“Uno tiene una sola vida y si nos arreglamos para vivir varias vidas en esa única, pues la habremos aprovechado mejor”, pudiera ser la carta de presentación que asume a todas luces y con total fidelidad Abdel Martínez Castro, cuando se hojea parte de su historia: arquitecto, escritor, doctorado en el extranjero, uno de los dueños del café El Colga’o y estudiante de tercer año de la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca), en Camagüey.
“Me aburro fácilmente de las cosas o llego a puntos donde veo que no hay crecimiento y salto para otras porque no me gusta estar estático”, ha resultado el leitmotiv de sus últimos años en que cruzarse de brazos y ver como las horas pasan no ha sido su tendencia.
Inspiración suficiente para que cada aventura cuente con las energías necesarias para asumirla con pasión y entrarle con la mirada de frente, con los temores a un lado y siempre con el ímpetu de dar muchas más sonrisas que tristezas.
“No tengo problemas en hacerlo cuantas veces haga falta”, sintetiza este espirituano de 39 años, un verdadero emprendedor.
Un amante de sentir cada instante y lugar en el que pone sus pies como si fuera la última vez sobre esta tierra. Tanto es así, que muchas de esas sensaciones luego se vierten de forma obligada sobre un word en blanco. La necesidad de escribir nunca le ha faltado, aun cuando se sumergía entre planos o cuando Italia le galanteaba.
“Las historias que yo cuento son reales, vividas en la piel, experimentadas por mí o personas cercanas”.
Este trotamundos espiritual desde hace un tiempo cuenta historias como una aventura de mayor envergadura. Ya traspasa la complejidad de que cada palabra se ciña con perfección al papel, sino que, además, se acomoda a imágenes, luces y sonidos. Guiones cinematográficos que hasta este momento han encontrado la aprobación de Fernando Pérez, Premio Nacional de Cine, 2007.
“El cine combina intereses anteriores. Se funden la escritura y la relación del espacio con lo tridimensional”.
Y a esa forma de narrar, ahora en imágenes en movimiento, llegó, primero, con saberes aprehendidos de unas cuantas lecturas, varias horas frente a la pantalla y análisis entre amigos. Luego conoció de la oportunidad de acercarse a la academia y una vez al mes llena una mochila y hasta la ciudad agramontina no para. Allí ha conocido más de cerca cómo la técnica, efectos especiales y maneras distintas de expresión se convierten en arte.
“El cine no es un medio de subsistencia, sino una vía de canalización de ansias y necesidades creativas”, regresa Abdel Martínez Castro a sus raíces más profundas, a esa insaciable sed del yo interior.
Ha aprendido, desde entonces, a soñar en grande y apropiarse de ardides para materializarlo. Y todo bajo su única estrategia: la confabulación de buenas energías y la amistad.
Nació así el primero de los anhelos: Colga’o Film Café, que según él, “apuesta por tender puentes creativos entre el centro y las periferias de la producción audiovisual, para fomentar las sinergias y ensanchar los horizontes”. Un resumen que no necesita de muchas más explicaciones para presentarnos al mismísimo Abdel.
Su primer gran parto —aún en proceso— es Guerra, un producto que cuenta con las actuaciones de Coralita Veloz y Yosvani González Suárez. Detrás de las imágenes hay un equipo tan joven como mi entrevistado, quien además del guion, asumió la producción general y la dirección de actores.
“La COVID-19 nos ha atrasado un tanto el proceso de posproducción. Pero la noticia más fresca es que su música original se mezcló en Caonao, el nuevo estudio de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), en Camagüey. Esperamos que para la próxima edición de El almacén de la imagen podamos estrenar”.
No conforme con esta intensa labor de meses, en momentos de altos decibeles de tensión, ahora este joven intenta subir un escaño superior: llevar a la pantalla una comedia.
“Será bajo el nombre de El análogon perfecto y ya cuenta con el sí de Laura de la Uz y Paula Alí, como parte del elenco. Con ellas la comicidad está prácticamente garantizadas”, dice en forma de primicia.
Dicha propuesta nos vuelve adentrar en una historia familiar, cotidiana y conducida por el absurdo.
“El guion explora los desencuentros entre diferentes generaciones que conviven bajo un mismo techo. Para enfrentar determinado conflicto se apropian del poder que tiene el registro de imágenes en una cámara. No utiliza vulgaridades, ni hace apelaciones al sexo, lo más frecuente en el humor cubano”, acota como aclaración necesaria, quien además pensó en su historia con la presencia de dos estudiantes de la Escuela Vocacional de Arte, de Villa Clara.
Y justamente por estos días de agosto a Abdel y parte de su equipo se le ha visto con su historia bajo el brazo caminando por varias de las calles de la urbe del Yayabo. Guerra le enseñó que cada fase de la producción exige de su propio tiempo.
“Quisimos iniciar el camino por nuestro territorio, ya que estamos con estas creaciones apoyando al desarrollo cultural de Sancti Spíritus. Cualquier ayuda, por pequeña que sea, nos será muy útil”, refiere.
Volverá entonces la añeja villa a convertirse en el set ideal para regalarle al mundo una obra propia, con sello auténticamente yayabero, pensada y gestada desde sus propias esencias.
“Queremos hacer cosas aquí. Quién sabe y si un día podamos crear un movimiento como el Audiovisual de Nuevitas que ya ha ganado mucho prestigio a nivel de país. El que se cruza de brazos no logra nada, pero el que toca puertas, el que se anima a crear y hacer es muy probable que logre resultados y en eso siempre estaré”.
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