La lengua le anda sin tropiezos y la palabra le nace recia como un puño y mansa como agua de río. Juana María Blanco Santos, Heroína del Trabajo de la República de Cuba, le abre surcos a la solidaridad porque en tiempos de COVID-19 en su tierra no abona el egoísmo.
“Tengo 71 años y pudiera estar descansando en la casa, pero a mí lo que me satisface es ir mañana montá’ en un camión con 20 o 30 puercos para resolverles los problemas a los enfermos. He mandado no sé cuántos quintales de yuca, de plátano a los viejitos del Hogar. Quise hasta donar unos toros de mi propiedad al Matadero de Sancti Spíritus; pero eso lleva su papeleo. En todo lo que haya que ayudar pa’ salir libre de esta enfermedad, ahí estaré yo.
“No es en estos días; año tras año he mandado; mando lo que aparezca pa’ donde me han pedido: el Hogar de Ancianos, el Policlínico de Guayos, y ahora ayudo a las personas que están en el Centro de Aislamiento de Arroyo Lajas.
“¿Sabe por qué lo hago? Porque el Estado solo no puede, y hay muchos que producimos comida en este país y podemos aportar. Se está haciendo un esfuerzo enorme. Esa gente ni duerme de noche. Tú ves a Díaz-Canel, pobrecito, dando vueltas en ese sillón que no sabe qué más hacer, buscando solución a esto y aquello pa’ proteger al pueblo, pa’ que no se enferme, pa’ que no falten las cosas y, por encima de eso, tiene que dedicar tiempo a parar la sinvergüenzura de los que quieren vivir sin trabajar”.
Es una ofensa que tantos vagos se aprovechen de la situación.
“Oiga, ¡qué clase de sinvergüenzas esos bandoleros que sacaron por la televisión robándoles la comida a los viejitos! Gente así no tiene ni dos dedos de frente, ni una gotica de conciencia. Na’, pero se los llevaron presos”.
Cuando a Juana María Blanco le van con la justificación de que la tierra está hirviendo por la sequía y no hay semilla que aguante, enseña las manos, únicas testigos de lo que ha logrado en 52 años al frente de la finca La Victoria, perteneciente a la Unidad Básica de Producción Cooperativa Guayos, en Cabaiguán, rentable por más de tres décadas.
“Tengo poquitos trabajadores, pero muy eficientes todos. Produzco entre 70 y 80 toneladas de carne al año; preparé mis reproductoras y ya tengo los puercos ahí. Estoy sembrando boniatales con tanques de agua, con cubo; preparándome porque nunca se sabe. Fidel siempre decía que hay que tener siembra de arriba de la tierra y de abajo; si viene un ciclón y se lleva la de arriba, te queda entonces la de abajo. Pero esta pandemia es peor que un ciclón; nadie sabe cuándo va a terminar, ni todo lo que puede arrasar”.
Sin embargo, ¿usted está curada de espantos?
“Nadie se muere por comerse solo un trozo de boniato. Porque así viví hasta jovencita y no me morí; estaba más flaca que una espina; pero, viva.
“Nací en el capitalismo; tenía 11 años y no había ido a la escuela por primera vez. No tenía un blúmer que ponerme. Cuando tuve a mis hijos, me llevaba al más chiquito de brazos para los cañaverales; lo envolvía en una colcha, lo ponía en el surco, y cuando adelantaba un trocito y lo sentía llorar, lo cambiaba de lugar pa’ más cerca de mí.
“Hoy, gracias a la Revolución, tengo una casa de mampostería, abandoná’ prácticamente porque lo que me interesa es el trabajo; pero la tengo. Mis padres vivieron toda su vida en una casa de yagua; te puedo decir lo que es pasar trabajo.
“Hay gente que se queja porque no tiene fab ni esto ni aquello. No he salido rumbo a Guayos ni un solo día y no me he quedado sin comer ni sin fregar. Si no tengo Fab, friego con agua. ¿Por qué hay que estar todos los días en una cola distinta? Es mejor estar sano, que tener un pollo en el aparato y no poder comértelo.
“Y aquí me ves pensando en qué más puedo ayudar. Hoy hasta le cociné arroz con leche a los viejitos del Hogar de Ancianos de Guayos. Algún día iré y, aunque sea, cantaremos el Himno Nacional. Ellos están locos por conocerme desde hace tiempo; pero no busco que me admiren, solo quiero que no les falte nada”.
Para Juana, la solidaridad es como las semillas, hay que darlas para otras tierras y para otros hombres.
“Cuando por las noches alguien no aplaude duro, le digo que hay que aplaudir con fuerza porque los aplausos para esos hombres no vienen por cuota. En el país que sea, se la están jugando para salvar la vida de mucha gente, que no mueran como sucede ahora en Estados Unidos y en otros lugares que con to’ y lo ricos que son, a sus presidentes no les ha importado nada esta pandemia.
“En vez de levantar el bloqueo a todo el mundo y al mismo tiempo dejar que nuestros médicos les ayuden con el desastre que tienen allí, ¿qué está haciendo Trump?, promueve la guerra, sanciona a Juan y a Pedro. No me explico cómo no se toma una decisión con ese hombre que no tiene ni moral para andar con la cabeza fuera de un trapo.
“¿Cuántos de los que no tienen dinero pueden ahora entrar a un hospital de Estados Unidos, hacerse las pruebas y salvarse? Esa pregunta se la hice a un cubano-americano que estaba aquí hablando boberías de Cuba y se fue con el rabo entre las piernas. Tenemos fallecidos, sí, y nos duelen; pero comparado con los miles y miles de muertos que tiene Estados Unidos… Nosotros llevamos una rosa en la frente y eso ha costao’ que mucha gente en este país ni duerma ni viva. Hay que ver nada más al Presidente, a Díaz-Canel, las ojeras que tiene”.
Díaz-Canel ha sido un buen hijo de Fidel.
“Si de algo estuve orgullosa fue de cuando lo propusieron. Me ha dado un orgullo inmenso cuando ha pasado algo en el país y él ha salí’o pa’l pueblo como lo hacía Fidel; lo mismo abraza a un negro, que a un blanco, que a un niño. Saluda a todo el mundo y la gente le dice: ‘Presidente, siga así’, y con aquella honestidad él responde: ‘Como me enseñó mi Comandante’. Fidel lo dejó bien preparaíto, y como él, hala pa’l pueblo. Fidel era así: pueblo, pueblo, pueblo”.
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