Hoy, cuando yo miro mis lomitas del Escambray, me quedo frío porque me parece mentira que esas montañas estén limpias de bandidos. Y me siento satisfecho, diría que orgulloso, porque creo que en algo he contribuido a que esta realidad sea lo que es. Y me parece mentira, porque hubo días muy difíciles en los que por las noches me ponía a pensar y me decía: “Qué pintamos nosotros aquí. Llevamos unos cuantos años fajados con los alzados. Cogemos una banda y a los pocos días aparece otra.
Limpiamos una zona y unos días después hay que limpiar otra vez esa misma zona. Llegará el momento en que me la arranquen a mí y a todos nosotros”. Porque aquello no se acababa nunca.
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Entonces, hoy veo que donde había un campamento de bandidos la Revolución ha construido una escuela. En El Nicho, por ejemplo, que aquello estaba cundido de alzados, hay ahora una secundaria básica. En La Tatagua, que es una playa de lo más linda, han construido un campamento para los pioneros que le llaman Ismaelillo. Tiene como 200 casas para que en cada una se aloje el guía con su destacamento. Y allí van niños de todo el país. La Tatagua es un orgullo para el Escambray, y una manera de rendir homenaje a todos los que cayeron defendiendo el futuro de la Patria en esa zona.
Y si alguien le diera por alzarse hoy, no lo tendríamos que coger nosotros, lo agarran los mismos campesinos, los guajiros porque en cuanto saque la cabeza y vaya a casa de alguien a pedir café nada más, ahí mismo queda.
El espíritu de lucha es cada día más fuerte, porque la gente sabe más y está más convencida.
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En el mundo ha de haber muchos lugares bonitos, pero yo creo que como este no hay nada. Porque esto es lindo por los paisajes que tiene, pero también por todas las cosas nuevas que se han hecho. Y te digo que yo me he pasado la vida en estas montañas, pero no había fijado mucho en que son tan lindas. Es que tú no me los vas a creer. Yo estaba aquí, pero iba a lo mío, a lo que tenía que hacer. Y le pasaba por el lado a los árboles, a los bejucos florecidos, a las abejas, a las mariposas, a los pájaros, a los ríos, a las cascadas, a los olores, a los verdores y no me detenía a mirarlos, porque siempre me pareció tan natural que estuvieran ahí.
Pero ahora, cuando me pongo a ver las escuelas, las vaquerías, (…) los pueblos nuevos, las carreteras, es cuando me digo: “Carajo, todo esto está muy bien, pero aquí van faltando otras cosas”. Y esas otras cosas son las que antes decía, que sigue habiéndolas, pero ya no es igual. Ahora es mucho mejor y quien sabe si es más bonito, pero ya no es igual. Por eso yo vivo en dos mitades: una para ver lo que esto era antes y otra para ver lo que es ahora.
(Testimonio de Gustavo Castellón, tomado de El Caballo de Mayaguara, libro de Osvaldo Navarro)