El General de División Raúl Menéndez Tomassevich*, santiaguero de nacimiento y revolucionario por convicción, Héroe de la Republica de Cuba y protagonista irrepetible de historias de lucha contra bandidos en Cuba y Angola
La primera impresión respondió a un rostro adusto bajo los grados y el traje verde olivo, algo que cambió a medida que transcurrió una conversación en principio difícil, pero fluida y amable cuando se adentraba en disímiles temas que en lo particular me sirvieron para conocer de cerca a una de esas personas irrepetibles que llevan consigo muchos pedazos de nuestra historia.
Sus compañeros más íntimos le dicen Tomás, a secas, quizás a modo de abreviar su extraño apellido. El General de División Raúl Menéndez Tomassevich es de esos hombres formados a fuerza de heroísmo a lo largo de casi medio siglo.
Se califica a sí mismo revolucionario por principios desde que se incorpora al Movimiento 26 de Julio y al Ejército Rebelde y militar de carrera, con estudios en la Academia Voroshilov, en la antigua URSS. En su larga hoja de servicios se acumulan altas responsabilidades: al frente de la Policía Nacional Revolucionaria después del triunfo de Enero, jefe de la Sección de Lucha Contra Bandidos, en Girón dejó sus huellas, además de ser el único oficial cubano que ha estado al mando de los Ejércitos Central, Occidental y Oriental.
Para quien ha cumplido cinco misiones internacionalistas en América Latina y Africa, él, Tomás, es un cubano común, sólo que está acostumbrado a hacer aquello que le dicta el deber. Al tanto de esos detalles, me enfrento a un hombre bajito, aunque robusto, con una mirada joven ajena a sus próximos 72 años, quien asegura haber vivido intensamente. Conversador elocuente, es dueño de esa rara virtud de los héroes de poder simplificar, a la hora de definir motivaciones y hechos tan brillantes como su propia esencia de revolucionario incondicional.
–¿Cómo fueron sus inicios en la lucha contra la dictadura?
-Procedo de una familia humilde de Santiago de Cuba, pero pude estudiar. Allí en el Instituto de Segunda Enseñanza nos integramos a la lucha estudiantil hasta que caí preso.
–¿Por revolucionario?
-Que va. A mí se me ocurrió falsificar la firma del alcalde de Santiago de Cuba y cogerle un poco de pesos. Me mandaron para la cárcel de Boniato. Allí me encontré otros compañeros del Instituto, entre ellos Otto Parellada, Braulio Coroneaux y Carlos Iglesias Fonseca (Nicaragua) que era el dirigente del 26 de Julio en la prisión; trabajaba vinculado a Frank País. Hicimos amistad y un día me propuso fugarnos.
En el primer plan hecho por Frank nos iríamos con ayuda de afuera de manera que coincidiera con el alzamiento del 30 de noviembre, pero no resultó y nos mandó a decir que la operación quedaba suspendida. Sin ayuda hicimos un plan relámpago , desarmamos la guarnición y nos llevamos las armas.
–¿Qué pasó con el exrecluso a partir de ese momento?
-Empezó entonces mi lucha en la clandestinidad y después la Sierra. Fui guerrillero en la zona de Alto Songo. Después del ataque al cuartel de Mayarí Arriba me incorporo bajo el mando de Raúl Castro, cuando se creó el II Frente en la Columna 6 y después fue en la Columna 17, con ella me sorprende la victoria en la zona de San Germán.
Entré en la caravana con el Comandante en La Habana y por aquel entonces Efigenio Ameijeiras me pidió que pasara con él a la Policía.
–¿Cómo y por qué recibió la misión de comandar la lucha contra bandidos?
-Cuando yo participo en la limpia se están creando los ejércitos, es decir las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El Comandante Juan Almeida viene de jefe del Ejército y a mí me designan al frente del Estado Mayor del mismo, una vez terminada la limpia del Escambray.
–A propósito del tema, algunas personas son del criterio de que no es lo mismo la limpia que la lucha contra bandidos. ¿Usted lo comparte?
Era facilito; Fidel se dio cuenta rápidamente y organizó la limpia del Escambray que eliminó ese foco peligrosísimo que teníamos en las montañas.
-Plenamente. La limpia fue primero. La luz larga que siempre ha tenido el Comandante desde la Sierra hasta hoy, nos permitió a nosotros la derrota de los mercenarios de Playa Girón porque el Escambray estaba cundido de bandidos. Había 8 columnas con dos compañías que iban a apoyar el desembarco que era primeramente por Trinidad. Con eso prácticamente los bandidos tenían asegurada una cabeza de playa porque iban a cortar las carreteras Sancti Spíritus-Trinidad y Cienfuegos-Trinidad y apoyar el desembarco aerotransportado.
Después de esa etapa quedan rezagos de bandidos y desde mi cargo de jefe de Estado Mayor me dedico un poco a perseguirlos y al mismo tiempo voy organizando el ejército. Después los bandidos vuelven a coger auge y se crea la Sección de Lucha Contra Bandidos en el Escambray, me nombran entonces Segundo Jefe del Ejército, me dan la responsabilidad de la LCB y es entonces que me dedico a esa tarea.
–¿Recuerda la presencia de Fidel alguna vez durante las operaciones?
