Apenas 16 años había vivido el miliciano Manuel Prieto Labrada cuando encontró la muerte en un combate cuerpo a cuerpo con el bandidismo
En la primera mitad de la década del 60 miles de jóvenes cubanos, en su mayoría obreros y campesinos integrados en las Milicias Nacionales Revolucionarias, los batallones de Lucha Contra Bandidos y los Órganos de la Seguridad del Estado, perseguían a las bandas de alzados que con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y las organizaciones contrarrevolucionarias cometían hechos terroristas que le costaban la vida a campesinos, trabajadores agrícolas, maestros voluntarios y brigadistas alfabetizadores y llevaban a cabo numerosos sabotajes contra objetivos económicos y sociales, con el propósito de desestabilizar el proceso revolucionario y crear las condiciones necesarias para que se produjera una intervención militar norteamericana.
En 1963 se destacó por su arrojo en el enfrentamiento a estas bandas terroristas el miliciano Manuel Prieto Labrada, a quien sus compañeros llamaban cariñosamente el Galleguito. Este joven, que contaba solamente con 16 años de edad y era jefe de escuadra del Batallón 3004, en medio de la persecución a una banda de alzados y a riesgo de su propia vida, se introdujo él solo en una cueva donde se ocultaban dos bandidos, los desarmó y los hizo salir de su escondrijo. En otra ocasión penetró en una casa de tabaco donde se escondían dos alzados y los capturó. Después de realizar este tipo de acciones audaces se incorporaba a su compañía de Milicias risueño y expresivo y se comportaba de una forma natural, a la manera de los verdaderos héroes. Debido a esa mezcla de disciplina, valentía, jovialidad, modestia y sencillez, aquel muchacho, apenas un adolescente, era querido y admirado por todos sus compañeros.
El 13 de mayo de 1963, la banda de alzados encabezada por el terrorista Jesús Ramón Real Hernández, Realito, que había cometido varios crímenes en la región de Charco Azul, en Cuatro Vientos, fue detectada en la finca Cinco Palmas, zona de Sabana de Maní, barrio de Guaniquical, en el municipio de Trinidad, donde fue cercada por fuerzas del Batallón Especial A, de Lucha Contra Bandidos, bajo el mando del primer teniente Jacinto Muñoa, pero el cabecilla y sus hombres no presentaron combate y huyeron. Más tarde, la Compañía Especial de Peine bajo el mando del legendario Gustavo Castellón Melián, El Caballo de Mayaguara, fue dividida en varios pelotones que tomando rumbos diferentes salieron en busca de esta banda. En la vanguardia de aquellos combatientes, como siempre, se encontraba el Galleguito. Al amanecer del día 14, las fuerzas de El Caballo de Mayaguara, que avanzaban por la ladera de una loma siguiéndole el rastro a los bandidos, al llegar a la cima los sorprendieron, pero una vez más los terroristas escaparon en veloz carrera.
Al día siguiente, la banda de Realito fue ubicada por un colaborador de la Seguridad del Estado en Sabana de Maní, cerca de Charco Azul, en Cuatro Vientos, por lo que inmediatamente salió en su persecución la compañía de Milicias de El Caballo de Mayaguara y fuerzas del primer teniente Muñoa. En horas de la madrugada del día 16 se tiró un cerco y al amanecer los combatientes comenzaron a peinar dentro de la zona. Al poco rato los hombres de Realito intentaron romper el cerco, pero como su acción fue rechazada contundentemente, optaron por huir y un grupo de milicianos se lanzó en su persecución. En la vanguardia de aquellos combatientes avanzaba el Galleguito.
De pronto, al llegar a los alrededores de Naranjito, en Charco Azul, un lugar donde abundaba la maleza, junto a un enorme jagüey, Realito y el Galleguito se encontraron uno frente al otro.
Manuel Prieto Labrada había nacido el primero de enero de 1947 en Crucecitas, Escambray, en el seno de una familia humilde, por lo que al concluir el cuarto grado tuvo que comenzar a trabajar para ayudar económicamente a sus padres.
El bandido, escondido detrás de las raíces del árbol, disparó primero a quemarropa con una Thompson hiriendo mortalmente al joven miliciano, pero este reaccionó a tiempo y ripostó con su subametralladora PPSH, dio varios pasos y antes de caer exánime se abalanzó sobre el bandido herido y se aferró fuertemente a él, como para que no se escapara. Según el testimonio del coronel (r) José R. Herrera Medina, que en aquel momento era uno de los combatientes que participaban en la operación, cuando encontraron a el Galleguito sin vida, tendido sobre la hierba, sus manos todavía estaban aferradas al cuerpo inerte del bandido.
Cuando triunfó la Revolución formó parte de una generación de jóvenes cubanos que se incorporaron a la defensa de la Patria frente a agresiones imperialistas, como la invasión de la Brigada 2506 por Playa Girón, las bandas de alzados, las infiltraciones de grupos terroristas, los ataques piratas contra nuestras costas y los sabotajes.
El recuerdo de este joven, cuya vida fue tronchada por balas enemigas al servicio del imperialismo norteamericano y sus agentes, se yergue como inspiración y ejemplo para la juventud cubana.
*Teniente Coronel Doctor Pedro Etcheverry Vázquez
Especialista del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado