Los recientes procesos electorales en la región han aliviado el camino al esfuerzo integrador de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA).
Las matrices de opinión, como las tendencias políticas, se generan a partir de una sucesión de hechos -o noticias, o versiones- que apuntan en un sentido dado. Eso ocurre con los acaecimientos que marcan un signo favorable en el derrotero que deberá seguir la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA) en un futuro inmediato.
El 7 de octubre pasado, por ejemplo, puede decirse que se jugó el futuro de la Alianza con las elecciones presidenciales en Venezuela, mas el holgado triunfo de Hugo Chávez dio un nuevo aire a los partidarios de la integración, en la patria bolivariana y en todo el subcontinente.
Pero ni la más competente de las golondrinas puede por sí sola hacer verano. La pérdida reciente del gobierno progresista del sacerdote Fernando Lugo en Paraguay mediante un golpe de estado parlamentario, y el derrocamiento del presidente hondureño Manuel Zelaya en junio del 2009 son indicios de la enconada oposición que ofrecen las oligarquías “nativas” a cualquier cambio que pueda afectar sus mezquinos intereses.
En este contexto, la victoria aplastante del Frente Sandinista en los comicios parciales nicaragüenses de inicios de noviembre, que ganó casi 100 de las 146 alcaldías en disputa entre al menos una decena de partidos políticos nacionales y locales, representó un nuevo tanto en la consolidación de los gobiernos de los países que integran el ALBA.
Y, por esas cosas que tiene la vida, la propia reelección del presidente estadounidense Barack Obama frente a su rival republicano Mitt Romney devino otro punto positivo para las aspiraciones progresistas de la región, por aquello de que “de los males el menor”.
Ahora es Ecuador donde en fecha próxima tendrán lugar elecciones y el Presidente Rafael Correa ya confirmó que aspirará a la reelección, empeño al que irá avalado por un crecimiento económico cercano al 5 por ciento y la disminución de la pobreza en casi igual cuantía, mientras la educación y la salud no dejan de mejorar sus índices.
Desde otro ángulo, el golpe de los oligarcas paraguayos facilitó el ingreso expedito de Venezuela al Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y los dejó fuera a ellos del importante bloque económico que se convirtió a partir de ese momento en la quinta economía mundial, con casi 700 000 millones de dólares anuales de actividad comercial.
Según informes recientes, Bolivia apunta a un pronto ingreso al pacto luego de la invitación que en ese sentido le acaba de formular la dirección del importante acuerdo subregional, con lo que serían ya dos estados integrantes del ALBA figurando en la membresía del gigantesco mercado sureño. Pero a la propia Alianza es posible la próxima incorporación de Surinam y Santa Lucía, por lo que sumarían 10 naciones insulares y continentales, las que quedarían vinculadas directa o indirectamente con el MERCOSUR.
Aunque se basan en principios no semejantes, porque el ALBA propugna ante todo la colaboración y la complementariedad entre sus miembros, y el MERCOSUR -una creación de las clases dominantes en Brasil y Argentina- tiene bases neoliberales basadas en la competencia, todo parece indicar que ambos bloques caminarán uno al encuentro del otro buscando afinidades que faciliten su colaboración y fortalecimiento.
Sobre este punto significativo pueden dar luz declaraciones del secretario general de la Alianza, Rodolfo Sánz en marzo de este año en Caracas, cuando expresó: “En el ALBA podemos impulsar el intercambio comercial entre los países de la región, reducir las asimetrías entre las naciones y competir con las economías emergentes”, objetivos que bien podrían compartir en Brasilia, Buenos Aires y Montevideo, de acuerdo con alegaciones de los mandatarios Dilma Roussef, Cristina Fernández y Pepe Mujica.
Hoy está claro que existe voluntad integradora en el sub-continente y que aumenta la solidaridad incluso entre regímenes políticamente dispares, cuando se trata de la causa de la unidad latinoamericana y caribeña.
Cuando Europa, Japón y los Estados Unidos afrontan una gran crisis económica, financiera y estructural del sistema capitalista neoliberal, resulta más factible poner los ojos en el entorno inmediato y sus grandes potencialidades, así como proyectarse al intercambio mucho más beneficioso con las potencias emergentes, que esperar milagros en un contexto internacional complejo y cambiante.
Y esa es una razón más para insistir de forma acrecida en esta nueva etapa, en los loables objetivos de progreso que propugna el ALBA.
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