Pocos defectos hay tan detestables como la guataquería o guataconería. Con esas y otras dicciones los cubanos nos referimos a la adulación. Mientras guataquería deriva del verbo guataquear; guataconería lo hace del adjetivo guatacón; y, en última instancia, todas provienen de guataca, nombre que, además de aludir al instrumento agrícola, a la oreja y al oído, designa a la persona adulona.
Los lingüistas no se han puesto de acuerdo sobre si la voz guataca tiene origen en alguna lengua amerindia, del África negra o en la árabe. En lo que sí parece haber consenso es en la probable procedencia arábiga del sustantivo castellano hataca, documentado a fines del XV, nombre de un cucharón o cuchara grande de palo, convertido luego, entre los campesinos puertorriqueños, en jataca —con las variantes guataca y jataco—, un cucharón rústico, hecho de medio coco o media güira, al cual se añadía un palo largo como asidero, para sacar agua de envases mayores, colar café y otros usos. En uno de los barruntos etimológicos de Fernando Ortiz sobre la guataca cubana se sugiere un hipotético vínculo con la hataca castellana, pero ni Joan Corominas y José A. Pascual ni el diccionario académico respaldan tal genealogía.
Cabría, sin embargo, investigar si la existencia en la isla vecina de la variante guataca para nombrar un objeto alargado y con mango de madera, de empleo doméstico, fundamentalmente gastronómico, no es mero fruto de la casualidad, y esconde una relación hasta ahora oculta con la dicción de igual significante de que nos valemos para aludir al instrumento agrícola, no solo en Cuba y República Dominicana, sino, aun en Canarias, islas hasta donde llegó a través de los indianos.
Otro hecho notable resulta el distinto ordenamiento con que los repertorios léxicos han asentado las acepciones más antiguas de guataca, referidas al instrumento y a la oreja. Mientras en Esteban Pichardo (1835), José García de Arboleya (1859) y Antonio Bachiller (1883) el significado anatómico precede al otro; en Vicente Salvá (1846), Ramón J. Domínguez (1869) y Juan I. de Armas (1882) se invierte el orden. Similar discrepancia se verifica en los diccionarios del XX y el XXI. La RAE, curiosamente, cuando da entrada a la palabra en su Diccionario de la lengua española (DLE) de 1925, solo suscribe el significado de instrumento, y el otro ha de esperar a la edición de 2001 para ser tenido en consideración.
Pienso, sin pruebas, que la elección del orden cambia según se interprete que las propiedades físicas del objeto motivan el desplazamiento de la designación hacia el ámbito del cuerpo humano o que el proceso traslaticio sucede al revés.
Por otra parte, la acepción anatómica se formuló en la lexicografía del XIX y la primera mitad del XX como ‘oreja grande’; luego, reflejo de la evolución semántica en la práctica comunicativa, pasó a ‘oreja’ y se extendió, además, a ‘oído’. Tanto el Diccionario del español de Cuba (2000) como el Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016) dan cuenta de tales modificaciones.
En cuanto a la acepción ‘persona adulona’, las evidencias indican que surgió con posterioridad a las alusivas al instrumento y a la oreja, en el mismo siglo XIX. En el Diario de soldado, escrito por Fermín Valdés Domínguez en la guerra del 95, descubro dos realizaciones suyas. Esta es una que redactó a fines de enero de 1897: «[Domingo Méndez Capote] fue al general [Rogelio] Castillo y le dijo que una copia del manifiesto del general [Máximo Gómez] que estaba en el Gobierno tenía muchas erratas y que suponía que la que se había mandado a la imprenta adolecería seguramente del mismo mal, y, por lo tanto, quería ir para corregir las pruebas. Castillo, obrando como los muchachos guatacas de los colegios, se fue al general y le dijo lo que Méndez le presentó como pretexto para salir».
Apenas unos años después, en 1900, Ignacio Sarachaga la emplea en su pieza teatral ¡Arriba con el himno!: «Tú lo que eres muy guataca».
El Vocabulario cubano (1921), de Constantino Suárez, es la primera colección de voces y expresiones propias de nuestro archipiélago donde encuentro este significado. La vitalidad de su uso le ha conseguido espacio indiscutible en toda nómina de propósito semejante publicada después. En 1950 la RAE lo añade en su Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, aunque no es hasta 1984 que lo hace en su obra lexicográfica mayor, el DLE.
De acuerdo con Manuel Moreno Fraginals, el verbo guataquear, que en su sentido literal es ‘trabajar con la guataca’, adquiere figurativamente el sentido de ‘adular’ por «la costumbre de muchos campesinos pobres o sin tierras de guataquear de manera gratuita el campo ajeno para obtener favores». Esto implicaría que es el verbo el que experimenta primero el cambio semántico y lo trasmite al sustantivo.
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