Yoani Delgado y el dolor de no poder

 No pudo. A pesar de que luchó y luchó por días con sus ganas inmensas de vivir, Yoani Delgado Pedroso, uno de los receptores que defendió los arreos de los Gallos, falleció tras una batalla inmensa contra la covid y sus secuelas.

 No pudo, ni con sus 39 años, ni con la fortaleza que conservó tras años detrás del home en los equipos de su natal Yaguajay y el de Sancti Spíritus, ni con la solidaridad de tanta gente que le donaron medicamentos, consuelo, esperanza.

 No pudo, ni con la vigilia de días de su papá José Raúl Delgado y su mamá Yolanda en las afueras del Hospital Provincial Camilo Cienfuegos, donde le acompañaron, también por días, quienes fueron sus compañeros de equipo: Frederich Cepeda, Yunior Ibarra, Ifreidi Coss, Pedro Álvarez, José Luis Sáez, Ismel Jiménez, Roberto Ramos, Miguel Rojas…y tantos otros.

 No pudo, ni con la magia de su sonrisa que solía contrastar con lo regio de su carácter. No pudo, ni con la fuerza de todo Yaguajay que le aupó por días con la esperanza de tenerlo de vuelta por sus calles donde arrancó cariños y admiraciones.

Pero la covid y sus secuelas le arrebataron a Yaguajay un ídolo y al béisbol espirituano una gloria: el número 17 de los Gallos, equipo con el que jugó por diez temporadas y con el que ganó el subtítulo nacional en el 2002.

Su nexo con el béisbol traspasó las Series Nacionales cuando hizo el grado en equipos nacionales al Mundial Juvenil de Béisbol Canadá 2000, al Torneo Internacional de Harlem 2002 y al  Mundial Universitario de Béisbol Messina 2002. Vistió también el traje de Holguín en la temporada XLIV.

Su amor por la pelota lo llevó además a formar talentos en su terruño natal, al que defendió en Series Provinciales como jugador y como manager, una suerte de zaga de su padre José Raúl, quien dirigiera a Sancti Spíritus durante tres Series Nacionales.

 La noche de este 30 de septiembre se enlutó con la muerte de Yoanis. Y la tristeza se ensanchó en los alrededores del Hospital, que semejó un estadio pequeño, donde sus compañeros de equipo le rindieron el último adiós, entre lágrimas, pesares, anécdotas, antes de partir al último adiós de su tierra.

 Y aquel gesto de su padre que me rodeó en un abrazo hondo sin palabras, es quizás la imagen más nítida de este virus que despedaza corazones, arrasa vidas, coarta sus sueños.