Espirituanos se suman a la entrega voluntaria de plasma, una de las de mayor relevancia entre las donaciones de sangre, al constituir materia prima para la fabricación de medicamentos y vacunas.
Arian Alfonso González quiere pensar que la vacuna contra el tétanos inyectada a uno de sus dos pequeños fue elaborada a partir se su plasma. Desde hace año y medio, cada 15 días, extiende su brazo para que la máquina de plasmaféresis extraiga de su torrente sanguíneo el importante hemoderivado que, en su caso, está destinado a la fabricación de preparados vacunales.
Como este joven de 27 años, otros 158 donantes acuden puntualmente al Banco de Sangre de la cabecera provincial o a un servicio similar habilitado en Yaguajay.
“Tengo dos tíos que hacen lo mismo, al igual que los esposos de mis dos tías maternas. Nos realizan un chequeo periódico y ante cualquier problema recibimos las atenciones necesarias. Yo me siento bien y siempre que vengo lo hago consciente de que voy a ayudar a otras personas”, declara luego de ingerir un desayuno doble que ayudará a reponer las energías salidas de su cuerpo.
No es el suyo el único ejemplo de familias que, casi en pleno, se suman a la entrega voluntaria de plasma, una de las de mayor relevancia entre las donaciones de sangre, al constituir materia prima para la fabricación de medicamentos como la Gammaglobulina Intramuscular o Intravenosa (esta última llamada Intaglobín), la Albúmina y las vacunas contra el tétanos, la hepatitis B y la rabia, entre otras enfermedades. También sirve de materia prima para la fabricación de la vacuna Anti D, que permite evitar el conflicto materno-fetal.
La licenciada en Enfermería Marianela Carmenate conecta el brazo de Noelio Bernal Venegas a una de las máquinas. Dentro del aparato tendrá lugar, en breve, la centrifugación de la sangre del hombre. El plasma es envasado en una bolsa de 600 mililitros y los demás componentes de la sangre regresan al organismo, en un proceso enteramente seguro.
Noelio acumula ya 288 donaciones de plasma a lo largo de 12 años, y otras 148 de sangre en etapas anteriores. Gracias a él, captado por los Comités de Defensa de la Revolución cuando era un jovencito, otros miembros de su familia optaron por el mismo gesto de auxilio a vidas ajenas. Así, sus hermanos Rolando, Jorge y Carlos y su yerno Inti, acuden con la misma periodicidad a donar plasma, en tanto Maritza, la hermana de 42 años, desde los 17 es donante sistemática de sangre.
“Son 24 extracciones al año, al término de cada una se les chequean los parámetros fundamentales. También se les garantiza la entrega de una dieta especial que incluye carne, pescado, leche en polvo, huevo y aceite. La alimentación en el caso de ellos resulta fundamental”, explica en la sala de Plasmaféresis el ingeniero Mario Felipe, directivo del Banco de Sangre.
Estas personas desconocen a qué cuerpos irá a parar su plasma, pero saben que salvan vidas y que en otros países una bolsa del líquido cuesta caro. Los mueven resortes más nobles que el interés monetario o material, como el que impulsa a Arcelo Prieto, el más antiguo de los donantes, a persistir en su desprendimiento. Porque, bien dicen ellos, “uno nunca sabe de quién va a necesitar”.
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