-Sí. A cada ratico me sorprendía y nos ponía a correr. En una oportunidad persiguió bandidos. La gente no quería que se metiera, pero él lo hacía, como no, muchas veces.
–Toda esta historia épica duró hasta 1965. ¿Qué representó en lo personal para Tomassevich?
-Te voy a decir que en aquella época no pensaba en historias, ni cuando la guerra, era la satisfacción de cumplir con un deber de militar, de cubano revolucionario. Fue una escuela para próximas misiones, para la vida, para todo. Era siempre un soldado más, incluso los grados, que estaban bordados, me los tapaba con esparadrapo y me metía en el monte como un guardia más, aunque un día como no llevaba grados no pude dar órdenes que hubieran ayudado a la captura de una banda. Me di cuenta de que no podía abusar de ello.
–La experiencia debe haberle sido útil en la misión en Angola.
-Por supuesto, aunque eran otras características. Era la época en que la UNITA empezó a crecer; el Comandante en Jefe y el Ministro de las FAR eran de la opinión que las tropas nuestras estaban allí para defender Angola de una agresión exterior sudafricana, no para una guerra interna civil, y nosotros no debíamos inmiscuirnos en eso. Indiscutiblemente la UNITA también comenzó a atacar nuestras tropas y yo pregunté si debíamos quedarnos con los brazos cruzados. Me dijeron que cada vez que me agredieran ripostara; así lo hicimos y ayudamos además a las FAPLA en asesoramiento.
–Existe una especie de mito que afirma que el único hombre capaz de encontrar al cabecilla UNITA Jonas Savimbi se llama Raúl Menéndez Tomassevich. ¿Qué hay de cierto en ello?
-El sabe eso y yo también. Nunca lo vi, pero lo tuve cerquita. Si supieras que Savimbi tenía de escolta como una compañía, y una secretaria, una mujer muy culta, que nosotros capturamos y después se pasó al MPLA.
–Usted es el único que ha sido jefe de los tres ejércitos de Cuba, ¿no es muy alta la responsabilidad?
-Para mí es una gran satisfacción haber servido a la Revolución a lo largo y ancho de este país y sin darme cuenta, porque nunca estuve pensando que un día iban a decir que yo fui jefe. A mí me daban una tarea hoy y me olvidaba de lo que estaba haciendo, me concentraba en ella y no recordaba la anterior; y salía de un mando y nunca más volvía, a no ser que me invitaran a alguna actividad.
–Conozco de algunas de sus memorias en dos libros. ¿Seguirá escribiendo?
-Escribimos junto al Teniente Coronel Gárciga tres libros, el último es reciente y se llama Golpe para el triunfo. Estamos en plena investigación para escribir otro acerca de la lucha contra bandidos. Los libros siempre hablan mucho de los bandidos y no de quienes los cogieron, queremos darle un vuelco a esa forma y escribir de los vencedores.
–Recientemente conjuntamente con otros diez compañeros recibió la orden Héroe de la República de Cuba. ¿Qué representa eso en su vida?
-Bueno, fue una gran sorpresa. Uno siempre tiene su poquito de inmodestia por dentro, pero a mí me sorprendió y fue un gran honor. En ese momento recordé las palabras de Martí que dicen que quien ha servido mucho está obligado a seguir sirviendo. Yo me considero capaz, aunque haya cosas que físicamente no pueda hacer por mi edad.
Yo le decía a mi esposa que me ha sorprendido la vejez y no me he dado cuenta. Voy a cumplir 72 años. Eso no es secreto de Generales.
–¿No existe el retiro?
-No, no. Yo repito pa’ lo que sea Fidel, como dice la gente. De verdad. Y se lo he dicho, yo soy medio básico de la Revolución y voy donde él me diga. El mando es mucha responsabilidad y puedo ser jefe, pero me subordino a mis superiores incondicionalmente
–General, participó a lo largo de su vida en infinidad de misiones riesgosas. ¿Conoció el miedo?
-Te lo voy a decir ahora que soy héroe. No sé quién afirmó que si se sentía miedo no había héroes. Eso es mentira. En la selva cuando nos disponíamos a un combate, cantábamos y de momento nos embargaba un sobrecogimiento enorme, pero cuando sonaban los disparos ese miedo desaparecía. Volvía a sentir miedo cuando terminaba y me daba cuenta de que habíamos cometido errores.
–¿Qué hace un General de División cuando no está de servicio?
-Lo común. Me gusta el cine, la música con preferencia para la clásica, leer mucho, sobre todo literatura histórica, en realidad me da placer el hecho de saber que voy a leer, que dispongo de ese tiempo. La otra parte se la roban los nietos.
–Usted siempre ha estado muy cerca del Comandante en Jefe, y después de más de 40 años…
-A Fidel siempre lo veo con más estatura de la que tiene, gigantesca, así es para mí desde la guerra. Recuerdo en Girón que estaba hablando con él por radio y le dije que acababa de caerse un avión mercenario y ripostó: «Se cayó no, lo tumbamos». No pierde y todavía está invicto. Increíble la Crisis de Octubre, una guerra inminente y supo qué hacer. Ustedes también son testigos, no hay una batalla que el Comandante no haya ganado.
* Fallecido el 17 de agosto de 2001.