La salud del expresidente Hosni Mubarak, presuntamente agravada en una jornada de gran agitación política y social en Egipto, generó este martes reacciones contrapuestas entre partidarios y detractores, en medio de reportes sobre una estabilidad alentadora.
Mubarak, de 84 años, fue declarado anoche «clínicamente muerto» por médicos que batallaron por sacarlo de un paro cardiorespiratorio sufrido en el hospital de la prisión capitalina de Torah, donde cumple una condena a cadena perpetua.
Siempre según fuentes gubernamentales contactadas por Prensa Latina o citadas por la agencia oficial de noticias MENA, el exmandatario reaccionó favorablemente a la reanimación con descargas eléctricas y ahora se halla en coma en una unidad de cuidados intensivos.
Los primeros auxilios se le proporcionaron en el mismo centro asistencial de la penitenciaría, antes de ser transferido bajo fuertes medidas de seguridad al hospital militar de Maadi.
Un funcionario de seguridad relató a MENA que el corazón del octogenario expolítico dejó de latir y no respondió a varios intentos por resucitarlo, aunque después aseveró que se mantenía con signos vitales y con respiración asistida.
Un galeno explicó a esta agencia que el término de muerte clínica se utiliza para aludir al cese del bombeo sanguíneo y de la respiración como consecuencia de un paro cardíaco.
La televisión estatal egipcia también señaló que el antiguo «raís» (presidente, en árabe) cayó en un estado de inconciencia, pero estaba vivo, acompañado ahora por su esposa Suzanne Mubarak y otros familiares, dado que sus hijos Alaa y Gamal también están en prisión. En la avalancha de versiones, el brigadier general Mohamed Elewa, portavoz del departamento de prisiones, confirmó el martes en la noche que el expresidente había sufrido un ataque cardíaco, a lo que su abogado defensor Farid Al-Deeb, añadió que evolucionaba favorablemente.
La salud de Mubarak fue noticia tras la condena a cadena perpetua del 2 de junio último, momento a partir del cual se reportó indistintamente que ha padecido hipertensión arterial, problemas respiratorios, ataque cerebral, depresión y arritmias cardíacas.
Sin embargo, decenas de miles de egipcios reclamaron en las calles aquel día -y también el martes en la noche- la pena de muerte para el depuesto mandatario, pues consideraron benévola la sentencia en comparación con la muerte de más de 850 opositores en 2011.
De hecho, asistentes a la masiva concentración de la plaza Tahrir para condenar medidas adoptadas por la Junta Militar, en su mayoría simpatizantes de la Hermandad Musulmana, lanzaron fuegos artificiales y cantaron el himno nacional egipcio ante la falsa alarma del deceso.
En barrios como Zamalek y Heliópolis, donde son mayoría los partidarios del régimen de Mubarak, algunos vecinos lloraban o comenzaron a rezar por una mejoría del defenestrado político.
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