Manuel Echevarría Gómez
Un día de 1907, el asombro colmó el ánimo de los espirituanos que vieron aparecer el primer automóvil en las calles empedradas y polvorientas de la Villa.
Liberado de la tracción animal que había socorrido el transporte de lo humano y lo divino durante casi cuatro siglos, aquel engendro mecánico autosuficiente, con sus ruedas de caucho y su motor de gasolina de cuatro tiempos y encendido eléctrico ya era referencia obligada en las tertulias y corrillos esquineros desde que el alemán Carlos Federico Benz lo trajo al mundo, aunque se tenían noticias de los primeros coches movidos por vapor en las últimas décadas del siglo XIX.
El periódico El Fénix se limitó a un libelo de última página en su sección de las gacetillas del 11 de noviembre, desaprovechando así la prominencia y originalidad de la noticia in situ, que de cualquier forma se tornaba suceso insólito, fuera de lo común, debido al pecunio y la solvencia del doctor Félix Mendigutía, dentista que trajo la novedad rodante desde La Habana.
El censo de población de 1848 en la jurisdicción espirituana daba cuenta de un creciente ajetreo en términos de transportación con 91 carruajes, coches, quitrines y calesas, 96 carretas y 62 carretones tirados por animales, cuando el número de almas sobrepasaba apenas los 40 mil habitantes, cifras que hablan de cierta holgura para mover fortunas y garantizar a la oligarquía criolla la posibilidad de trasladarse con toda la ostentación que sufragaban sus bolsillos.
Pero los espirituanos de aquellos tiempos ya conocían otro medio de transporte que también causó sensación entre los vecinos arremolinados en la plazuela de la Iglesia Parroquial Mayor al presenciar el ascenso de un globo aerostático, tripulado por míster Víctor Verdalles y el francés Morat.
La influencia creciente de la familia fundada por Fernando del Valle y Lorente, regidor perpetuo de la Villa, amén de otros cargos políticos y militares que le permitieron consolidar su poderío económico, impulsó el desarrollo del transporte en la región al inaugurar en 1863 el primer tramo del ferrocarril Tunas de Zaza-Sancti Spiritus, además de las estaciones correspondientes, talleres anexos de fundición y el puerto de Tunas de Zaza con su embarcadero y aduanas.
Ya entrado el siglo XX, Sancti Spíritus fue colmando sus aspiraciones de llevar los medios de locomoción hasta los límites permisibles que imponían su condición geográfica e importancia política, y en 1902 salta a la luz pública la primera bicicleta; en 1907 el automóvil que citamos al inicio, y en 1912 aparece un camión, fabricado en los Estados Unidos de marca MACK con un poderoso motor que alteraba el universo sonoro de las barriadas más céntricas, trasladando materiales de la construcción y víveres del comercio.
Según revelaciones ofrecidas por el difunto Orlando Barreras en su condición de historiador de la ciudad, el camión se avenía a las medidas de una rastra mediana con su larguísimo chasis y carrocería, capaz de transportar el peso de cuatro carretas y varios carretones. Muchos dieron a conocer enseguida enconadas críticas y propusieron la conveniencia de utilizarlo en líneas de ferrocarril y no en las calles, pero en 40 años, según afirma Barreras, el nuevo «monstruo mecánico» no provocó accidentes, ni atentó contra la integridad de ciudadano alguno.
Tan inminente parece ser el desenfado de las ruedas sobre las arterias de la ciudad a inicios del siglo pasado, que el 21 de septiembre de 1909 se aprueba el primer reglamento de circulación de autos en zonas urbanas y rurales, según consta en las actas del Ayuntamiento.
Faltaba sin embargo, el encuentro con las pretensiones de Icaro, que ya rondaba los cintillos noticiosos desde que en 1903 los hermanos norteamericanos Wright lograron el primer vuelo sostenido de un aeroplano tripulado. Las crónicas recogen el 20 de junio de 1914 «un acto de aviación» en una finca de la comarca a propósito de un aparato procedente de Cienfuegos; luego en 1928 aterriza el primer avión de pasajeros Donde viene Miguel Mariano Gómez, a la sazón alcalde de La Habana.
Se dice que la motocicleta arribó en 1916 y que en esa misma fecha una mujer condujo por vez primera un automóvil, mérito que distinguió a Carmen Suárez Galí.
Lo que vino después fue fruto del desarrollo tecnológico alcanzado en los tiempos modernos, pero al menos, éstas parecen ser las primicias que provocaron el asombro, y a veces el desconcierto de los espirituanos en términos de transportación.