. Dondequiera que él esté, se mueve entre multitudes; nunca ha estado solo en ninguna parte”.
De un lado a otro se trasladó el Comandante en Jefe aquel día 27; su visita incluyó, igualmente, el tanque apoyado y la planta potabilizadora, el aeropuerto, la EIDE Lino Salabarría y la antigua sede del Hospital General, que devendría Materno Infantil.
PRESENCIA INFINITA
Con 36 años, Joaquín Bernal tomó las riendas de la conducción política de la provincia. Anteriormente, había dirigido el Partido Comunista de Cuba en la región de Sancti Spíritus, perteneciente a la otrora Las Villas.
“La historia, sin yo buscarlo, me dio el privilegio de ser anfitrión de Fidel. Traté de honrar a mi pueblo, a las direcciones del Partido y de los organismos, que eran muy dedicadas. Una vez más pude apreciar la estatura de Fidel; con todos sus grandes problemas entre manos y sus responsabilidades, dedicó tiempo a un pequeño territorio, ilusionado con la celebración del 26. Ese es Fidel Castro, el hombre entregado al pueblo, al mundo, sin interés personal. Fidel es una riqueza del mundo”, me comentó hace pocos días.
“Después que él regresó a La Habana, a las pocas horas realizó tres llamadas. Llamó a la mañana siguiente para preguntarme por el estado de ánimo de la población, por cómo había interpretado su discurso. Me hizo observaciones acerca de los planes de la provincia; él los revisó todos. Estaba interesado en que Sancti Spíritus fuera un gran productor de rasillas. Quería, también, terminar el tramo de la Autopista Nacional entre Santa Clara y Sancti Spíritus, que tenía solo la mitad asfaltada. Tenía planes para el desarrollo de la industria hotelera en la costa sur de Trinidad, para la Arrocera… Siempre pensé que Fidel conocía más Sancti Spíritus que yo. Él regresó a La Habana, pero siguió metido en la provincia. Es difícil resumir su visita, pero sí te puedo asegurar que fue un momento muy grande en la historia de Sancti Spíritus.
Fue emocionante el 26 de julio de 1986 en el que tuve la posibilidad siendo muy joven de presenciar el acto desde las sillas. Hoy 30 años después volví a asistir al acto tan esperado por el pueblo espirituano. Indiscutiblemente la provincia ha tenido mucho avance y grandes resultados que la llevaron a merecer la sede después de tanto tiempo transcurrido. La emoción de la sede de 1986 y su acto con Fidel serán inolvidables!.