El cuerpo semidesnudo, con la bandera cubana como toalla, frente al lavabo. La mano izquierda, en la cintura; la derecha sostiene el cepillo que aviva la espumosa pasta dental. Por los pies descalzos, le sube la frialdad, que se congela en los ojos.
Para buscar la celebridad, esa fue una de las cartas que jugó Luis Manuel Otero Alcántara, líder del autodenominado Movimiento San Isidro (MSI), hijo legítimo —ni imaginen que bastardo— de la política subversiva contra Cuba, renovada constantemente en las oficinas de la Casa Blanca, cuyo inquilino saliente hizo lo inenarrable por ver la Revolución cubana convertida en polvo.
Así y todo… “Donald Trump 2020. Ese es mi presidente”, le espetó el ciudadano Denis Solís González, miembro del MSI, al oficial de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) que se personó en la casa del rapero, ante la no concurrencia de este a la citación en una unidad policial para esclarecer sus vínculos con terroristas radicados en Miami, Florida.
En el intercambio verbal, Solís González se sentenció, al tildar de “esbirro”, “rata” y “mariconsón” al oficial de la PNR; diálogo recogido en video que delata la real pinta del ciudadano y que excepcionalmente vale reproducir por lo extremo gráfico: “Yo soy tremendo bola de pi… (…) Usted es un penco envuelto en uniforme. Yo soy más pi… que tú y que todos los que te mandan a ti”.
Al hombre perverso se le conoce en un solo día, anotaba Sófocles. También por apenas una frase. Tanto improperio no cayó al vacío. A Solís González, cuyo dossier antisocial incluye dos advertencias oficiales por asedio a turistas y varias multas administrativas debido a alteraciones del orden, el tribunal competente lo sancionó a ocho meses de privación de libertad el 11 de noviembre pasado por el delito de desacato, previsto en el artículo 144.1 del Código Penal; condena que no apeló.
El encarcelamiento devino detonante, a partir del 18 de noviembre, del circo montado en la calle Damas No. 955, en el barrio de San Isidro, en la Habana Vieja, donde 14 integrantes del MSI comenzaron una supuesta huelga de hambre y de sed para demandar la liberación del “hermano de causa”.
Dicho reclamo mutó hacia la exigencia al gobierno cubano de eliminar las ventas minoristas en Moneda Libremente Convertible (MLC); medida necesaria, pero no deseable —como explicaron las autoridades de la isla caribeña meses atrás—, aplicada ante las tensiones financieras provocadas por el bloqueo estadounidense, especie de rodilla hincada sobre el cuerpo de esta isla por la administración de Donald Trump.
En sus roles de guionista y directora del espectáculo mediático urdido a raíz de la manifestación del MSI, la Casa Blanca le otorgó al Gobierno de la nación caribeña el papel de villano en la historia, y sin pudor político no ha cesado de apoyar a este grupo, constatable en declaraciones suscritas por funcionarios de Washington.
“Instamos al régimen cubano a que cese el acoso a los manifestantes del Movimiento San Isidro y libere al músico Denis Solís”, escribió el secretario de Estado Mike Pompeo en Twitter el 24 de noviembre. “La libertad de expresión es un derecho humano. Estados Unidos apoya al pueblo de Cuba”, remarcó con máscara de bienhechor.
We urge the Cuban regime to cease harassment of San Isidro Movement protestors and to release musician Denis Solís, who was unjustly sentenced to eight months in prison. Freedom of expression is a human right. The United States stands with Cuba’s people.
— Secretary Pompeo (@SecPompeo) November 24, 2020
Alarde de retórica, que dejaría en ridículo a los maestros griegos. De abril de 2019 a marzo del 2020, sobran los ejemplos de fármacos, de insumos y tecnologías que Cuba no pudo adquirir por las restricciones asociadas al cerco económico, financiero y comercial de Estados Unidos. Son los casos del Palbociclib para el tratamiento del cáncer de mama metastásico hormonosensible, del Sunitinib (carcinoma renal metastásico) y del Crizotinib (tumor de pulmón), según informe de la isla.
Otro que en las más recientes semanas se la ha pasado rumiando miserias es Michael Kozak, subsecretario interino de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, quien ha disfrutado el papel de abogado del diablo y ha exigido, por un lado, a las autoridades cubanas liberar a Denis Solís y, por otro, “poner fin a este absoluto desprecio por los derechos humanos” y “a las detenciones arbitrarias, torturas…”.
En la tesitura que Pompeo y Kozak han cantado —hasta cierto punto comprensible por formar parte de la misma agrupación vocal—, lo ha hecho Mara Tekach, coordinadora de la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado de EE. UU., al punto de enviar un mensaje al pueblo de Cuba.
Tampoco se ha podido abstener de pronunciarse el senador republicano Marco Rubio, quien aún debe estar lamentando por los rincones del Capitolio en Washington DC la derrota de Donald Trump en las presidenciales del 3 de noviembre.
Mientras el discurso injerencista en los asuntos internos alcanzaba notas elevadísimas en Estados Unidos, el encargado de negocios de ese país en La Habana, Timothy Zúñiga-Brown, fungía como inapreciable tutor de quienes protestaban en San Isidro, adonde acudió en varias ocasiones para solidarizarse con la provocación política que sucedía allí, con notorio propósito desestabilizador.
