Una mezcla de tristeza y dolor acompañó a cada espirituano en esta mañana durante el paso de la caravana que traslada sus cenizas hacia Santiago de Cuba. Algunos expresaron su sentir con el compromiso eterno de poner en práctica las ideas expresadas por el líder de la Revolución.
Yo soy Fidel
Me impresioné mucho cuando vi llegar la Caravana, sentí un peso muy grande en mi corazón al ver frente a mis ojos el carro que porta sus cenizas, lloré como muchos otros, porque lo siento como a un padre, un amigo sincero, un hermano. Pero Fidel no se fue, está aquí entre nosotros, en cada sonrisa de los niños, en cada logro que se alcanza, en cada uno de estos jóvenes que hoy portan las banderas de la estrella solitaria y gritan a su paso hacia la eternidad: “Yo soy Fidel” (Sandra Rodríguez Marín, trabajadora de la TRD Colonia Española, en Sancti Spíritus).
Hoy me bebí las lágrimas
Tal y como lo hicieron cientos de miles de espirituanos, yo no podía quedarme en mi casa, sentí el deber y el compromiso moral de venir para verlo partir, también lo vi el 6 de enero de 1959 cuando la Caravana de la Libertad, entonces era solo una niña y mis padres, que residían en Alicante, me trasladaron hasta la carretera, cerca del poblado de Tuinucú para mostrarme aquel acontecimiento. Hoy me bebí las lágrimas, pero con una mano en el corazón le dije a mi Comandante: Hasta siempre (Felina Morales Hernández, espirituana de 68 años).
Quiero que mis nietos lo veneren siempre
Desde las 4:30 a.m. estoy en las inmediaciones del parque Serafín Sánchez y, aunque me falta una pierna, sentí que no podía dejar de acompañarlo en su último paso por la tierra del Yayabo. Soy combatiente del Ejército Rebelde, de Girón y de Angola, y mientras tenga fuerzas seguiré bajo sus órdenes, porque Fidel está vivo, él no murió, así le dije a mis nietos para que lo veneren siempre y lo tengan como un guía indiscutible de sus vidas (Mario Consuegra Cabrera, jubilado de 81 años).
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