Gracias a la osadía de un guajiro de Chorrera, que arriesgó su vida en medio de las intensas lluvias de mayo, existen evidencias fílmicas del tsunami que dejó sin peces a la Estación de Alevinaje de La Sierpe, en Sancti Spíritus.
Le zumba el mango tanta agua después que decían que ya iba a escampar, si llego a saber esto me preparo para que no me cogiera de sorpresa y este tractor que ahora no quiere arrancar, parece que le entró agua al carburador, ¡carambaaa!
-Oiga, amigo, ¿usted es Edel…?
-Y Estrada Pérez, según mis padres, ¿qué se le ofrece?.
-Lo necesitamos con su cámara de video en la Estación de Alevinaje, el agua está acabando con todo y queremos que eso quede para la historia.
Y a él quién le dijo lo de mis filmaciones, parece que me estoy haciendo famoso en la zona de Chorrera, además de guajiro y tractorista, esto del video me está enredando.
-No hay problema socio, enseguida estoy con ustedes… Mujer, dame rápido la cámara y un nailon pa’ taparla bien, que se acaba el mundo en la Estación y quiero grabarlo todo.
Ahora sí me voy a graduar de camarógrafo, porque con tanta lluvia y sin un rayo de Sol será difícil hacer algo que sirva. Mira esto, las piscinas de cemento quedaron bajo agua, ¡alabao’ se van los peces, esa sí que es mala.
Son las siete de la mañana del 25 de mayo, la provincia espirituana está bajo un manto oscuro y mojado, desde todas partes se reportan inundaciones y daños; ya llegaron a la ciudad cabecera los primeros evacuados residentes en comunidades bajas del territorio, la Estación de Alevinaje recibe el impacto directo de las lluvias, las pérdidas son incalculables…
En mis 46 años de vida nunca había visto cosa igual. Lo que está bajando del canal es un tsunami, mi madre, eso se va, voy a subirme a esta carreta para acercarme más.
-¡Cuidado que es muy peligroso pasar al otro lado -le advierte uno de los directivos del centro- los viales están tapados y algunos hasta rotos!
-Gracias, amigo, lo tendré presente pero voy a filmar esa imagen; aunque tenga que subirme en un caballo o atravesar a pie esos estanques.
Encima del tractor que se desplaza lentamente, Edel respira profundo, hace piruetas para no perder su cámara, pero la lluvia es cada vez más intensa.
Para, para que se está partiendo el canal, mira cómo se abrió un surco, que Dios me acompañe, pero no es hora de miedos, ¿y a esta cámara qué le pasa?, no me irá a fallar en este momento, ¿será que la humedad…?
Pasadas las diez de la mañana se quebró el Canal Magistral y el agua arrasó con los postes del tendido eléctrico, los muros de concreto, los caminos y las obras de fábrica, devastó los estanques en tierra, inundó los almacenes, las oficinas y el laboratorio, semejando un ancho brazo de mar. Todas esas escenas quedaron atrapadas por el lente aficionado de la cámara de Edel, quien en ocasiones ha grabado también una fiesta familiar o el cumpleaños de algún niño del batey.
De regreso a su hogar, el guajiro mira varias veces el casete y se pregunta de dónde sacó tanto coraje para moverse de un sitio a otro sin perder los momentos más importantes del diluvio.
Mira, vieja, lo que tengo pa’ mostrarte, esto es lo más grande que he visto en toda mi vida; me arriesgué, pero valió la pena.
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