Villa del Santo Espíritus – 500 añosSitio dedicado a la cuarta villa fundada por los españoles en Cuba Las siete villas cubanas dedicadas al Rey de EspañaLuis Raúl Vázquez Muñoz Diego Velázquez de Cuéllar se sumergió en las selvas de Cuba el 4 de octubre de 1513. Partió, desde la villa de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, al frente de una fuerza expedicionaria que contaba con un considerable número de indios cargadores. Los españoles marchaban envueltos por la humedad del trópico y la tupida vegetación que les hacían sentir nostalgia por las llanuras de la Península. Eran, en su mayoría, soldados que habían quedado sin rumbo ante la vida, una vez finalizada la Reconquista en 1492. Su jefe, Velázquez, frisaba los 50 años de edad. Poco tiempo atrás, entre 1510 y 1512, había llegado a Cuba con el título de Adelantado y conquistado una porción de su territorio oriental. Tenía la tozudez de los peninsulares, combinada con una personalidad explosiva. El padre Bartolomé de las Casas recordaba en sus escritos que «cuando era menester o se enojaba, todos temblaban ante él», aunque su dureza y crueldad no se asemejaban a las de otros conquistadores del Nuevo Mundo como Francisco Pizarro. A principios del aquel año, en el que realizaría una de las obras emblemáticas de su vida, Velázquez había sido nombrado Repartidor de Indios por el Rey Fernando. Era una de las metas de su ambición. A través del Decreto se convertía, prácticamente, en el poder de España en los territorios por él ocupados. Así recibiría, entre otras prerrogativas, el suministro de víveres procedentes de los almacenes reales, el reconocimiento para formar gobiernos locales y toda la autoridad necesaria para culminar con rapidez la conquista de Cuba. El interés de la Corona por dominar el territorio insular consistía en controlar la ruta marítima que se empezaba a definir e incrementar las remesas de oro a partir de los posibles lavaderos de la Isla. En consecuencia, se hacía inminente la fundación de villas capaces de asegurar la permanencia en la localidad y sus contornos de todos aquellos que desearan obtener beneficios y como forma para asentar las bases del poderío español. El 4 de octubre todo estuvo listo. Baracoa, la primera localidad fundada a finales de 1510 o principios de 1511, asistió al paso de los soldados. De acuerdo con los relatos escritos, el primer lugar escogido, en noviembre de 1513, fue Bayamo, situado en una zona de fuerte asentamiento indígena que permitía a los conquistadores dominar la importante cuenca del Cauto y, a través de ella, un extenso territorio. A principios del siguiente año, se fundaba la villa de la Santísima Trinidad en una de las riberas del río Arimao, zona de oro y buenos suelos. Todavía sin concluir las labores de demarcación, dos grupos salieron de allí con el propósito de fundar nuevos establecimientos. Uno, al mando de Pánfilo de Narváez, marchó hacia el Occidente. El otro, dirigido por El Adelantado, se encaminó a la región central de la Isla. Los aborígenes hicieron resistencia. A las poblaciones del interior habían llegado noticias de la matanza de Caonao, perpetrada, años antes, por los hombres de Narváez, y de los trabajos forzados a que eran sometidos sus semejantes. Mas, todo fue inútil. A las corazas y espadas de los conquistadores, los nativos solo opusieron el hacha de piedra, un garrote llamado macana y unas varas de madera, endurecidas por el fuego en una de sus puntas, que eran disparadas como flechas. Los taínos cubanos, por otra parte, no eran guerreros. Avanzaban «a barriga desnuda», como relató Las Casas, lo que los convertía en fáciles víctimas del arcabuz y la ballesta, las principales armas ofensivas del momento. Su principal ventaja, el conocimiento del terreno, pronto fue controlada por los españoles gracias a sus principales aliados: los perros de caza y el caballo de combate. El padre Las Casas anotó en sus crónicas que nunca tuvo conocimiento de que algún peninsular hubiera muerto en un enfrentamiento durante esta fase de la conquista de Cuba. Para inicios de la primavera de 1514, ambas expediciones tenían materializados sus objetivos. Narváez funda a San Cristóbal de La Habana y, casi simultáneamente, Velázquez estableció el sitio de Sancti Spíritus. Pasado un año, a mediados de 1515, se recibió la orden del monarca de erigir la villa de Santa María del Puerto del Príncipe en la bahía de Nuevitas. Con esta decisión se disponía de un enclave más propicio que el de Baracoa para la recalada de los buques que se dirigían a España por el Canal Viejo de Bahamas. Al finalizar agosto, en un lugar aún no precisado, Diego Velázquez se dispuso afundar la séptima y última villa, Santiago de Cuba. En ella se posesionó el gobierno. Tiempo después, algunos de los asentamientos cambiaron su ubicación. Los habitantes de La Habana dejaron la costa sur, Donde al principio se creó el poblado, y lo refundaron en el actual lugar. Puerto Príncipe fue posesionado Donde hoy se encuentra la ciudad de Camagüey. Velázquez fijó su residencia en Santiago. Desde allí acumuló una fortuna y un poder personal que le dieron la posibilidad de gastar en la expedición que conquistó México más de 40 000 pesos —todo un capital para la época—. Solo el Rey podía oponerse a esa autoridad de Conquistador, que lo hizo presenciar, con aires de viejo patriarca, el poder que había logrado, y que se extendería por más de 300 años en el tiempo. Referencias: Archivo Histórico Provincial “Mayor General Serafín Sánchez Valdivia” Multimedias Escambray.
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