Las carretas cañeras tienen ruedas del tamaño de un hombre. Son unas ruedas de madera buena. De madera fuerte. Otras carretas usan gomas de tractores. También grandes como los hombres. José Pio Romero, campesino revolucionario, informó a las tropas LCB dónde estaban las bandas de Chiqui Jaime y Julio Emilio Carretero.
“Llevan una semana rondando el lugar”.
La operación resultó exitosa: Chiqui Jaime murió en el combate. Pero Carretero logró escapar. Carretero recibió un disparo en el brazo, y juró: “El Pio Romero me las va a pagar”.
La casa de Pio estaba entre el río Agabama y el firme de la sierra del Escambray. Carretero y quince de sus hombres se apostaron en los alrededores.
–¡Pio Romero, sal de tu casa que no te va a pasar nada! –gritaron.
Pio Romero salió y lo arrastraron hasta una mata de guinea. A la madre de Pio, una anciana llamada Ana, la empujaron contra el suelo, se golpeó la cabeza y quedó inconsciente. También la emprendieron contra Eustaquio, un hermano. Mataron a José y a Eustaquio y finalmente descargaron un M-3 en el pecho de Ana.
A la mañana llegó el helicóptero de LCB. En el gajo de un rabo de gato, los de Seguridad encontraron una pequeña hoja de libreta dejada por los bandidos. “A estos los cogió la rueda de la carreta”, decía la hoja, escrita con rasgos exactos y elegantes, improbables en un campesino.
La hermana de Pio yacía con el rostro contra la tierra. Denis la volteó. El seno derecho rodó sobre el estómago y cayó en el brazo
Luis Felipe Denis, jefe del G-2 en el Escambray, guardó la hoja de libreta.
Tres años después el bandido desalzado Juan Morales fue capturado en La Habana y devuelto a Las Villas. El teniente Luis Felipe Denis recibió esta información junto con Morales: “El detenido Morales ha observado buena actitud y está dispuesto a colaborar. Al parecer, no tiene crímenes”.
Antes de interrogarlo, el teniente pidió las actas de confesión, que el propio bandido había escrito. Eran varios files. En una de las hojas, tomadas al azar, el oficial leyó. “… estuve poco tiempo con la guerrilla del comandante Carretero…”. El acta estaba escrita con una letra de rasgos exactos y elegantes. Bien espaciadas las letras. Denis se dijo: “Carretero … al viejo Carretero le decían carreta…” y pidió al Archivo una pequeña hoja escrita que fue encontrada en un gajo de rabo de gato, muy cerca de los cadáveres de Romero y su hermana. Denis entró en la celda y se sentó frente al bandido. El hombre le sonrió y fue a decir: “Estoy dispuesto a colaborar en todo”. En cuanto el oficial sacó la hojita del bolsillo y se la puso frente a los ojos.
A ESTOS LOS COGIO LA RUEDA DE LA CARRETA
Juan Morales palideció y estuvo un minuto callado. Trató de responder de inmediato.
CON LA GUERRILLA DEL COMANDANTE CARRETERO
Denis no le dijo nada. Sólo observó al bandido.
LA RUEDA DE LA CARRETA
La mirada del bandido se desplomó. La camisa empapada en sudor. Respiración cortada. La hermana de Pio yacía con el rostro contra la tierra. Denis la volteó para mirarle el rostro. El seno derecho rodó sobre el estómago.
DEL COMANDANTE CARRETERO
El bandido por fin balbuceó: “Yo … yo le di … el tiro de gracia a la hermana…a la hermana de Romero…”
CARRETA
“¡Pio Romero, sal de tu casa. Pio Romero, sal que no te va a pasar nada!”, gritaron. Pio Romero salió y lo arrastraron hasta una mata de guinea. El bandido miró Denis y le dijo de una vez: “A mi también me cogió la rueda de la carreta, ¿no?”. Denis asintió con la cabeza.
CARRETERO
(Relato tomado del libro Nos impusieron la violencia, de Norberto Fuentes. Editorial Letras Cubanas. La Habana, Cuba. 1986)