En más de 30 años de trabajo he conocido, a nivel teórico, muchos proyectos y programas de desarrollo social; aquí los he vivido, declaró a Granma José Juan Ortiz Brú, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en nuestro país.
Otro 1ro. de junio, Día Internacional de la Infancia. Según las estadísticas, 20 mil niños morirán hoy, como cualquier otro día, por causas evitables. Las noticias sobre la infancia siguen sin ser alentadoras para una humanidad que necesita repensarse y romper la brecha de la inequidad, si quiere sobrevivir. A esos que son la esperanza, el mundo aún les debe mucho.
Cuba celebra la efeméride de modo diferente, afirmó José Juan Ortiz Brú, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Cuba, al conversar con Granma sobre los retos que enfrentan las naciones para garantizar el cumplimiento pleno de los derechos del niño.
—Invertir en la infancia y reducir todo tipo de desigualdades sigue siendo hoy una asignatura pendiente…
Desde la Convención sobre los Derechos del Niño del año 1989, se ha progresado, pero la situación imperante sigue generando desigualdades. Siendo hoy más desarrollado el planeta, es radicalmente injusto que todavía haya cientos de millones de niños con carencias gravísimas. Si el sistema no genera esa igualdad, es necesario cambiarlo.
Es un derecho de nuestros niños vivir, y como derecho hay que garantizarlo. La Convención dice que es responsabilidad de todos los Estados y de la Comunidad Internacional. Todas las naciones han ratificado esa Ley, excepto Estados Unidos y Somalia, y por tanto es una dejación de funciones no cumplirla. Es un crimen, teniendo las posibilidades de que esos niños y niñas no mueran, dejarles morir.
Nosotros en UNICEF analizamos la situación de la infancia con los mismos indicadores en todos los países ¿Cuál es el hecho paradigmático de Cuba? Siendo un país pobre, lleva más de 50 años garantizando esos derechos. Entonces no es cuestión de dinero, sino de prioridad política. Si la infancia fuese prioritaria en el mundo, los problemas que hoy sufren niños y niñas se hubiesen solucionado hace años, como lo hizo Cuba.
—El 2015 fue el año acordado, como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, para eliminar la pobreza, garantizar el ingreso escolar a todos los infantes y reducir la mortalidad infantil. A mediados de 2012, ¿cree que podrá cumplirse esa meta?
Es indudable que los Objetivos de Desarrollo del Milenio no se van a cumplir en el mundo. Cuba, sin embargo, es un ejemplo de que sí se puede. Si analizamos los gastos en armas y los generados por la corrupción del sistema, vemos que dinero sí hay, pero no se destina a la infancia ni al desarrollo humano, y la distancia entre ricos y pobres es cada vez mayor. El capitalismo no ha generado nunca igualdad ni lo hará, no es su objetivo.
—América Latina y el Caribe es la región con mayor inequidad social del planeta. ¿Cómo vislumbra el futuro de la infancia ante la actual coyuntura?
Soy muy optimista con América Latina. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es una nueva esperanza, entre otras cosas porque el pueblo ha girado también la mirada hacia gobiernos sociales y progresistas, que empiezan a priorizar los derechos de la gente antes del beneficio económico de los ricos.
Cuba siempre ha sido un ejemplo en el ámbito de desarrollo social, con niveles de equidad similares a los de los países más desarrollados. Su gran reto, como el de otras naciones, es lograr el consumo responsable. Cuba ha sabido enseñar a la gente a compartir, el riesgo es mantener eso cuando el mundo va en otra dirección. Hay que priorizar la educación en valores y potenciar las políticas familiares, saber que lo que consumimos en el norte hace insostenible el planeta.
El logro fundamental, la equidad, ya está hecho. El punto es sostenerlo. Es un tesoro que Cuba no puede perder. Aquí no hay nadie excluido y esos son los derechos humanos.
—Sobre la Oficina de UNICEF en Cuba, ¿cuáles han sido los logros más relevantes?
Desde que se creó en el año 1992, hemos trabajado con unos márgenes de libertad y autonomía que han permitido un desempeño satisfactorio. Nuestro esfuerzo ha sido siempre colaborar con las políticas públicas a favor de la infancia o generarlas. Ha existido siempre transparencia y confianza en nuestro trabajo, y eso nos ha posibilitado introducirnos en sectores donde antes no colaborábamos porque no eran una prioridad.
El papel de los medios de comunicación en el desarrollo de la infancia es modélico a pesar de las limitaciones, y nos ha sido de gran apoyo.
Así hemos abierto dos grandes campos de trabajo. Uno es el ámbito de la cultura como garantía plena de derechos. La mejor manifestación de la equidad en Cuba es que UNICEF no necesita desarrollar un área como la supervivencia del niño, sino otras como el disfrute de la cultura, que es lo que nos hace libres.
El otro ámbito ha sido el de la protección de sectores mínimos, como los menores en conflicto con la ley, la violencia intrafamiliar y sexual. El trabajo con niños y niñas que han cometido actos tipificados como delitos —hoy otro reto para América Latina y el Caribe— en Cuba es ejemplar. Aquí no hay rejas para los niños. Lo que existe es rehabilitación para esos jóvenes que por distintas causas han adoptado conductas no adecuadas.
Tampoco hay un solo niño discapacitado que no esté atendido, incluso en su casa si no puede ir a la escuela. Eso es un logro milagroso.
—¿A punto de concluir su gestión, qué satisfacciones se lleva?
Este país es un laboratorio de desarrollo social. En 31 años de trabajo he conocido a nivel teórico muchos proyectos y programas de desarrollo social; aquí los he vivido. Es el único país que conozco donde se puede celebrar el Día de la Infancia bailando. Por eso, es una gran fiesta y lo tienen que celebrar.
(tomado de Granma)
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