Luego de intensas jornadas de reparaciones, que incluyeron el cambio del motor averiado y la improvisación de una pista rústica en medio del Escambray, la nave accidentada levantó vuelo entre las lomas de Jibacoa y regresó volando a Sancti Spíritus.
Cuando Rubén Ramírez Sánchez se percató de que los instrumentos de su avioneta AN-2CX se estaban volviendo locos, ni siquiera atinó a encomendarse a todos los santos: “Si le digo que me acordé de la familia o que me puse nervioso, le estaría mintiendo. Allá arriba uno está tan tenso que no piensa en nada”, declaró a Escambray digital sin creerse todavía el héroe que en realidad es.
“Ahora me dicen San Valentín, porque logré salvar a la tripulación y aterrizar la avioneta sin mayores daños, justo el 14 de febrero”, bromea, consciente de que las probabilidades le jugaban en contra: la temperatura del aceite aumentando, la tercera parte del combustible en el tanque y, a sus pies, el relieve abrupto del Escambray, escenario en el que un aterrizaje forzoso tenía más bien pinta de suicidio.
“Este tipo de incidentes pueden pasar y pasan, solo que en zonas llanas. Lo excepcional del caso es que sucedió en un relieve muy irregular, donde hay una escasa capacidad de maniobra”, sostiene Ernesto Ignacio Cuéllar, director de la Unidad Empresarial de Base Sancti Spíritus de la Empresa Nacional de Servicios Aéreos (ENSA).
Pero el pasado martes, a las 10 y 54 a. m. los 30 años de experiencia y 7 087 horas de vuelo le bastaron a Rubén para mantener ecuánime al resto de la tripulación, integrada, además, por el primer oficial Yoel González-Carvajal y el técnico de vuelo Enrique Villegas Alonso; hacer planear el avión a 600 metros de altura y disminuir al máximo la velocidad hasta caer de panza en Veguitas de Jibacoa, una suerte de llanura en medio de la serranía adonde fue a parar 125 minutos después de haber despegado del aeropuerto espirituano.
A pesar de que había ensayado situaciones parecidas un millón de veces en el simulador de vuelo y conocía de memoria el protocolo a seguir en circunstancias de emergencia, a la hora cero de nada valen los manuales. “No todos reaccionan tan bien, con tanta compostura”, reconoce Cuéllar mientras el piloto describe, punto por punto, las peripecias de un aterrizaje forzoso digno de antología.
Una vez en tierra y todavía turbado, no se preocupó por el susto de los guajiros de la zona, que salieron despavoridos sin detenerse a proteger sus mulos; sino por llegar caminando hasta el teléfono más cercano para sacar de la incertidumbre a sus compañeros en la torre de control, quienes habían permanecido en vilo desde que un minuto y medio antes la tripulación se declarara en emergencia. Al lado de allá de la línea suspiraron aliviados cuando Ramírez Sánchez les dijo: “No se preocupen, nada nos pasó”.
Ni a ellos ni a la nave, que terminó rodeada de lomas por los cuatro costados sin abolladuras en la pintura azul y amarilla, sin un solo arañazo que distorsionara el rótulo de la matrícula: CUI 806.
El único indicio de que aquel artefacto se había precipitado vertiginosamente a tierra fue la imagen de los técnicos de la ENSA sentados a horcajadas en la nariz del avión, desde la tarde misma del accidente, mientras sustituían el motor radial de 9 cilindros y 9 pistones fundido en pleno vuelo.
A Veguitas de Jibacoa llegaron para no marcharse hasta este viernes, ya cerciorados de que la nueva maquinaria funcionara y de que la pista de 800 metros escardada en medio de un terreno tan escabroso fuera suficiente para que el AN-2CX emprendiera el viaje de retorno.
Luego de las pruebas preliminares, llevadas a cabo con el propósito de corregir a tiempo posibles desperfectos, la avioneta que sobrevivió a un aterrizaje de película, como lo califican los vecinos de la zona, empinó su hélice delantera y sus alas dobles fuera de esa suerte de palangana que dibujan las lomas entre las que cayó.
Así lo había vaticinado Jorge Luis Santiesteban, técnico de motor y fuselaje de la ENSA, quien defendió con vehemencia la calidad de la maquinaria, de procedencia polaca, y garantizó haber solucionado antes y sin mayores complicaciones averías de esta índole.
No obstante la seguridad de los especialistas, Ángel Raúl Castillo, uno de los agentes que preservaron la zona libre de intrusos y merodeadores, confesó durante una reciente visita de Escambray digital al lugar del accidente que prefería no arriesgarse.
-Cuando despegue la avioneta reparada, ¿se montará en ella para llegar más rápido a Sancti Spíritus?
-Qué va, yo regreso muerto de cansado a la casa, pero en el jeep, por si acaso.
Excelente maniobra de aterrizaje hizo san valentin fresca aun en la mente de los pobladores que presenciaron aquel un no usual aterrizaje perfecto echo por el valeroso piloto ahora sin temor a vuelto y echo historia al levantar vuelo de nuevo en su averiado avioneta por lo que de inmediato recibe los vivas a su valor de mi parte por realizar otro extraordinario vuelo con su misma avioneta hasta la capital provincial ahora me doy cuenta que de los valientes se escriben y se comenta por su utilidad como personas por lo que permanecen para siempre en los recuerdos de nuestras mentes diariamente bienvenidos san valentin y su avioneta a la capital provincial. Lazaro