Después de un mes de zafra, el ingenio espirituano se mantiene como el más eficiente del país, una condición que parecía imposible para los llamados colosos azucareros. Y es que los hombres del Uruguay han aprendido a extraer con arte el azúcar de la caña.
La eficiencia del central Uruguay pudiera ilustrarse perfectamente a través de cualquiera de los indicadores oficiales que rigen el desempeño de una industria azucarera; sin embargo, su actual director, el ingeniero Sergio Barreto, prefiere hacerlo de una manera mucho más informal: “La cachaza de nosotros tiene tan bajo contenido de azúcar -sentencia-, que pudiera decirse está hecha para diabéticos”.
La frase ante todo revela el admirable aprovechamiento de la materia prima en la industria espirituana, que dicho en otras palabras equivale a extraer con arte el azúcar de la caña, un secreto que los hombres de Uruguay han aprendido a lo largo de más de una centuria y que les viene asegurando el desempeño más integral del país en la actual zafra.
Después de más de un mes de molida, el ingenio de Jatibonico supera con creces su norma potencial fijada para esta campaña, su plan de rendimiento industrial, sobrecumple la producción de crudo prevista para la etapa, reduce las llamadas pérdidas en proceso y logra parámetros de calidad por encima de lo normado.
Por concepto de eficiencia, el ingenio mantiene el costo de la tonelada de azúcar al 92 por ciento de lo planificado, lo que, según su director, asegura ganancias netas para la fábrica por cada tolva que sale rumbo al puerto.
INGENIERÍA Y MAÑAS
Obtener azúcar de calidad no es cuestión de pico y pala, advierten en Uruguay, el asunto lleva ingeniería de la buena y también no pocas habilidades, mucho más cuando se trata de un coloso donde de por sí siempre resulta difícil la organización del trabajo y sobre todo la garantía a tiempo de los recursos imprescindibles para el proceso productivo.
Los cubanos aprendimos desde hace siglos a llamar molienda al complejo proceso que se inicia con la trituración de la caña y la extracción del guarapo mediante lixiviación con agua, que sigue con la purificación y concentración de los jugos y que termina con la cristalización y la centrifugación de las partículas.
“Pero no es igual cocinar arroz en un caldero chiquito que en uno grande”, bromea Francisco Rabí, el veterano Cundío, quien con 91 años en las costillas y 73 zafras en el ingenio, dice que todavía tiene más de una historia que desempolvar.
Los especialistas reconocen que de poco valen los mantenimientos profundos, las inversiones costosas y la preparación integral de la industria, si no se garantiza en tiempo una materia prima fresca y de calidad en el basculador.
Uruguay recibe sus cañas como promedio a 20 kilómetros de distancia, uno de los más privilegiados del país, transporta por ferrocarril el 63 por ciento de la misma y de manera directa a la industria el 31, índice este último que, no obstante, pudiera ser superior si no se hubieran afrontado contratiempos con el exceso de materias extrañas en algunas de las unidades productoras.
En lo que va de campaña el ingenio muele sobre el 80 por ciento de su capacidad potencial, reporta muy pocas paradas de consideración y en consecuencia logra un adelanto del plan técnico económico que pudiera acortar notablemente su tiempo de zafra.
Con la quema de su propia producción de bagazo, el central no sólo se autoabastece de energía eléctrica, sino que se convierte en un gran generador para el Sistema Electroenergético Nacional, al que según Lázaro Pérez, operador jefe de brigada, tributa como promedio entre 70 y 80 megaWatts al día.
MITOS DE COLOSO
“El ingenio ya es algo más que una simple hacienda… es todo un organismo social, tan vivo y complejo como una ciudad o municipio o un castillo baronial”, escribió hace muchos años don Fernando Ortiz en su imprescindible Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar.
Aunque seguramente el sabio no lo afirmó pensando en Uruguay, su definición parece hecha a la medida del ingenio de Jatibonico, una industria nacida a inicios del pasado siglo, cuando la sed de las compañías norteamericanas arrasó los bosques de la comarca y los cañaverales llegaron casi hasta las puertas del pueblo recién fundado.
El ingenio comenzó a crecer enseguida, ya en 1918 se reporta una primera inversión para ampliar la capacidad, en 1969 interrumpe por única vez la molida a propósito de un proceso de ampliación con vistas a la llamada Zafra de los Diez Millones y hacia finales de los ochenta e inicios de los noventa es capaz de procesar en sus tres tandems 1,3 millones de arrobas de caña.
En el período 87-92 logra cinco zafras consecutivas con producciones superiores a las 200 000 toneladas de azúcar, incluida la 90-91 (235 012 ton.), el mayor aporte de un central cubano en todos los tiempos.
El proceso de redimensionamiento de la industria azucarera cubana, emprendido tiempo después, implicó una severa contracción para la industria que, no obstante, mantiene una capacidad diaria de molida de 800 000 arrobas y ha logrado en la presente zafra producciones superiores a las 1 000 toneladas en más de una jornada.
A LA ESPERA DEL SURCO
Las 19 unidades productoras que tributan caña al Uruguay, -cinco de Majagua, en la vecina provincia de Ciego de Ávila, una de Taguasco y el resto de Jatibonico- mantienen al coloso, como dicen los azucareros, con la boca abierta.
Sergio Barreto asegura que el central se encuentra hoy solo al 65 por ciento de su potencial industrial para una hipotética zafra de 120 días, situación que pudiera cambiar paulatinamente cuando sean realidad los incrementos cañeros pronosticados.
Para Elvis González, director de la UEB Atención a Productores Agropecuarios, las plantaciones que ahora se cosechan deben aportar un crecimiento de alrededor del 18 por ciento para este año y 19 para el próximo.
“Hoy tenemos cubiertas 23 600 hectáreas y con la política de acercamiento a la industria vamos a incorporar unas 2 800 en áreas de nuestro patrimonio y 3 500 en otras tierras”, asegura el director de la UEB.
Según su parecer, la aspiración de incrementar rendimientos agrícolas en Uruguay choca con dos realidades incuestionables: la mala calidad de una parte no despreciable de los suelos y la falta de riego, beneficio que ahora sólo reciben con garantía 98 hectáreas.
De tal suerte hoy se estiman 35,2 toneladas de caña por hectárea y para el año próximo 40,4, rendimiento relativamente alentador, pero que a todas luces todavía no bastará para cerrarle la boca al central Uruguay.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.