En el acto, que tuvo por sede el municipio de Cabaiguán, fue rememorada la liberación de esa ciudad en igual fecha de 1958 y se conmemoró también el aniversario 50 de la Campaña de Alfabetización, con la asiatencia de trabajadores docentes y no docentes con una labor destacada en sus respectivos municipios, jubilados del sector que retornaron a las aulas y trabajadores en edad de jubilación que continúan en ellas y directivos de los distintos territorios y niveles de enseñanza.
Por Delia Proenza Barzaga
El viejo alfabetizador disfruta el acto desde la segunda fila del cine Rogelio Rojas, donde tantas y tantas veces, luego de formarse como técnico en Proyección Cinematográfica, rodó las más disímiles películas. Junto a otros muchos protagonistas de la épica Campaña de Alfabetización, que culminara el 22 de diciembre de 1961, asiste a la celebración del Día del Educador, nacido justo por aquel hecho exclusivo: en la Plaza de la Revolución de la capital de la isla, con la presencia de 100 000 jóvenes y adolescentes enrolados en la misión, quienes alzaban lápices enormes, Fidel Castro Ruz daba por cumplida la tarea y proclamaba a Cuba como primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.
Se dieron cita en la ceremonia trabajadores docentes y no docentes con una labor destacada en sus respectivos municipios, jubilados del sector que retornaron a las aulas, trabajadores en edad de jubilación que continúan en ellas y directivos de los distintos territorios y niveles de enseñanza.
La emoción hizo nido en las gargantas de muchos cuando una de las participantes en la cruzada contra el analfabetismo evocó pormenores de aquellos meses en que desbrozaban caminos para llegar a los alumnos y participaban junto a ellos en las tareas domésticas y de campo: “Nunca me arrepentiré de haber sido maestra, y si volviera a nacer otra vez lo sería”.
La Medalla Jesús Menéndez, que otorga el Consejo de Estado, fue colocada en el pecho de cinco destacados educadores espirituanos, y la Rafael María de Mendive, conferida por el Sindicato Nacional de trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte, (SNTECD), fue entregada a otro grupo de ellos.
El sello conmemorativo del aniversario 50 de ese sindicato fue a parar al colectivo del seminternado de primaria Francisco Vale, de Mayajigua, ejemplo en su labor con la comunidad y en la formación de sus discípulos.
Los niños, a través de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), gratificaron con el premio Los Zapaticos de Rosa al educador cabaiguanense Fernando del Toro Rodríguez, maestro de la escuela especial Julio Antonio Mella, con 45 años en el quehacer educativo. El reconocimiento le llegó de manos de Manuel Valera Escalona, vicepresidente nacional de la OPJM.
La música hizo también su parte, con un trío del patio que afinó sus voces para cantar las conocidas estrofas dedicadas al suceso educacional que abrió las puertas del conocimiento a todos los cubanos, y que concluyen afirmando: “Ya la Patria me ha dado un tesoro: he aprendido a leer y a escribir”. Igualmente la danza se unió a la canción para rendir honores a Cabaiguán, poblado que fuera liberado por fuerzas al mando de Ernesto Che Guevara el 22 de diciembre de 1958.
Por estos días han tenido lugar numerosas actividades de homenaje a los educadores, traducidos en encuentros de noveles maestros y profesores con participantes en aquella gesta de 1961, agasajos en las zonas de residencia, estímulos a los jubilados del sector que retornaron a la docencia, festejos en comunidades con el protagonismo de la escuela, y conversatorios entre los alfabetizadores y los alumnos, con énfasis en los de carreras pedagógicas. No obstante, quedan muchas historias por contar, cada una de ellas guardadas en la memoria de sus protagonistas.
Por ello el viejo alfabetizador que este 22 de diciembre se colocó en el lugar de los espectadores en el cine Rogelio Rojas, de Cabaiguán, tenía los ojos húmedos mientras escuchaba hablar de la epopeya, y de la colaboración de Cuba en muchos otros países con su programa Yo sí puedo. Pensaba, de seguro, en aquella adolescencia, de soldado, en un pelotón de la Milicia. Junto a la vigilancia de la costa en el Circuito Sur de Trinidad, asumió la tarea y contribuyó a que Cuba diera el primer paso para alcanzar y consolidar los logros sociales que hoy exhibe.
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