La indecencia diplomática de Zúñiga-Brown llegó a tal grado que se prestó para transportar personalmente y apoyar a quienes permanecían en la vivienda de la Habana Vieja violando las normas sanitarias de protección contra la pandemia de la COVID-19.
¿Qué funcionario de la diplomacia en el mundo actúa por iniciativa personal? No vivimos el tiempo de los correos antiguos, de mensajes a galope de caballos o a bordo de carabelas, cuando la tardanza en la comunicación con los gobiernos de origen quizás obligaba a sus representantes en otras naciones a adoptar decisiones sin mediar consulta alguna.
Por los videos difundidos, Zúñiga-Brown recorrió la Habana Vieja, en auto o a pie, como Pedro por su casa con la mente puesta en cómo realzar la oposición en la isla; afán nada extraño para él, si hurgamos en su historial de cuando asumió las funciones de primer secretario político económico de 1997 a 1999 en la entonces Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
No sorprende el comportamiento del encargado de negocios, conectado al del alto funcionario del Departamento de Estado que calificó de “colegas” a quienes desafiaron la institucionalidad con el show mediático de San Isidro. Actitud inaudita y escandalosa, que recuerda el adagio: de tal cuervo, tal huevo.
A no dudar, las autoridades estadounidenses han tirado al cesto, nuevamente, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas. En consecuencia, el director general a cargo de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, convocó al jefe de misión estadounidense el 28 de noviembre para transmitirle que Cuba no permite a ese gobierno, ni a Estado alguno, la intromisión en los asuntos políticos internos de la nación caribeña.
Tolerarlo sería subastar los principios, dejarlos a merced de las llamas, del mismo fuego que ambicionan avivar literalmente en Cuba, desde suelo estadounidense a través de redes sociales, con la complicidad de la administración trumpista.
A la vista de todos y, en particular, de las autoridades responsabilizadas con la aplicación y cumplimiento de la ley —como el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés)—, una cuenta en Facebook llegó a informar que se recompensaría con 1 000 dólares a aquellos “jóvenes emprendedores” que incendiaran a un carro de patrulla de la PNR, con 2 000 por quemar “camiones de represores” y con 5 000 si la emprenden contra tiendas que expenden en MLC.
“Se ponen recarga de 20 pa 60 quien tire a tiendas en MLC y muestre video, no importa si usted no sale, enseñe el video y ya”, alentó, igualmente, en Facebook un usuario llamado Osmani Valdés; post denunciado por otro internauta nombrado Erick Concepción Quicutis, quien, alarmado, escribió: “Atención al FBI”, reseñaban los Servicios Informativos de la Televisión Cubana, en seguimiento a lo acontecido en las últimas jornadas.
“Quienes diseñaron la farsa de San Isidro se equivocaron de país —advirtió el Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez en Twitter—; se equivocaron de historia y se equivocaron de cuerpos armados. No admitimos injerencias, provocaciones ni manipulaciones. Nuestro pueblo tiene todo el valor y la moral para sostener una pelea por el corazón de Cuba”.
¿Puede echar esa batalla, junto a nosotros, Luis Manuel Otero, quien ultrajó la bandera cubana, al considerarla toalla de baño como lo muestra la fotografía? Quizás esa imagen la exhiba Mara Tekach como fondo de pantalla de su laptop personal; lo deduzco por la familiaridad con que recibía al cabecilla del MSI, cuando ella fungía como encargada de negocios en la Mayor de las Antillas.
De seguro, la diplomática integra la lista de los “amigos preocupados y ocupados fuera de este ecosistema”, que les hicieron “llegar sus energías segundo a segundo”, a Otero Alcántara y séquito, mientras protestaban en la casa de San Isidro. “(…) somos piezas fundamentales en este ajedrez, somos los que generamos el cambio”, aseguró el artista también en el mensaje.
Que son peones del gobierno de Estados Unidos, ningún cubano leal lo pondría en entredicho. Que generarán el cambio, solo se lo creerían él y su procesión anexionista. Que los padrinos de los acantonados en Damas No. 955 —los mismos que desembolsan los billetes verdes y orientan para que en la isla se perpetren actos de sabotaje, violencia y desacato a la ley— tienen partida de nacimiento en el país norteño lo conoce hasta el mismísimo gato.
Cuba no cedió ante los golpes duros y tampoco cederá ante los golpes suaves.
No nos entendemos con grupúsculos de mercenarios apátridas del mal llamado movimiento de San Isidro y otros que se venden por las “migajas” de un “puñado de miserables” dólares, pues los “pillos” de la Florida se embolsillan “los fajos gordos” de los millones que asigna Washington-USAID-NED-CIA para la subversión y desestabilización interna en Cuba mediante los llamados Golpes Blandos o Suaves (Gene Sharp: Estrategia de para derrocar gobiernos mediante lo que se conoce como “Revoluciones de colores, Golpes suaves o Golpes blandos”), dinero que sale de los bolsillos de contribuyente estadunidense.
No permitiremos falsos shows mediáticos anticubanos e injerencistas patrocinados y financiados por Imperialismo Yanqui, difundidos por los grandes medios y redes sociales que alientan desacato, desobediencia, ilegalidades, subversión, odio, desunión, ultraje e irrespeto a los símbolos nacionales.
Sobre estos individuos tarifados e inescrupulosos debe caer todo el peso de la Ley por violar la Constitución.
¡Es mucha la Tángana que hay que dar todavía!
Seguimos en combate.
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