En las comarcas del Tuinucú
La historia
Casi 50 000 toneladas de caña ha ahorrado el ingenio Melanio Hernández por concepto de eficiencia industrial en la actual zafra azucarera.
El pasado 28 de febrero los zafreros del ingenio Melanio Hernández, de Tuinucú, creyeron que estaban a punto de tocar el cielo con las manos tras computar 13.53 de rendimiento industrial, índice que los expertos consideran un verdadero suceso para cualquiera de las fábricas de azúcar que hoy trabajan en el país.
Con poco más de un trimestre de molienda, el ingenio promedia 12.32 de rendimiento —1.57 por encima de su plan—, con recobrado de 89.86 por ciento y aprovechamiento del Rendimiento Potencial de la Caña (RPC) de 96.86, en los tres indicadores a la cabeza de los más de 50 centrales que intervienen en la campaña 2016-2017.
Activa desde el pasado 20 de diciembre, la industria ha ahorrado cerca de 50 000 toneladas de caña por concepto de eficiencia y, a juzgar por su adelanto, en los próximos días pudiera convertirse en una de las primeras de toda la isla —si no en la primera— en sobrepasar sus compromisos productivos.
Aun así Radamés Rodríguez Palmero, quien está por completar su tercera zafra como director del Melanio Hernández, lamenta no haber podido caminar más rápido, sobre todo en la parte inicial de la cosecha: “¿Ves este tareco? Por su culpa el central estuvo parado como 20 horas”, confiesa mientras enseña un metal retorcido que ahora hace las bases de pisapapeles en la oficina.
LA NATURALEZA Y EL HOMBRE
Nacho, que es como le llaman a Radamés los azucareros de media Cuba, concuerda en que incluso cuando la ejecutoria del Tuinucú ha estado marcada por un bajo aprovechamiento de la norma potencial —determinado por razones de cosecha y transporte— y por algunas roturas que elevan el tiempo industrial perdido, el ingenio ha sabido capear los temporales y adelantarse sin complejos al cronograma pactado.
El asunto no se torna nada fácil para un colectivo que recibe la materia prima desde todos los municipios de la provincia con excepción de Jatibonico, incluidas regiones relativamente distantes como el Valle de los Ingenios, en Trinidad; la cooperativa Camilo Cienfuegos, de Yaguajay, o la UBPC Cantarrana, en el fondo de La Sierpe.
Expertos vinculados a la producción azucarera en el territorio aseguran que en tales resultados sin dudas median los favores del clima, que por una parte ha limitado el desarrollo vegetativo de la gramínea en los campos, pero por otra ha contribuido a la concentración del azúcar, una peculiaridad que los industriales han sabido aprovechar muy bien en estos predios.
Sin embargo, más que la propia naturaleza, que en realidad ha obrado igual para todo el país, lo verdaderamente determinante en este caso parece ser la cultura centenaria de la comunidad —desde hace más de dos siglos la producción azucarera tenía cierta notoriedad en esta región—, la estabilidad de operarios y cuadros, la profundidad en las reparaciones, la disciplina tecnológica y lo que su director define como el valor invisible de la unidad.
“Hacer una buena zafra también repercute en el bolsillo —asegura Rodríguez Palmero—, aquí actualmente el salario promedio es de 2 162 pesos (CUP) y 35.50 CUC, por eso es que no nos faltan los hombres y hay muchos tratando de incorporarse a la fábrica”.
LOS NUEVOS MOTORES
Décadas atrás, en los años 80, Melanio Hernández llegó a promediar más de 64 000 toneladas de azúcar por año, e incluso en la llamada Zafra de los Diez Millones (1970) superó las 87 000, una comparación que resultaría poco realista a la luz de las transformaciones que han tenido lugar en el sector.
Con una nómina en la despuntan “motores” imprescindibles como Víctor Acosta y Diosmel Rodríguez, ahora el ingenio asegura un crudo de excelente calidad, logra autoabastecerse de electricidad y cumple su plan de elaboración de miel-urea-bagacillo (1 500 toneladas), un alimento animal cada día más demandado por los ganaderos del territorio.
“Aquí todo el mundo ayuda al nuevo”, explica Juan Antonio Valdivia, jefe de turno de maquinaria y uno de los representantes de la joven hornada que se viene imponiendo en puestos claves del centro, acaso una suerte de sucesión natural de aquella cepa plantada siglos atrás en las comarcas del Tuinucú.
Cronología mínima
Las referencias más fieles aseguran que a inicios del siglo XIX (1804) ya el ingenio Tuinucú, tomó su nombre del río más cercano y este a su vez, de un cacique aborigen de la zona. En esta época ya tenía cierto prestigio económico en la región, una notoriedad que creció hasta nuestros días con el paso del tiempo, la introducción de mejoras tecnológicas, la diversificación de sus producciones y la ampliación de las capacidades industriales.
De siglo en siglo
• 1804. – Ya Tuinucú era un ingenio de cierta notoriedad en la región central de Cuba.
• 1825.- Don Justo German Cantero, Gentilhombre de Cámara de Su Majestad y Alférez Real de Trinidad, compra la fábrica a Don Tomás Padilla.
• 1891.- Se establece el monopolio norteamericano The New Tuinucú Sugar Co.
• 1912.- Desde sus predios, Frank Howard Jones, norteamericano que laboraba como supervisor del sistema eléctrico del central, realiza la primera trasmisión radial en Cuba.
• 1944.- Se inicia de manera rudimentaria la producción de alcohol, que luego alcanzaría un notable desarrollo.
• 1960.- La industria fue intervenida por el gobierno revolucionario y rebautizada como central Melanio Hernández.
• 1970.- El ingenio logra la mayor producción de su historia al fabricar 87 300 toneladas de azúcar crudo
• 1980.- Durante toda esta década logra su mayor estabilidad industrial, con 64 325 toneladas de azúcar como promedio anual.