Yaguajay se duele del caos dejado por Irma, pero para su gente, enfrascada en rehacer lo que el huracán destruyó, lo importante es la vida
Antenas delanteras de insectos, así se nos antojan los dos penachos que se empinan, como llorosos, hacia el cielo gris de Yaguajay. Entre los miles de palmeras a la vista son escasas las que tienen pencas con vida, al igual que sucede con los cocoteros, mayormente caídos, y con los platanales.
Desolador luce el norteño municipio espirituano, cuyas comunidades pegadas a la costa sufrieron los embates de los vientos más fuertes del huracán Irma y, sobre todo, más prolongados que recuerden por aquellos contornos.
Los estragos se perciben en los postes de concreto lanzados sobre el camino, que obligan a los carros a desviar el rumbo. Se palpan en La Eladia, asentamiento donde yace una casa de tablas derrumbada con muebles y ropas debajo de los escombros, en tanto en la de enfrente Dulce Arteaga parece no atinar a nada. Sus paredes están rajadas bajo los árboles que les cayeron encima y las pertenencias chorrean agua. Desde allí y desde muchísimas otras viviendas las nubes grises pueden casi tocarse con las manos.
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La vista se duele ante imágenes de cosechas perdidas, árboles enormes con sus raíces fuera y mujeres con lágrimas en los ojos, aunque ocupadas en hacer.
COMUNIDADES AJADAS
José Ramón Monteagudo Ruiz, presidente del Consejo de Defensa Provincial, quien recorrió los puntos más azotados, departió con los habitantes de las comunidades visitadas y los puso al tanto de la situación de los evacuados del municipio que aún permanecen bajo protección. Respondió también a la curiosidad de quienes preguntan por los daños.
Asimismo, comentó la necesidad de que todos ayuden a levantar las moradas e instituciones dañadas en sus respectivas demarcaciones. “En cada lugarcito hay que ir limpiando. Ahora no va a ser como en Guantánamo, que el país decidió concentrar las fueras allá; ahora tendremos brigadas mixtas para ir restableciendo la corriente poco a poco”, explicó. El joven delegado del Poder Popular en La Gloria, caserío del Consejo Popular Turquino 1, le informó que ya “los eléctricos” pasaron por allí, constatando las afectaciones.
“Afigúrate tú, no pensando en lo que uno está viendo ahora, todo está bien. Unos pocos fueron para Morales, ahí a la entrada; nosotros nos quedamos en el consultorio. Nos reunimos como 50 allí y no pasó nada, eso es una fortaleza enorme. Mi casa está enterita, con lo que sí me acabó fue con el cafetal, pero bueno, habrá que esperar a que retoñe de nuevo”, relata Abelino Rosendo Rodríguez, quien con 79 años todavía rezuma energía de la buena.
“Por suerte aquí nunca ha habido problemas con las personas, porque siempre se actúa en tiempo. Ciclón como este nunca lo había vivido. Esto parecía realmente como si le estuvieran dando a las paredes con una mandarria”, ilustra.
Más adelante, en Jobo Rosado, los relatos nuevamente fluyen, mientras vecinos llenan sus recipientes de agua que cargan desde una pequeña pipa. Como mismo se aprecian los destrozos, se observan también los pasos para la recuperación: gente cuantificando los daños, hombres despojando de malezas los caminos, materiales de construcción y mantas para techos llegando a los lugares, como es el caso de los Centros Integrales Porcinos de Carbó, donde Irma arrasó.
DOS LLANADAS ARRIBA
La escuela primaria Rafael Trejo, de Llanadas Arriba, exhibe un techo agujereado. Su gente luce entre afligida y resignada. No muy lejos de allí, en Llanadas Abajo, Mayelín Rivero tiene poco consuelo. Disimula los primeros minutos, mas luego rompe en llanto mientras narra la forma en que su casa quedó destruida. “Ni ropa para el niño me quedó, no atiné a coger mucho. El Delegado me prestó esto aquí mientras las cosas mejoran”, le cuenta en el portal de un pequeño centro comercial a una colega.
Antonio Pablo Marcelo, septuagenario que no quiere ni recordar lo sucedido en los dos días cuando Irma se empecinó en borrarlos del mapa, tiene los ojos húmedos y la voz firme. Habla de Camilo, quien pasó muy cerca de allí, y de Fidel, como dos pérdidas propias mayores a las de ahora. Son dos Llanadas, pero ambas podrían apellidarse Arriba tras el paso del huracán en atención a los bríos de que hablan casi todos. Irma, dicen, solo destruyó, no se llevó nada y la palabra de orden no es otra que construir.
Vitoria, el punto más al norte en Yaguajay, exhibe su faz más lastimosa. Los daños principales allí están en la flora y la fauna, medio salvadas por el mangle. Junto a la playa con un litoral destrozado está El Viejo Espigón, restaurante que apenas sufrió daños, en tanto el dancing situado a pocos metros es apenas un amasijo de fragmentos de paredes y techo. No está el piso de la parrillada, porque el mar se lo tragó, y el muelle donde atracaban las embarcaciones del Citma (entidad encargada de la protección del medio ambiente) reposa a unos 50 metros de la orilla.
Cerca de 130 miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias se incorporaron a la cruzada en una fusión de verde con verde en aquel municipio. Allí recogen escombros, sierran árboles, asisten a los más desvalidos.
Yaguajay es hoy un hervidero de personas curando llagas y levantando optimismo. Desmelenado, pero en pie, no solo existe, sino también resiste.
Saludos, amigos.
Quiero agradecerles por su trabajo incansable durante estos días difíciles en los que tuvieron que dejar a sus familiares y pertenencias a merced para brindarnos información del estado de nuestro terruño. Por aquí, al norte del estado de la Florida estamos todos bien y ya continuando con nuestro ajetreo cotidiano. ¡Sobrevivimos a Irma! Abrazos para todos por el periódico.