El personaje de fin de año en Cuba por su intervención en el Parlamento, el diputado Israel Pérez Cáceres, es un ser de carne y hueso que no se vanagloria de gestión alguna
Dicen, y no precisamente el Juan Candela de don Onelio Cardoso, que la primera vez que Israel Pérez Cáceres (Katanga) rindió cuenta a sus electores como delegado del Poder Popular se armó el acabose. Era una noche de cielo de tinta pura en Venegas, Yaguajay. Él iba vestido de “pinchín”, como dirían los montunos: lucía guayabera y olía a Moscú Rojo por los cuatro costados. Despuntaban los años 80 del pasado siglo.
Casi sin haber dado las buenas noches, Katanga se quedó prácticamente solo en medio del Círculo Social del pueblo; nadie recuerda un tropelaje igual en la comarca; la gente salía con el susto en los pies.
— ¿Qué pasa?, ¿qué pasa?, insistió él.
—Que la yunta de toros de Victorino Espinosa se soltó y anda dando carrera por allá afuera, le aclaró uno de los pocos fieles electores que no lo abandonaron en aquel trance.
La historia parece salida de El cuentero, pero más de un lugareño de Venegas la confirmó a quienes llegamos a esta comunidad en busca del diputado a la Asamblea Nacional que en la reciente sesión plenaria, con garganta de pueblo, solicitó al Estado ponerle coyunda a los precios de los productos agropecuarios, básicamente los del mercado de oferta y demanda, que tienen en ascuas el bolsillo de los cubanos y cubanas. Por ejemplo, hasta a 25 pesos se ha cotizado en el país la libra de tomates, que, por su valor, deben ser familia de los del relato de Juan Candela, los cuales eran más grandes que una güira cimarrona.
“No hablo de cambiar la estructura de comercialización; sino de topar los precios. Es demasiado el margen entre la producción y el valor con que se vende. Raúl orientó buscarle una solución a eso”, recuerda.
No pocas veces los cañones se enfilan hacia el campesino…
“El hombre del campo no es el culpable de los altos precios; él tiene que sembrar, velar las nubes, buscar el petróleo. El comercializador debe existir, pero su margen de ganancia no puede ser tan grande”, alega Katanga, quien lleva ese apelativo desde que el mundo es mundo, según nos advierte en la sala de su casa, desprovista de realeza alguna.
Enlazando las palabras con sus manos que suben y bajan al vaivén de la anécdota, relata que el apodo le viene de un domador de leones nombrado El terror de Katanga, cuyo circo actuaba de pueblo en pueblo. Cuando aquello, la familia de Israel vivía en Perea, y el niño, inspirado en el temerario hombre, ideó una jaula en el patio de la casa, y fusta en mano trató de domesticar la manada de gatos que le traían de toda la redonda.
— Te pareces a Katanga, le espetó —medio en broma, medio en serio— un tío. Y hasta el sol de hoy. El nombre de pila del hijo de Agustín y Ofelia solo se consigna en su expediente laboral y en otros documentos oficiales.
“De mis padres heredé el respeto. Mi papá iba a todas mis asambleas, y cuando yo decía un error allí, era el primero en criticarme. Cuando quise ser pionero, mi mamá —muy simpatizante de Raúl (Castro)— le dijo a él: ‘Déjalo que sea para ver si cuando esté bajo sus órdenes, Raúl le endereza el moño’. Yo era un muchacho travieso, como se dice en buen cubano, un jodedor. Todavía hoy me gusta hacer cuentos; pero, ante todo, me gusta respetar y defender a mi pueblo. He tratado de hacerlo aquí, en la Asamblea Municipal; en Sancti Spíritus, como delegado de la provincial desde 1999, y como diputado a partir del 2008”.
¿Cómo logró que le asfaltaran las calles de Venegas?
“Si publican eso me fusilan (RÍE A SUS ANCHAS). Le hice una carta al entonces Ministro de la Construcción. Se valoró la solicitud, y llegado el momento, el compañero del Micons de la provincia me preguntó: ‘¿Tú tienes dinero?’. ‘Sí, 10 pesos’. Andaba con esa cantidad en el bolsillo y sabía que me preguntaba por el de las calles; pero me hice el chivo loco. Como 1 200 000 pesos costó aquella ‘parranda’. Después me llamaron: ‘Tú dijiste que tenías dinero…’. Casi me matan. Lo pagó la Revolución, esa que tenemos que cuidar como si fuera oro”.
Usted no fue un pelotero de manigua. ¿Cuándo comenzó ese otro capítulo de su vida?
