La comunidad científica espirituana en su mayoría ya no anda en pañales ni con gateos infantiles. Trabaja con los pies bien plantados. Atrás quedaron los tiempos de abstracciones baldías o de investigar para luego descubrir el agua tibia o engavetar mamotretos inútiles.
El punto de giro del sector de la ciencia y la técnica, que ya caminaba desde hace algún tiempo aquí, se concretó quizás como nunca antes en este duro 2020, cuando buena parte del sector en el territorio se sumó a la cruzada contra la COVID-19 y a otros programas priorizados por el país que no admiten dilación, como la producción de alimentos, el desarrollo local y la atención a las dinámicas poblacionales.
En ese camino han despuntado algunos centros, cuyo desempeño resulta imposible pasar por alto, en primer lugar, el pequeño colectivo del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) del territorio, con aportes constantes y sonantes a favor de la vida.
Entre ellos un procedimiento relacionado con el diagnóstico y los estudios preclínicos de la COVID-19, la obtención en tiempo récord de decenas de reactivos biológicos útiles como herramientas de diverso uso en la lucha contra esta enfermedad, de un prototipo de tira rápida a escala de laboratorio para la detección de anticuerpos contra el virus y la generación de varios anticuerpos monoclonales con distintas utilidades en la lucha contra la pandemia, incluidos dos para la analítica y caracterización de los candidatos vacunales cubanos.
Las contribuciones del CIGB alcanzaron incluso un espectro más amplio con la producción de semilla de maíz híbrido transgénico para sembrar unas 540 hectáreas de ese cultivo en varias provincias del país; la obtención de reactivos biológicos útiles para la fabricación de medicamentos como vacunas contra la Hepatitis B, la Pentavalente Líquida, el Heberprot-P, Inmunógeno GAVAC, entre otros, algunos de los cuales generan ingresos por concepto de exportaciones.
Otra institución que también marcó pautas en el quehacer científico técnico del territorio es la Estación Territorial de Investigaciones de Granos Sur del Jíbaro, cuyos resultados no solo se circunscribieron al cultivo del arroz, sino también de maíz, frijol, garbanzo y sorgo, con alcance en Sancti Spíritus y en otras regiones del país.
Pero la ciencia espirituana no permanece encerrada en un laboratorio, sino que ha echado a volar hacia el campo, en armonía con la naturaleza misma de esta región; por ejemplo, la Empresa Agroindustrial de Granos Sur del Jíbaro ha logrado introducir sus producciones en la competencia exportadora, no solo con un contrato en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, sino también a través de una tienda para las compras online desde el exterior.
Y en esas cosechas mucho ha incidido mantener la oreja levantada a cuanta sugerencia científico técnica llega hasta sus campos, ya sea con la aplicación de medios biológicos, la cooperación con Japón para favorecer la transferencia de tecnología, la utilización de fuentes renovables de energía, la producción de piensos criollos a partir de plantas proteicas y residuos de cosecha o con el diseño e implementación de una estrategia varietal de semilla agámica para los cultivos varios.
En ese mismo carril se han subido con éxito los guajiros del territorio, quienes han hecho suyas las mejores prácticas emanadas del conocimiento para multiplicar sus producciones, ya sea de forma colectiva como en la cooperativa Juan Darias, de Jarahueca, con resultados loables en el maíz y la soya transgénicos.
Ya sea de forma individual como Karel Fragoso, Yoandri Rodríguez, Félix Álvarez y Roberto Lorenzo, reconocidos como productores líderes de alimentosa partir de la aplicación de la ciencia y la tecnología en sus predios, así como de su contribución a redes de innovación vinculadas a universidades y centros nacionales de investigación.
Otras empresas, organismos e instituciones de la provincia también viven apegadas a la ciencia y cosechan sus robustos frutos, entre ellos las dos universidades espirituanas; las estaciones experimentales de Pastos y Forrajes, de Investigaciones de la caña de azúcar, de Tabaco de Cabaiguán; el Centro Meteorológico Provincial; el Parque Nacional Caguanes; la Empresa Azucarera; Labiofam; la Delegación Provincial de la Agricultura; el Hospital Camilo Cienfuegos; el Centro Provincial de Higiene y Epidemiologia, y la Dirección Provincial de Salud.
Durante los últimos tiempos, cuando se busca el protagonismo del territorio como motor impulsor del desarrollo local y la gestión de la ciencia desde el gobierno en función de dar respuesta de manera integral a la solución de los problemas, ha sobresalido el quehacer del municipio de Yaguajay, donde se han desarrollado varios proyectos internacionales, nacionales y territoriales con impactos comunitarios, sobre todo en materia de producción de alimentos y materiales de la construcción.
Los anales de la ciencia espirituana también se han escrito con nombres propios, entre ellos el del doctor Carlos Rafael Sebrango, con sus cálculos matemáticos para seguir la pista a la COVID-19; de los licenciados Omar Reinaldo Blanco y José Miguel Fernández, con múltiples aportes desde el CIGB; y el profesor Vicente Méndez, de la Facultad Agropecuaria en la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, por su contribución en la extracción del timo bovino para la elaboración de un medicamento contra el nuevo coronavirus.
Sin embargo, aún con tanto mérito, la comunidad científica espirituana no se dedica a selfis de autocomplacencia. Sus conocimientos constituyen chispa imprescindible en el propósito de mantener saludable al territorio y buscar la prosperidad.
Para el 2021 buscará fortalecer las alianzas en aras del bienestar común, que los aportes teóricos contribuyan a las necesidades actuales de los coterráneos y se apliquen en los destinos priorizados, que la concreción y generalización de las investigaciones constituya regla y no excepción; que la ciencia continúe como protagonista en los desafíos esenciales de cada día.
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