La mayoría de los nombres de los días de la semana, como otros sustantivos de la lengua española terminados en -s, no expresan por sí mismos el número gramatical. Estén en singular o plural, las palabras lunes, martes, etc., se mantienen invariables: Este viernes hizo frío; Detesto los viernes. Igual pasa con caries, forma que debemos emplear tanto para hablar de una como de varias: la caries; las caries. Es el caso de análisis, dosis, tesis, ómnibus…
Por otra parte, del mismo modo que en nuestro idioma hay vocablos que siempre se usan en singular (salud, sed, por ejemplo), existen los que se emplean únicamente en plural: con gafas —nunca gafa— protegemos nuestros ojos del sol, y con espejuelos —nunca espejuelo— intentamos corregir ciertas deficiencias visuales. Engrosan esta lista enseres, víveres, escombros, etc.
Carecen también de moción de número muchas palabras generadas por la unión entre una forma verbal y un sustantivo: decimos el cumpleaños y los cumpleaños, sin variación ninguna. Es lo que ocurre con rompecabezas, sacapuntas, paraguas, tocadiscos, limpiabotas, buscapleitos, espantapájaros, cortaúñas…
Prestemos mucha atención al escribir estas formas compuestas, especialmente para que no olvidemos la consonante final. Podría conspirar contra la ortografía el hecho de que los cubanos, incluso en el registro culto de la lengua, relajamos con frecuencia la articulación de las eses al término de sílaba y palabra, aspirándolas o elidiéndolas.
El asunto se complejiza aún más por la disparidad que se observa en el comportamiento de los compuestos léxicos de este tipo. Algunos —como quitaesmalte, matavaca, vendepatria, comecandela, mirahueco, comebola…— no llevan -s en el segundo de sus componentes cuando hacen referencia a una sola entidad: Todo el mundo se asustó cuando enseñaste el matavaca; Se comenta que tu hermano es tremendo comecandela. En otros compuestos, sin embargo, es potestativa la presencia o ausencia de la consonante.
Así, el diccionario académico registra que es preferible decir y escribir, por ejemplo, pasamano, guardabosque, cubrecama y vuelacerca, aunque también resultan correctas las formas correspondientes con –s: Erasmo es el mejor guardabosque ~ guardabosques de la zona; Me encanta ese cubrecama ~ cubrecamas que te regalaron. Lo mismo vale para algunos sustantivos simples como efeméride, olimpiada, pantalón, blúmer, etc.: Mañana se recordará tan importante efeméride ~ efemérides; Cuba se prepara para la olimpiada ~ las olimpiadas del 2020.
Según el propio diccionario, la -s final, por lo contrario, se prefiere en nombres simples como tijeras o calzoncillos, y en compuestos como marcapasos, portarretratos, pararrayos, guardafangos, parabrisas…, aunque tampoco resultan censurables las respectivas variantes sin ella: Lo amenazó con unas tijeras ~ una tijera; Ese guardafangos ~ guardafango está muy sucio; Me recomendaron sustituir el parabrisas ~ parabrisa…
En conclusión, es bien variado el comportamiento relativo a la presencia o ausencia de la moción de número, y no existe una teoría que explique coherentemente toda la casuística. Para mayor engorro, a veces los diccionarios no reflejan ese comportamiento. Es el caso de ajustador, cuya alternancia con ajustadores (Se quitó el ajustador ~ los ajustadores), verificable en nuestro país, no se registra ni siquiera en el Diccionario del español de Cuba, de Gisela Cárdenas y Antonia Ma. Tristá.
Otras veces buscamos una palabra en las principales obras lexicográficas del idioma, y no aparecen. Por ejemplo, cuentamillas. Ni el Diccionario de la lengua española ni el Diccionario de americanismos —textos de la Academia— ni el Diccionario de uso del español, de María Moliner, la recogen; solo el Diccionario del español de Cuba. A veces tampoco este, como sucede con los compuestos limpiapiso, guardabolso, cubrefranco, quitamacho, sacatripa, limpiapecera, cortabloque, brincacerca...
¿Deberíamos escribirlos así o tendrían algunos que llevar la –s final?
Siendo estos compuestos creaciones léxicas de origen y empleo marcadamente coloquial, sería importante fijar su escritura priorizando la manera como se pronuncian, aun cuando no se descarte la validez de formas alternantes con –s si determinadas consideraciones semánticas así lo aconsejan.
La creatividad lingüística —totalmente legítima— entraña un reto para quienes deben dar cuenta de ella en los textos escritos, proponiendo la(s) forma(s) gráfica(s) más acertadas de las innovaciones. Es necesario que lexicógrafos, editores, literatos, comunicadores y demás profesionales de la palabra asuman esa responsabilidad con plena conciencia de sus dificultades y su trascendencia.
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