Olvidada por más de 50 años, la práctica de la danza profesional en Sancti Spíritus tropieza con escasas posibilidades para su estudio. ¿acaso la musa de la danza abandonó a su suerte a la cuarta villa cubana?.
Abre el telón, nacen las luces. El tabloncillo se perfuma con los pasos trepidantes de unas zapatillas de ballet desde un perfecto arco. Comienza el espectáculo. Los cuerpos se contorsionan, levantan ovaciones. Un hálito de asombro envuelve al público. Los espectadores se ponen de pie ante la ceremonia de los artistas.
La escena parece una presentación de ballet, fuera de películas o cuentos de hadas; sin embargo, para los espirituanos se asemeja más a la venganza de alguna musa molesta, invocada para condenar a la danza a un eterno silencio de aplausos.
Cuentan que en tiempos de la neocolonia, la mismísima Alicia Alonso, en visita a la cuarta villa, elogió el buen rumbo de la danza de aquellos años en la academia de la maestra Catalina Lara. Luego de 1959, Sancti Spíritus despuntó con la fundación de la Escuela Elemental de Música Ernesto Lecuona y la Academia de Artes Plásticas de Trinidad, en 1968 y 1989, respectivamente. Sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta por qué la danza no corrió la misma suerte en aquel entonces y ha llegado a nuestros días como una manifestación castigada en la desmemoria.
LA MUERTE DEL CISNE
“Recuerdo que desde pequeña soñaba con usar zapatillas de baile y punteaba frente al espejo para verme, pero nunca se me dio la oportunidad. Cuando tenía nueve años comencé a practicar gimnasia artística y no fue hasta los 14 que me presenté a una convocatoria abierta de la Escuela Nacional de Artes Escénicas y pude matricular”, cuenta Royma Román, graduada un curso atrás e integrante de la compañía de Santiago Alfonso en La Habana.
Su historia desentraña algunas de las barreras que afrontan los niños con vocación y condiciones físicas para la danza en la provincia al optar, generalmente, por las convocatorias libres.
Según explica Solangel Jiménez, coordinadora de la Enseñanza Artística en el territorio, las plazas para acceder a las Escuelas Profesionales de Arte se determinan a nivel nacional por un consenso entre el Ministerio de Cultura y el Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNART).
A Sancti Spíritus solo asignaron seis plazas hace cuatro años para la Escuela Profesional de Arte Samuel Feijóo, en Santa Clara. De estas, cuatro fueron ocupadas y apenas lograron graduarse dos bailarines ahora.
“En el curso que recién termina tenemos en la capital tres niños estudiando por convocatorias libres en escuelas nacionales, pero la experiencia demuestra que de estos esporádicos casos muy pocos regresan por las malas condiciones que presenta la manifestación en la provincia”, comenta Solangel.
UNA BOCONADA FRUSTADA
Sin embargo, la danza creyó ver algunas luces tres cursos atrás, cuando el CNART avaló una propuesta del Consejo Provincial de las Artes Escénicas para la creación de un aula-taller en la Academia de Artes Plásticas, con el propósito de formar bailarines folclóricos para los dos únicos grupos danzarios avalados como profesionales en la provincia: el Ballet Folclórico de Trinidad y el conjunto Leyenda Folk, ambos radicado en la sureña villa.
“Contamos con la presencia de Mercedes Borges, profesora del Ballet Nacional, y Gisela Zequeira, joya trinitaria de bailes afrocubanos. El resto de los profesores técnicos pertenecían al grupo Leyenda Folk y los teóricos a la propia academia”, recuerda Estela Castillo, una de las encargadas de aquel proyecto.
La apertura se logró en septiembre de 2008 con muchas expectativas. Ambos conjuntos vieron por fin abiertas las puertas de la superación de sus bailarines, pero dos meses más tarde el proyecto se vino abajo por falta de presupuesto para el sueldo de los profesores.
La danza indudablemente constituye la manifestación de arte donde la edad de los practicantes apremia más. Sin embargo, los integrantes del Ballet Folclórico de Trinidad, con la experiencia de medio siglo de vida, registran un promedio de 38 años. Baile de altura que convive con evidentes resquebrajamientos por esta realidad.
Tony Calzada, director de la Academia, lamenta que Artes Escénicas no garantizara todo el presupuesto. “Solo los trinitarios sabemos cuánta falta hacía una idea como esta, pues la necesidad de rejuvenecer la tradición folclórica ya era evidente”, alega.
LA HISTORIA EN ESPIRAL
La villa del Espíritu Santo devino heredera visceral de costumbres hispano-africanas. Los espirituanos atesoran todavía cabildos y parrandas a favor de Yemayá, Elegguá y otras deidades legadas por los esclavos africanos hacen casi 500 años. Entonces no resulta razonable cómo se escabulló de manos de los responsables el resguardo de la cultura danzaria, que tanto deteriora el patrimonio artístico de la villa.
“En la provincia no hay interés por la danza, las autoridades no valoran la importancia de los bailarines mientras que el público sigue asistiendo a nuestras funciones”, asegura Leovigildo Jiménez (Mundi), director del Ballet Folclórico de Trinidad.
Si bien en Trinidad esta manifestación florece, aunque tambaleándose, en el resto de la provincia los espectáculos sufren los agravios de la insuficiencia. En ocasiones los organizadores de las galas deben acudir a instructores de arte o grupos aficionados, que muchas veces carecen de la preparación requerida, y en los centros nocturnos no queda ni el recuerdo de los bailarines.
No obstante, por mucho que se ahonde en el conflicto, la columna vertebral sigue siendo la enseñanza y las pocas expectativas que ofrece. “Aunque esté en nuestras prioridades, las becas no dependen de Artes Escénicas, sino del Ministerio de Cultura y el CNART y de seguir así sabemos que se puede perder una tradición que, al menos los grupos folclóricos, han logrado salvar”, insiste Iván Emilio Bustillo, vicepresidente del Consejo Provincial de Artes Escénicas.
No se trata de promover el folklore a ultranza, que ha sabido mantenerse excepcionalmente en Trinidad; en el resto de los municipios también apremia promover la calidad y mantener las tradiciones de danza canaria o contemporánea, por solo mencionar algunas.
Las voces de los responsables reiteran que han existido intentos; sin embargo, por ahora nada parece cuajar. Enterrados en el desaliento y marcados por más de 50 años sin academia, los espirituanos se cuestionan: ¿acaso la musa de la danza abandonó a su suerte a la cuarta villa?
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