El brasileño José Graziano da Silva se propone contribuir a la erradicación del hambre y la mejoría de los niveles de nutrición en el mundo desde su nuevo cargo de director general de una FAO renovada y abierta, capaz de movilizar la cooperación internacional.
Para enfrentar ese reto, elaboró una fórmula de trabajo compuesta de cinco grandes pilares, que expuso en entrevista con Prensa Latina.
De 61 años de edad, Graziano asumirá en enero la jefatura de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y sucede al senegalés Jacques Diouf, quien acaba de cumplir su tercer mandato (18 años) como director general.
Desde el 2006, fue representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe, luego de haberse destacado en su país, a partir del 2001, al frente del programa Hambre Cero, como ministro extraordinario para la Seguridad Alimentaria y la Lucha contra el Hambre.
Un reconocido defensor de la cooperación Sur-Sur, el autor de 25 libros sobre asuntos agrarios y rurales, entre otros temas, fue postulado a su actual cargo por el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva y por la actual mandataria Dilma Rousseff.
PL: ¿Cuáles serán los programas priorizados de la FAO?
José Graziano da Silva: La prioridad será reforzar la lucha contra el hambre, actuando en los niveles nacional e internacional.
La FAO está dispuesta a hacer un esfuerzo concentrado en aquellos países con una mayor inseguridad alimentaria y que estén dispuestos a priorizar la lucha contra el hambre en sus agendas políticas.
Este esfuerzo debe ser complementado a nivel internacional con la implementación de un sistema de gobernanza de la seguridad alimentaria más eficiente.
Yo tendré un mandato corto frente a la FAO, que termina en 2015 junto con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Estimo que en este periodo podemos revertir el alza reciente en el total de personas que sufren de subnutrición en el mundo.
Creo en ello porque las múltiples crisis que hemos enfrentado desde el 2008 han reposicionado la lucha contra el hambre y la pobreza en el centro de la agenda internacional.
Considero que esta lucha puede aglutinar Gobiernos, la sociedad civil y la iniciativa privada y entregar la coherencia necesaria para enfrentar las diversas crisis que tenemos hoy: climática, energética, económica-financiera y alimentaria.
PL: ¿Cuáles son los retos inmediatos de su mandato?
JGDS: Yo fui elegido con una propuesta de acción para la FAO basada en cinco pilares: la erradicación del hambre; la producción y el consumo sostenible de alimentos; un mayor equilibrio en la gestión de los sistemas alimentarios; la conclusión de la reforma de la FAO; y la ampliación de las alianzas y la Cooperación Sur-Sur.
Mi compromiso es implementar esta propuesta. Para alcanzar esos objetivos, cuento con el apoyo de un cuerpo técnico calificado, el compromiso de la comunidad internacional y la voluntad manifiesta de muchos países de ampliar su cooperación con la FAO, compartiendo recursos financieros y, más importante, recursos técnicos, conocimientos y experiencias.
PL: ¿Qué visión global busca proyectar ahora la FAO?
JGDS: Una FAO renovada y preparada para entregar una contribución decisiva a la erradicación del hambre y la mejoría de los niveles de nutrición en el mundo, y al desarrollo de patrones de producción y consumo sostenibles para garantizar la alimentación al mismo tiempo que preservamos nuestros recursos naturales.
Para ello, también debe ser una FAO abierta no solo a los Gobiernos sino a todos los sectores, incluyendo a la iniciativa privada, las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales y las cooperativas de productores.
PL: Con su experiencia en Latinoamérica y el Caribe, ¿cómo valora la seguridad alimentaria de la región?
JGDS: En 2006, todos los Gobiernos de nuestra región se adhirieron a la Iniciativa América Latina y Caribe Sin Hambre 2025. Eso la convirtió en la primera región del mundo en ponerse la meta de erradicar el hambre.
El compromiso político es una base fundamental para ello porque le otorga la prioridad necesaria dentro de los Gobiernos para avanzar en esta dirección.
Al mismo tiempo, sabemos que ese desafío es demasiado grande para un solo país o Gobierno, de modo que necesita ser asumido también por toda la sociedad.
En los últimos años los países de América Latina y el Caribe han fortalecido o puesto en marcha conjuntos de políticas y programas que contribuyen a este objetivo.
En particular, podemos destacar los programas de transferencias de ingresos que benefician a más de 110 millones de personas en nuestra región y el apoyo a la agricultura familiar y el fortalecimiento de los mercados locales.
Ambas estrategias han tenido buenos resultados en respuesta a las recientes crisis que ha enfrentado el mundo y, cuando se desarrollan de manera articulada, sus beneficios se potencian.
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