Con una prolífera obra desperdigada por Cuba, México, España y Estados Unidos, José Perdomo García deviene uno de los pilares de la cultura espirituana.
“La plástica tiene que buscar recursos para llamar la atención”, sostiene sin ambages no un creador de la más subversiva tendencia conceptual, sino José Perdomo García, personalidad descollante de las artes visuales espirituanas en las últimas décadas y defensor a ultranza del paisaje, vertiente de la tradición pictórica que algunos consideran detenida en el tiempo.
Desde Zaza del Medio, esa suerte de recodo bucólico donde nació y que ha escogido para fomentar su obra, Perdomo cree posible la coexistencia de vertientes conservadoras de la creación plástica con interpretaciones más osadas de la realidad. “Todo arte es válido -acota-: el naif, el conceptual, el paisajismo, lo importante es que se haga con sinceridad, que los elementos no estén organizados únicamente para impactar, que el artista logre transmitir un discurso coherente con su forma de ver la vida”.
Alumno más integral del Instituto Superior de Arte (ISA) en la promoción de 1989 y reconocido internacionalmente por el preciosismo de su técnica, decidió, sin embargo, abandonar el bullicio de las grandes capitales y regresar al mundo de ensueño que recrea en sus cuadros.
“Mi formación fue muy distinta a la de mis compañeros en La Habana, que fueron orientados por un plan de estudio desde el nivel elemental -aclara Perdomo-. Mi primer maestro fue el medio circundante, por lo que me sentí en deuda con el paisaje. Pensé que regresando a la provincia podía seguir enfocado en ese tipo de obra, irme insertando en las necesidades del territorio, tener una vida cultural activa y también, de forma modesta, hacer mi propio aporte al desarrollo de la plástica en Sancti Spíritus”.
¿Cree haberlo conseguido?
Creo que sí, porque en Sancti Spíritus hubo cierto inmovilismo luego de las ambientaciones muralísticas que el villaclareño Heriberto Manero había iniciado y para revertir ese estancamiento se me solicitó la intervención en un lugar que había en decadencia, el entorno de la Quinta Santa Elena, que estaba destruido. Le di tratamiento a un muro para que sirviera como primera acción del saneamiento ambiental que se proponía en ese sitio con fines turísticos y patrimoniales.
Apliqué los conocimientos que adquirí en el ISA e intenté llevar al exterior el arte, para que no siempre estuviera en el recinto cerrado de la galería, sino que el perceptor chocara con él. Además, buscaba la nobleza en el individuo porque un entorno bien decorado, estético, hace que la conducta social se transforme. Me parece que en cierta medida logré eso, que las personas fueran un poco mejores.
Antes y después de esa experiencia, el Leitmotiv de su obra ha sido el paisaje. ¿Por qué aferrarse a él, aun cuando no está de moda?
Mi individualidad está condicionada por el medio. Vivo en un entorno natural, tranquilo y mi preocupación es la de ese entorno, al igual que la de muchos artistas a lo largo de la historia del arte. El paisaje es una pintura de siempre, a la que el hombre va a volver, necesariamente. Yo he tratado, en medio de las múltiples influencias externas, de mantener mi identidad, hacer un paisaje interpretado a través de un filtro personal, no llegar a ese cliché de que el color azul, las nubes y las palmas representen la cubanía; puede haber un paisaje donde no haya palmas y, sin embargo, esté la esencia de lo cubano.
¿Cómo resuelve entonces la dicotomía entre arte y mercado en su obra? ¿Hasta qué punto hace concesiones con el arte comercial?
Es muy difícil hablar de las concesiones en el arte porque toda obra es comercial, vendible, y todo es válido en la actualidad. En el mundo entero se vende tanto el arte conceptual como el paisaje, hay públicos para todo tipo de arte. Por tanto, yo trato de que mi obra tenga calidad y si se vende y se inserta en el mercado por sí misma, mejor. El artista necesita comercializar su obra y nadie puede decir: “El arte que yo hago no es mercantilista” o “Mi obra no tiene códigos para el mercado”. El mercado del arte es relativo, solamente se requiere que exista promoción, mecanismos de distribución y consumidores.
¿Cuánto pesa el fatalismo geográfico en la comercialización de su obra desde Zaza?
Pesa, claro que pesa, pero no solo el fatalismo geográfico sino también las condiciones de las provincias, ya que fuera de la capital no se han creado espacios especializados para la venta exclusiva de las artes plásticas. No es posible hacerlo en un lugar donde convivan artesanías, pinturas, esculturas; eso no funciona. Además, en el interior prácticamente no existen los consumidores porque la devaluación de la moneda cubana determina que el ciudadano medio no pueda adquirir una obra de arte. ¿Qué nos pasa? Terminamos creando para el público que puede pagarlo, que es casi siempre extranjero, de manera que pienso que algún mecanismo debería estudiarse para que el cubano medio tenga acceso también a obras de arte y no se sigan fugando buenos cuadros al exterior.
¿Cómo valora el panorama de las artes plásticas contemporáneas en Sancti Spíritus?
A partir de la década de 1980 llegaron los aires de renovación a la plástica gestada en el territorio y desde esa fecha hay artistas de todas las generaciones: novísimos, con más madurez y de edad avanzada; todos se mantienen en activo y me parece muy bien, además, es un talento que ahora mismo está en condiciones de ser aprovechado para el desarrollo de Sancti Spíritus. No obstante, persiste el problema de la escasa promoción, la necesidad de mejores espacios para la presentación del producto y de que las acciones que han comenzado a despertar la vida cultural del municipio cabecera se extiendan también al resto de la provincia.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.