Irma golpeó con soberbia la infraestructura del Consejo Popular, toca ahora a los habitantes reanudar el asalto de la recuperación
“No quiero un ciclón ni de ventilador”, comentó a este reportero un vecino de Mayajigua, quizás entre los poblados de todo Yaguajay el más castigado por la furia de Irma, un embate que no sorprende cuando se conoce que, en la cercana localidad avileña de Falla, los instrumentos midieron rachas de hasta 250 kilómetros por hora.
Tal vez por eso Camilo Oquendo, que de seguro desconoce con exactitud las velocidades que alcanzaron los vientos, sí tiene certeza de algo: “Como este ninguno, no tanto por su fuerza, sino porque fueron muchas horas revolcándolo todo; en Mayajigua el viento chiflaba, las rachas lo mismo venían del norte que del sur; eso fue el acabose”.
El huracán sacó más de un susto a María Victoria Díaz, que no encuentra palabras para explicar cómo pasó aquellas interminables horas, mientras Irismelba Pérez confiesa que tomó hasta pastillas para calmar el pavor que le causaron los vientos.
Ambas son trabajadoras del restaurante La Fragancia y las encontró Escambray el martes por la mañana en pleno portal, vendiendo alimentos, “para que la gente tenga comida porque en las casas no se puede cocinar, aquí tenemos un fogón de leña y mantendremos el servicio fuera del local hasta que haga falta”, comentó María Victoria.
Cuenta Sonia Santos Domínguez que en el barrio La Campana pocas casas quedaron en pie y en su vivienda la solidaridad reunió a 19 pobladores. “Mi techo es de zinc, pero lo amarré y ahí está. Lo más duro fue cuando amaneció y vimos el pueblo maltratado, hubo gente que, en vez de llorar, gritaba. Ya pasamos lo peor, ahora a guapear otra vez”.
En la calle Serafín Sánchez, la más céntrica de Mayajigua, se ubican diversas instalaciones estatales. La Farmacia, el Registro Civil, la Biblioteca, el Correo, la Casa de Cultura, ahora casi todas con el cielo como techo, como si Irma se hubiese empecinado en borrar parte de la reanimación que hace apenas unos meses dio lucidez a la localidad.
El colectivo de la Casa de Cultura, casi bajo la lluvia recogió en plena calle las planchas del techo para no perderlas; el mismo que protegió cada recurso de la instalación.
“Es normal que la gente esté abatida con lo que nos pasó, pero nadie puede olvidar lo principal: estamos vivos”, subraya Yodarxis Cardoso Morciego, directora de la Casa de Cultura.
Las primeras estadísticas preliminares recogidas por Escambray en el Puesto de Mando de la zona de defensa dan cuenta de más de 1 000 viviendas afectadas de una u otra manera; otras obras notables del programa de reanimación, entre ellas, la Terminal de Ómnibus, también visten el traje del impacto. Bodegas y centros de la gastronomía y los servicios, engrosan la lista de los daños.
El llamamiento de Raúl llegó a los centros laborales y lo estamos llevando al pueblo, según Lázaro García Hernández, presidente del Consejo Popular. “De momento, resolver con lo que quedó en cada lugar hasta que lleguen otros recursos” asevera.
“Mayajigua da lástima —añade García Hernández—, los miles de pesos que costó la reanimación el ciclón se los llevó; los evacuados de más de 90 años aseguran que no habían visto cosa igual”.
Pero como Mayajigua es tierra de boxeadores, su gente conoce el arte de pelear a la riposta, y esa es la estrategia que corresponde seguir a los lugareños sin mirar cuántos asaltos durará este combate.
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