“Empecé en la pelota desde niño, en Perea. Me hicieron catcher a la brava; era zurdo; después cambié de posición. Hice el equipo de Venegas, el de Yaguajay, que era la selección norte. Jugué mucha pelota con Lourdes (Gourriel); él era tercer bate de los Agrícolas y yo, el cuarto”.
¿Usted era bateador largo?
“Sí, sí; yo di mis buenos batazos. En un doble juego di tres jonrones seguidos con bases llenas contra Meneses. Y, fíjate, ese día me iban a sentar. Mi madre hizo una promesa con ese partido. Al regresar al pueblo, ella estaba esperándome en la esquina, vestida de saco de yute blanco. Mis padres ya son fallecidos; tengo dos hijos con mi señora”.
Y como para recordarle la omisión involuntaria, desde el cuarto el llanto de un recién nacido intenta tomar cartas en nuestra conversación. “¡Ahh!, yo veo por los ojos de ese nieto”, sostiene quien a los 15 años, luego de vencer un curso emergente, se vio frente a un aula.
“Como maestro más bien pasaba trabajo; por suerte, existían los tabloides por donde impartir las clases. Cuando venía una visita, empezaba a temblar desde que aclaraba el día hasta que se iba. Dejé de dar clases a los 32 años; sin embargo, a cada rato sueño que tengo dos horas de atraso en Educación Laboral. Cada vez que podamos hablar con un maestro y admirarlo, hagámoslo”.
Porque en la vida el cuerpo no debe esquivar lo difícil, asumió la dirección de un contingente de Yaguajay que hizo sus mochilas y partió hacia la Arrocera de La Sierpe a mediados de los 80 del siglo anterior.
¿Y qué usted sabía de arroz?
“Nada; aprendimos a trastazo limpio. Hicimos de anegadores. Eso era con un tenedor, machete, garabato; arroz y agua, arroz y agua. Los mosquitos te levantaban en peso; el vapor, insoportable. Bajé 42 libras. Sin embargo, cumplimos”.
¿Cuántas jugarretas hizo en ese tiempo?
“Para qué decirles. Una vez había un avión sembrando arroz y yo estaba orinando; el avión viraba frente a mí y me metí con el piloto. Él siguió y regresó. Cuando sentí lo que venía detrás de mí —era un peso muy grande en la espalda—, me tiré en un canal. Por la tarde, comíamos juntos y recuerdo que le pregunté al piloto: Chico, ¿tú eras el que estaba hoy sembrando arroz? Casi me das; el avión venía a la altura de un taburete. “Sí, sí. Yo te quería dar con las gomas en el lomo para que aprendieras”.
Cuando le preguntamos por sus aventuras en la música, los ojos de Katanga parecen salírsele de sus cuencas: “Yo era un músico malo, malo. En el grupo Los Nómadas tocaba el bajo, que tenía cuatro cuerdas, pero nada más supe hacerlo con dos. Y así lo toqué hasta en el teatro de Santa Clara. Una locura. Tenía el diapasón pintado con rombitos, triangulitos. Cuando llegaba a un cabaré oscuro no podía tocar; si yo no veía, no podía poner las notas. Así estuve 12 años.
“Recuerdo que la primera vez que actuamos en Perea, yo andaba con un par de tenis y con una camisa floreada que mi vieja, en paz descanse, me hizo de un mantel. Aquello fue suficiente para que me consideraran un chulo. Ahora dicen que la juventud está perdida; no, lo que pasa es que estamos en el 2016. Estoy muy orgulloso de mis jóvenes. ¡Ah!, y aquel chulo es diputado a la Asamblea Nacional”.
Cuando usted ocupa una de las butacas del Palacio de Convenciones, ¿quién está sentado allí?
“Ahí está sentado el pueblo de Cuba, de Sancti Spíritus, de Yaguajay. Soy un guajiro de Venegas con voz y voto en el Parlamento; mira donde vivo, en un campito de este país”.
¿Qué le incomoda más?
“Me incomoda la mentira. Tengo como principio no decirle que sí a una persona para quedar bien con ella. Si viene a verte y no está entre tus posibilidades resolver su problema, dile la verdad; quizás se vaya brava, pero luego no te dirá mentiroso. No he engañado a nadie como delegado”.
¿Cuánta caña cortaron sus manos?
“Óiganme, no pongan eso. Por ahí anda una biografía que dice que fui machetero en la zafra del 70. Eso fue una semana nada más”.
Antes de que los gallos espuelen la mañana, Katanga se tira de la cama y cuela el primer café. Como reloj que siempre vuelve al mismo sitio, parte hacia el centro del poblado para comprobar si las guaguas salen a tiempo y ver cómo el amanecer se va llenando de ruidos, de gente. “El pueblo es mi familia también; en los campos se vive con un cariño inmenso”, comenta.
