— ¡Léalo usted mismo, Sancti Spíritus tiene una banda infantil municipal! ¡Lo dice El Fénix!… ¡Cómprelooooo para que se entere!
La voz del joven vendedor de periódicos atravesó como lanza la otrora Plaza de Armas. Era la mañana del 11 de octubre de 1904.
“En la jornada anterior se había registrado, sustentada por varios donativos, su primera retreta, gestada por iniciativa y esfuerzo del artesano espirituano Juan Pascual González y el músico Roberto Luya. Sus integrantes eran adolescentes y jóvenes amantes de las melodías”, apunta Sixto Edelmiro Bonachea Jiménez, quien se ha dado a la tarea de recopilar una historia que tiene ya 115 años.
Pero mucho antes ese tipo de agrupación, heredera de las fajas o insignias militares y aplatanada en esta isla con los regimientos del ejército español, había espabilado la cuarta villa de Cuba.
“Se conoce que en 1897 el maestro Pablo Cancio creó y dirigió una. Eran hijos de esta ciudad que ejercían cualquier labor, pero llevaban la música dentro. Por esa temprana fecha es que se dice que Sancti Spíritus tiene sus antecedentes entre los primeros territorios del país, pues, de acuerdo con nuestra historia, la primogénita se constituyó en Matanzas, en 1856. Lamentablemente, la de nosotros no sobrevivió, porque muchos de sus integrantes se incorporaron a la manigua, por lo que se debió esperar para hablar, definitivamente, de una banda de música en Sancti Spíritus”, acota.
La misma se mantuvo hasta 1914 gracias al carácter voluntario de quienes creían fielmente en el viejo refrán: “La cultura de un pueblo se mide por su banda de música”. En el Fondo Ayuntamiento República Mediatizada, Legajo 119, Expediente 230, —bajo estricta protección en el Archivo Provincial de Historia—, se resguarda la evidencia que un año después el propio gobierno municipal decidió subsidiarla y adquirió, entonces, el título de Banda Municipal Sancti Spíritus.
“El 1915 fue trascendental para su salud, pues, además, el primero de agosto se fundó el Instituto de la Música en Sancti Spíritus, en la casa No. 9 de la calle Santa Elena, hoy Quintín Bandera. Esa sede acogió ambas instituciones, las cuales contaron con la dirección del maestro Gustavo Quiró. Este tipo de agrupación siempre ha sido escuela para nuestros artistas”, añade Bonachea Jiménez.
Justamente, en ese período se sumó a la aventura musical el clarinetista Simón Castro Gallo, abuelo del director adjunto de la actual banda, Alfredo Castro, de quien bebió no solo la disciplina y cómo leer la música, sino algunas anécdotas.
“Contaba que un día Gustavo Quiró recibió a un joven talentoso cienfueguero, recomendado mediante una misiva, por un amigo. Al sugerirle que tocara piezas de alto, medio y bajo nivel técnico y no poder cumplir con ese pedido, lo regresó con una carta, donde le decía que la próxima vez le mandara un asesino, pero que tocara… Eso demuestra el rigor que se requiere para formar parte de una banda y es el mismo que se exige hoy”, afirma quien en un momento compartió melodías en ella con su abuelo y su padre.
La presencia de varias generaciones de una misma familia ha sido también habitual en la rica historia de la agrupación. Gracias a ello, por ejemplo, se han logrado conservar temas que identificaron las primeras retretas.
“Las bandas tuvieron un repertorio amplio de polcas, pasodobles, danzones, obras clásicas… Lamentablemente, cuando en la década del 60 se perdió el local del otrora Instituto y sede de la agrupación espirituana, se fueron a bolina las partituras de antaño. La suerte ha sido que como tradición, los directores se han intercambiado melodías y por eso hoy en nuestro repertorio se disfrutan temas antológicos”, vuelve a la conversación Sixto Edelmiro Bonachea.
DESAFINACIONES CONTEXTUALES
Precisamente, al recordar ese período a los músicos espirituanos más experimentados aún se les pone la piel de gallina, pues fue un verdadero vía crucis el que atrevesó la Banda Municipal.
