Una operación contra la banda de Maro Borges costó hace más de 50 años la vida del joven Euclides Pentón Nápoles
Han transcurrido 50 años, pero resulta impresionante la forma en que Juan Silvestre y Rigoberto Pentón Nápoles recuerdan todo lo relacionado con su hermano Euclides, caído en un enfrentamiento con la banda de Maro Borges el 15 de agosto de 1963, en la finca Melones, barrio de Guasimal.
«Euclides era bastante fuerte de carácter, refiere Juan Silvestre. El no tenía miedo. Desde chiquito ya se gobernaba…”
Con estas expresiones da idea del ímpetu del muchacho, combativo y esclavo del deber hasta donde se pueda imaginar. Buen hijo, buen hermano y revolucionario como el que más. Un cubano completo.
«El no debía estar allí ese 15 de agosto, señala Rigoberto. El había alfabetizado en la zona de Caracusey con los brigadistas de Patria o Muerte; luego pasó una escuela de milicias en La Campana. Después cuatro hermanos hicimos juntos la Limpia del Escambray, entonces lo mandan para la Escuela de Auxiliares de Administración (de granjas) en Rancho Boyeros.
«A los cinco o seis meses vino y le preguntó a mi mamá por nosotros. Ella le dijo que estábamos en el Escambray detrás de los bandidos y él, en lugar de regresar a la escuela en La Habana, se fue para las lomas y pidió que lo incorporaran a la LCB con nosotros. Caímos juntos en la misma compañía y en el mismo pelotón.
«Recuerdo que era la Compañía 2 del Batallón 1 de la Tercera División (unidad 3004) al mando de Agapito Viamontes. Esa tropa, junto con la del Caballo de Mayaguara, fue la que más enfrentamientos tuvo con los forajidos y también la que sufrió más bajas», apunta Rigoberto.
DIA ACIAGO PARA LA FAMILIA
El 15 de agosto de 1963, Juan Silvestre y Elio Pérez Montero, otro miliciano de su escuadra, se quedaron de guarnición en Banao. Rigoberto estaba de pase en la finca San Rafael, barrio de Tuinucú, donde vivían sus padres Joaquín Pentón e Inocencia Nápoles.
En la compañía permanecieron Francisco Pentón, el hermano menor, y Euclides. Ese día los movilizaron muy temprano para un cerco en la finca Melones, barrio de Guasimal, donde quedaron encerrados el cabecilla Maro Borges y su banda, 23 forajidos en total. Ese grupo tenía en su haber decenas de crímenes y daños a la propiedad.
Los cercados chocaron con el peine y una bala de Garand alcanzó en el lado derecho del pecho a Euclides Pentón, ocasionándole la muerte casi de inmediato. También cayó el miliciano Elio García Hernández, de Peralejo. Los cercados tuvieron 14 muertos y dos heridos. Por esa vez, aunque maltrechos, Maro Borges y seis de los suyos lograron evadirse.
Rigoberto y Juan Silvestre recibieron la terrible noticia por distintas vías.
El primero fue el encargado de ir a Sancti Spíritus y traer el cadáver que la abnegada madre insistió en velar en la casa familiar, porque, dijo, «si él salió vivo de aquí, aquí lo vamos a velar». En el humilde hogar se juntaron los padres y los cinco hermanos varones y tres hembras, otros familiares, compañeros de la LCB y amigos.
«Lo más duro vino después del entierro, cuando llegó el momento en que los tres hermanos milicianos que quedábamos, fuimos a despedirnos de los viejos para ir a reincorporarnos a la lucha en el Escambray», cuenta Juan Silvestre.
EL EJEMPLO Y EL RECUERDO
Los hermanos Pentón Nápoles asistieron juntos a la escuela pública No. 40 en la finca Alicante, donde Euclides estudió hasta el cuarto grado. El -dice Rigoberto- era un muchacho tranquilo que le partía de frente a las labores del campo. Le gustaban los animales y desde que pudo se compró dos vacas.
Muy joven aún empezó a trabajar en colonias cañeras privadas de la zona de Tuinucú y durante el enfrentamiento a la dictadura batistiana formó parte de las milicias del Movimiento 26 de Julio. El 28 de octubre de 1960 se integró a las Milicias Nacionales Revolucionarias, cuyo glorioso uniforme verdesazul vistió hasta el día de su muerte.
Este 15 de agosto, Rigoberto irá una vez más en peregrinación al lugar donde cayó su hermano, cerca de Guasimal y allí depositará flores en su monumento, como ha venido haciendo sin falta en los últimos 40 años. Para él Euclides sigue siendo aquel joven entusiasta, ojiverde y sonrosado de sólo 23 primaveras.