Como presidente del Consejo Popular desde 1995, los dominios de Katanga rebasan las fronteras de Venegas y se extienden hasta Pueblo Nuevo, Mérida, La Luz y Dalia, cuyo acueducto lo tiene “de rodillas”, admite. Por ello, cuando en diciembre último vio aparecer a Inés María Chapman, presidenta del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, en uno de los pasillos del Palacio de Convenciones le preguntó con donaire montuno: ¿Usted es la ministra del agua?, y a seguidas le narró sus quebraderos de cabeza con el abasto del líquido a esa comunidad.
“Aquí no todo es bombo y platillo”, acepta quien también relaciona la solución de un grupo de planteamientos de los electores, hoy agua pasada gracias al apoyo del Gobierno, la comunidad, las entidades. “Yo solo he gestionado resolverlos”, acota para no vanagloriarse con mérito ajeno.
Persistente, optimista de cuna al hablar de los años por venir de Cuba, perretoso —al punto de a veces cogerse miedo—, devoto de los jóvenes, cubano que intenta buscar una salida cuando en el cielo solo se ven nubarrones, ser de carne y hueso que en ocasiones la ha metido al home —según sus palabras— por un error cometido, defensor de quienes llevaron la historia de Venegas y de su país a un altar venerable.
Así se define Israel Pérez Cáceres, el diputado que acaparó titulares de periódicos, de radio y de la televisión el fin de año en la isla. “Cualquiera se pone nervioso con las cámaras encima y esa luz que te deja la cabeza como un huevo frito. Allí mi voz fue la del pueblo de Cuba. Por ser diputado no me creo nada; siempre seré Katanga. Y el día en que no sea delegado, llegaré con un taburete a las ocho menos cuarto a mi rendición de cuenta”.
Amigo Israel, soy de Venegas hasta los huesos, te admiro, se de donde provienes, conosi a tu padre, madre , hermana, esposa (Idania), sigue asi coño
Que orgullo del pueblo , ser humilde , trasparente , tal como hablo es el , sencillo , humilde , sin lujos , sin vanagloriarse de nada , dado por más de 30 años a su pueblo y a su gente , querido por tdos , admirado por muchos , es un ser maravilloso , ejemplo para muchos , una persona sincera , guajiro , querido , respetado …. q orgullo hablar con el , conocerlo , verlo de frente , abrazarlo…., si he tenido ese honor , y por ello me enorgullezco más , lo conozco y me conoce desde niña, desde q nací me dio su cariño , ese gran hombre es hermano de mi madre , es mi tio katanga», hoy te digo una vez más como te quiero mi tio lindo , q orgullosa estoy de ti mi negro bello , te adoroooo
Felicidades Israel, muy pertinente su intervención en la Asamblea Nacional. El pueblo se lo agradece y reconoce y confía en que las aguas tomen su nivel, sino, usted está ahí para seguir la batalla.
por suerte como Catanga hay muchos por toda la Cuba profunda como dicen algunos, y es muy bueno que la prensa nos lo de a conocer, pura imagen del guajiro luchando desde abajo «dandole el pecho a las balas», por eso creo tambien que es positivo debatir con el, topar los precios es solo uno de los muchos efectos de una causa que es la que hay que buscar y resolver, nada novedoso, probado y experimentado desde hace años, la yuca, vianda por excelencia de los cubanos, muy gustada por todos, exquisita textura y sabor, acompañante de otros platos, sana, saludable, da sensacion de llenura y al comerla se come menos arroz, buenos rendimientos agricolas, nada exigente en cuanto a calidad de suelos, resistente a la sequia, facil laboreo, no demanda mucha mano de obra, cultura de cultivo arraigada en nuestros campos, no se reproduce por semillas, es por su tronco, el cual se apila a la sombra de una mata durante semanas, un surco, tapar y uno o dos aporques, que recursos necesita, la tierra y una yunta de bueyes, maravilla de la naturaleza, la propia tierra es su almacen natural donde puede guardarse durante meses, no la afecta ni el bloqueo, coyuntura de mercados, bolsas de valores, precios del barril de petroleo
y entonces porque no se produce yuca abundante en Cuba, topar su precio a $ 1.00 la libra sera la solucion de que no falte de nuestra mesa, invito a otros a debatir.
Es uno de los tantos héroes anónimos y humildes que por suerte tenemos en nuestro país. Un reconocimiento para Ojito que nos ha permitido ver la grandeza y humildad de este hombre tan de pueblo que nos representa como solo en nuestra sociedad es posible.
Con mucho placer he leido el reportaje de Ojito, he disfrutado mucho a Catanga, felicidades para este guajiro espirituano que en el parlamento habló por millones de cubanos.