“Disminuyó el número de sus integrantes ya que tuvieron ofertas más tentadoras, no contaban casi con repertorio y la atención por parte de las autoridades era prácticamente nula”, alude Bonachea Jiménez.
Tanto es así que el propio Alfredo Castro prefirió alejarse, aunque se mantuvo cerca, de la denominada “madre de la música”.
“Cada vez que caemos en una situación de desatención se pone en peligro no solo esa institución, sino la cultura de esta región. Afortunadamente, a finales de los 70 asumió como director, prácticamente hasta su muerte, el maestro Jesús González, quien enfrentó con garras y uñas cada una de las vicisitudes. A partir de entonces, se repararon instrumentos, llegó una inyección de nuevos creadores y musicalmente la banda goza hoy, gracias a ese trabajo, de muy buena salud”, expresa Alfredo Castro.
Heredero de la batuta de Jesús González, su director titular Juan Ángel Hernández Acosta conoce de cerca cuántas alegrías y tristezas trae aparejadas cada uno de los acordes. Uno de sus mayores éxitos ha sido el nombramiento de Banda Provincial de Conciertos en el 2005, al merecer el primer nivel en la evaluación realizada por el Instituto Cubano de la Música, el cual fue ratificado hace apenas un año.
“Desde que perdimos el local en los años 60, hemos rotado por varios lugares. Actualmente ensayamos en el cine Conrado Benítez, donde las condiciones no son propicias. Tenemos problemas con la instrumentación, accesorios, atriles, vestuario… Y como deuda, seguimos arrastrando la no realización de nuestras retretas en el parque Serafín Sánchez ya que obviaron —a pesar de los pedidos— la colocación de la cúpula acústica en la glorieta y la ausencia de árboles frondosos nos impide presentarnos en otra de sus áreas”, alega el noveno director de esta agrupación.
Recientemente, cuando los festejos por los 505 años de la villa espirituana, una esperanza para el anhelado cambio apareció en el horizonte, aunque aún no se materializa.
“El Presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular nos dijo que la sede podría ser la cafetería El Liana (hoy cerrada), lo que funcionaría como salón de ensayo y presentaciones para nosotros y otras agrupaciones, así como para resguardar tanta historia de interés para el turismo de ciudad”, enfatiza Hernández Acosta.
CONTINUIDAD
Históricamente los músicos de la banda espirituana han echado a un lado todos esos tropiezos a fin de que siga con vida la única agrupación que siempre ha sido testigo de muchos de los hechos significativos del territorio, entre ellos el recibimiento a José Miguel Gómez como Presidente de la República, el funeral de Ernesto Valdés Muñoz, en diciembre de 1958; intercambios con la Banda Nacional de Cuba, y cada 20 de octubre con las de Yaguajay y Trinidad, así como su actuación en el acto nacional por la efeméride del 26 de Julio en el 2016.
“Incluso, cuando en la entrada del siglo XXI Sancti Spíritus fue de las únicas provincias que no crearon su escuela de banda por la ausencia de un local, nos nutrimos de los egresados del sistema de la Enseñanza Artística y utilizamos el método antiguo del que se aprende en la propia agrupación”, añade el actual director.
Además, se fomenta, desde hace meses, el amor por ese tipo de proyecto musical en la propia Escuela Elemental de Arte Ernesto Lecuona, al contar ya con su propia banda.
“No solo aprenden a leer, sino que contribuye a su preparación integral”, insiste Alfredo Castro, quien lleva la batuta de los niños y niñas; otra muestra de respeto y entrega a una verdadera academia musical que ha logrado sobrevivir durante 115 años:
“La mantenemos por el bienestar de la cultura y para que el público disfrute de ese momento especial cada domingo, que ahora se realiza en los portales de la Casa de Cultura de Sancti Spíritus”, sentencia su actual líder.
“Es una tradición que devela el alma de este pueblo. Parafraseando a Alicia García, es un don de la tierra yayabera”, añade Bonachea Jiménez.
“Es una cuestión de dignidad y respeto hacia el público y a la misión que tenemos de cuidar nuestro patrimonio. Con la banda hemos aprendido a batallar y al tener convicciones sólidas, siempre hemos vencido los enanos mentales que tanto daño le han hecho a la cultura cubana”, concluye Alfredo Castro.
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