No es la primera vez que daba el sí ante situaciones adversas. Lo avala su trayectoria como licenciada en Enfermería en el Policlínico doctor Sergio del Valle Jiménez de la comunidad de Meneses, en Yaguajay; su misión internacionalista en Venezuela; y ahora, su desenfado para asistir a pacientes contagiados con la COVID-19.
Hasta el Hospital Manuel (Piti) Fajardo, de la provincia de Villa Clara, llegó Danay Hernández Delgado, junto a otros 70 enfermeros de la provincia, como integrante del Contingente Evidia Álvarez, que apoyó el enfrentamiento a esta pandemia, guiado por ese sentimiento de solidaridad que grita más fuerte entre los cubanos.
“Mi familia ya estaba preparada para que me avisaran en cualquier momento”, cuenta Danay, vía correo electrónico. Ante el llamado, no lo pensó dos veces. Recogió sus pertenencias y, con la mente cargada de conocimientos y el alma llena de fuerzas para luchar por la vida, partió hasta Santa Clara. Dejaba atrás a su pequeña de ocho años y a otros familiares que también la necesitan. Mas sabía que las circunstancias actuales reclamaban su presencia.
“No sentí miedo cuando me comunicaron en qué consistía el trabajo en el hospital, pues mi labor era atender a personas, no importa si estaban contagiadas o no, porque soy enfermera y alguien tiene que curar a los enfermos”, dice Hernández Delgado.
Sin haber tenido experiencia en el tratamiento a pacientes con la COVID-19, apostó por el reto. Sabía que una vez que tuviera la disposición no faltarían las instrucciones para desafiar el virus SARS-CoV-2, que mantiene de rodillas al mundo. Y no se equivocó. Luego de una amplia preparación que le permitió sortear los peligros, laboró en la sala de terapia intensiva del centro hospitalario villaclareño.
“El trabajo fue un poco fuerte. Eran turnos de 12 horas: un día, una noche, y después teníamos una jornada de franco. No obstante, la experiencia fue muy bonita. Resultó algo nuevo enfrentar a pacientes contagiados con la COVID-19, pues atendimos directamente a los casos positivos”, alega.
«Fue una dura, pero bonita experiencia. Me hizo crecer como persona y como enfermera».
Danay cumplió misión internacionalista en Venezuela como enfermera intensivista y, según cuenta, esta nueva vivencia es incomparable.
“Los pacientes que recibimos eran de cuidados intensivos. Lo más difícil de esta enfermedad es que una vez que se confirme el PCR en tiempo real y trasladen a las personas hasta nuestro servicio, el paciente sufre un distress respiratorio enérgico y las complicaciones se aceleran.
“Había que mantener una observación continua sobre el enfermo, velar principalmente por los signos vitales que son muy importantes, así como por el funcionamiento de los equipos empleados. Lo otro es que teníamos que contribuir al diagnóstico, tratamiento y pronóstico de las personas que atendimos”, confirma Danay.
“Viví como se recuperaban algunos pacientes y eso nos ponía alegres a todos, porque nos confirmaba que siempre se puede luchar hasta lo último en medio de esta enfermedad tan grave que comienza, a veces, con síntomas de un catarro común y se convierte después en enfermedades respiratorias más severas”, apunta.
Pero Danay sabía que para salvar a los contagiados con el coronavirus debía protegerse para cuidar su salud, la de sus compañeros y la de sus seres queridos.
“Teníamos que cumplir estrictamente las medidas de bioseguridad. No podíamos dejar de usar el nasobuco, ni dejar de lavarnos fruentemente las manos y, mucho menos, dejar de usar soluciones de cloro y de alcohol. Además, usar gorros, guantes, los trajes desechables, las botas y las máscaras”, comenta.
Danay Hernández Delgado, tras laborar por más de 20 días en el Hospital Militar Manuel Fajardo, de Villa Clara, incorpora nuevas experiencias a su trayectoria profesional. Después de sentir en carne propia los sinsabores de la COVID-19, permanece ahora 14 días en un centro de aislamiento, y luego otros 14 en su hogar, con miras a evitar la propagación y el contagio con la enfermedad.
En medio del confinamiento, esta enfermera repasa las jornadas en que batalló por salvar vidas, y cuando regrese a su Meneses querido sabrá que es de esos yaguajayenses que se quedaron para siempre en el alma de la ciudad de Marta Abreu y el Che.
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