Cuando el bando rojo comenzó a improvisar, el azul no se quedó con la boca cerrada. La frase de uno encontró la muerte con la del otro. La rima fue el nexo exacto para que cada palabra encontrara el acomodo preciso con la otra. Frases punzantes, otras un tanto humorísticas, algunas para reflexionar se colaron en el gusto popular. Los aplausos y las exclamaciones avivaron la llama creativa. De esa forma, nació y se afianzó una raíz autóctona de nuestra cultura, no solo en nuestros campos, sino hasta donde el asfalto se pone más caliente por el paso de los carros. Sin imposiciones, la décima escrita y oral se ha acomodado en la escena nacional y hoy son muchas personas las que la reverencian.
“Cuba es una fuente inacabable de creaciones que responden a las características de ese discurso. Hoy existe un movimiento muy grande, con mucha fuerza porque hay gente joven con talento cultivándolo. Es la expresión de un proceso de continuidad, renovación de los grandes escritores que hemos tenido”, reconoció Antonio Iznaga Morejón, el Jilguerito, quien asistió al VII Festival de la Décima Toda luz y toda mía.
Este es un evento que ya se ha consolidado a nivel de país gracias al empeño del grupo de herederos de la cultura campesina que desde Sancti Spíritus labora sistemáticamente por no dejar perder una tradición legada, prácticamente, por los padres fundadores de la nación.
“No existe cultura nacional, país, ni Revolución sin los campesinos. Y ese tiene que ser un emblema de los pensadores, historiadores, de las instituciones, no solo de los decimistas y cantores. Hasta el propio Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel ha llamado a la producción de comida para evitar las importaciones y de las manos de los campesinos es que se obtiene”, dijo el mediático historiador Ernesto Limia, quien, aunque se declaró poco experto en el tema, ofreció una panorámica sobre la trascendencia de los hombres del campo en la evolución del país, desde la Guerra de los Diez años hasta la actualidad.
Y precisamente a ellos, que encontraron en el sonido de los grillos durante las noches lo más cercano a la música, se les honra cada vez que el encuentro moviliza la ciudad del Yayabo y otros puntos de la geografía espirituana. Verdadera suerte, obtenida, según su gestora Merari Mangly, por la confluencia de muchas manos amigas.
“Hemos madurado gracias a que es una cita que nace con el auspicio de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez y cuenta con la ayuda de instituciones culturales. En esas fusiones ha estado la clave para que crezca con solidez. En esta séptima edición contamos con la asistencia de ocho provincias del país, e incluso muchas de las personas llegaron hasta acá por sus propios medios, motivados exclusivamente por el ambiente de confrontación que se genera con la décima de por medio”, añadió.
Un ejemplo de ello fue Nicasio Luna Arratia, payador y cantautor de Chile, declarado eterno enamorado y admirador del rigor de la décima escrita y oral cubana.
“La mayor riqueza que me llevo es el haberme cruzado con jóvenes exponentes del repentismo. Me ha sorprendido el nivel de la improvisación que se hace en este país, reconocido así en toda Latinoamérica. En este encuentro me han dado detalles para hacer mejor el tranco de una décima y que suene más natural y poético. Lo mejor ha sido conocer al campesino de cerca porque descubrí que es muy parecido en todos los lugares. Esa humildad tan propia resulta común en el continente”, opinó.
Además del apartado teórico de la cita, donde se presentaron temas muy interesantes y las presentaciones de libros y las creaciones en vivo de los decimistas asistentes, uno de los momentos más especiales resultó la premiación del VIII Concurso Nacional de Décimas Toda luz y toda mía. El máximo galardón recayó en Rolando Ávalos Díaz, Roly, por el plaquette El mar es el bar de un par.
Este multipremiado creador exhibe lauros en certámenes de gran repercusión como el VIII Concurso Internacional de Décima, de Tuineje, y el XXXIV Internacional Francisco de Quevedo, ambos en España, y asegura que el obtener el galardón espirituano era una deuda.
“Hace un tiempo había merecido uno de los colaterales, pero quería ganarlo porque es un concurso que ya tiene mucho prestigio y es de los pocos que se convocan en nuestro país. Asistir significa una experiencia muy enriquecedora porque compartes con otros amantes de la décima, cultores en todos los sentidos y también conoces sobre la cultura espirituana, muy rica y peculiar”, consideró.
Precisamente, esa singularidad también prestigió a Toda luz y toda mía al honrar los 104 años de la canción Pensamiento, reconocida como el himno de los espirituanos, en tanto se homenajeó la obra de Diosdado Naranjo y Reinol Cruz.
“Sorprende siempre que sucedan esas cosas porque escribo no buscando ese tipo de recompensas, sino por la necesidad constante de decir algo. Si hoy tenemos este festival es porque existimos los decimistas espirituanos y con la constancia de Merari ya es una idea vertebrada, evaluada como uno de los más relevantes a nivel de nación cuando de la décima se habla”, aseveró como punto final el poeta Reynol.
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