No lo tomó por sorpresa la noticia de aquel 18 de marzo del 2020. Mas, sabe que como estudiante de cuarto año de Medicina, retos como este podrían venir. Sintió miedo. No lo niega. Sin embargo, en medio de esta confluencia de sentimientos, el de la solidaridad gritó más alto. Sin dudarlo, Iracel López Medina estuvo entre los primeros que pensó en el bienestar de los suyos y se incorporó a las pesquisas activas que realizan los alumnos de la Universidad de Ciencias Médicas, de Sancti Spíritus.
De casa en casa, y de cuadra en cuadra, este joven de 21 años de edad recorre más de 50 viviendas diarias en su área de salud, ubicada en la comunidad de Iguará, perteneciente al norteño municipio de Yaguajay. Allí, de conjunto con el médico y la enfermera de la familia visita a las más de 900 personas que habitan en este paraje bucólico y, al mismo tiempo, identifica síntomas gripales y posibles casos de la COVID-19.
Pero Iracel es de esos muchachos que desde que apostó por la Medicina supo que su labor se debía al pueblo. Y así lo demuestra en esta emergencia sanitaria que vive hoy el país. Desde bien temprano en la mañana, incluso mucho antes de salir a pesquisar, se detiene en la calle y conversa lo mismo con un catedrático, con un anciano, que con un guajiro. Ese es su sello: la naturalidad y el humanismo, dos cualidades que se entretejen en un muchacho que ha sabido también salir adelante.
Cuenta que la pesquisa viene a ser un ejercicio práctico de lo que aprende en las aulas y modelo de aprendizaje a través de la cercanía a la comunidad. De puerta en puerta y por todos los barrios, investiga la situación de cada hogar: ¿cuántos con catarro?, ¿algunos con fiebre? Y ante respuestas positivas —señala el universitario— se toman datos más precisos: nombre, edad y se comunica de inmediato al consultorio del lugar, donde se adoptan los protocolos establecidos para enfrentar la enfermedad.
De lunes a domingo, de nueve de la mañana y hasta bien cerca del mediodía, este joven le gana la batalla al coronavirus, esa pandemia que ha puesto de cabeza al mundo. Para hacerlo le ha valido de mucho la preparación previa que recibió para asumir la tarea. Conocimientos de bioseguridad, relacionados con todas las medidas higiénico-sanitarias y hasta de epidemiología —características de la enfermedad— tuvo de cerca el joven, los cuales aprovecha en cada jornada.
Con nasobuco, guantes y con la solidaridad como mejor compañía, López Medina no se conforma solo con tocar a las puertas e indagar por el estado de salud de quienes habitan los hogares, también a más de un metro de distancia de los moradores, no deja escapar la oportunidad del intercambio y realiza charlas educativas que ayudan a que las personas tomen disciplina e incrementen la percepción de riesgo ante la COVID-19.
En este diálogo —a veces infinito— se habla de esquivar besos y abrazos, de mantener el distanciamiento social, de quedarse en casa y, sobre todo, de no ocultar información. Mas, no pocas veces Iracel ha tropezado con este problema. No obstante, gracias a su persistencia y a su voluntad de salvar, vence esa ignorancia que todavía se impregna en algunos individuos.
Dicha experiencia se convierte en una oportunidad para crecerse como futuro trabajador de la Salud. “Para evitar el contagio y la propagación de la enfermedad es importante realizar estas pesquisas porque así impedimos que por miedo, desconocimiento u otra causa, se produzca desde el hogar un brote del virus SARS-CoV-2 causante de miles de muertes en el mundo”, constata Iracel.
Y con esta preocupación en su cabeza se desliga un poco de los deberes escolares en esta etapa —aunque no los descuida del todo—, porque sabe que su misión ahora es esa. Por eso descansa, suele caminar de un extremo a otro con ese disfraz que le ha impuesto la contingencia en el actual período.
Sin embargo, aun cuando a muchos le molesten estos medios de protección y les cueste identificar a sus amigos, para Iracel no es un problema, lo que le importa es comunicar, prevenir…, es llevar de un lado a otro de la geografía yaguajayense el mensaje de que vivimos en un país donde se protege sin tregua a los ciudadanos.
Un análisis post-mortem de los datos disponibles y la demografía del censo muestra que los condados con poblaciones predominantemente negras tienen una tasa de infección tres veces mayor que la de los condados con una población predominantemente blanca, y la tasa de mortalidad es casi seis veces mayor que la de las muertes.