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Cimentado en tiempos de la colonia, reducto peninsular asaltado dos veces por Máximo Gómez y desde el siglo XIX apéndice imprescindible
de la comarca espirituana, El Jíbaro, sin embargo, alcanzó verdadera celebridad nacional hacia 1967, cuando bajo la mirada previsora y la
conducción personal de Fidel nació el programa de desarrollo arrocero que revolucionó la región.