Trabajan en Sancti Spíritus para reducir efectos de las inundaciones y crecidas de ríos. Gana vitalidad la infraestructura vial y energética de la provincia y se disminuye la incomunicación de poblados y comunidades.
Pudiera parecer cosa de locos que días atrás especialistas del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), ante la carencia de agua en la presa Zaza, valoraran muy seriamente la necesidad de acelerar el programa de perforación de pozos para sostener la producción arrocera del Sur del Jíbaro en los próximos meses.
El episodio lo relató la víspera Inés María Chapman, presidenta del INRH, junto a las compuertas por donde el mayor embalse de Cuba acaba de aliviar más de 250 millones de metros cúbicos tras sobrepasar en un abrir y cerrar de ojos su capacidad de diseño, luego de un espectacular aluvión, que según los estudiosos no tiene precedentes en la historia conocida de la región.
Las intensas lluvias de la pasada semana empaparon a Sancti Spíritus, desbordaron ríos y arroyos, repletaron presas y tranques, provocaron no pocos perjuicios a la infraestructura del territorio y sobre todo trastocaron la rutina de la mayoría de las personas que habitan esta parte de la Isla.
En Yaguajay Oscar Ulises Melián despertó en la madrugada del jueves con el agua a la rodilla por las inundaciones del río Máximo; en La Sierpe, Bona Guardarrama quedó separada de la cabecera provincial por la rotura de una alcantarilla; en Mapos, Idilemis Chaviano tuvo que hacer sus bártulos a la carrera y más que ello, cargar con una barriga de seis meses para ponerse a salvo de las inundaciones que unieron mar y tierra en esa zona del litoral sur.
ZAZA ABAJO
El peligro que representa la presa Zaza está documentado y reconocido en los planes de contingencia de la Defensa Civil desde que en junio de 1972 un temporal “a la antigua” repletó en cuestión de semanas el embalse, todavía en construcción, y una avería en su cortina provocó un susto que ya dura 40 años.
Lo que no estaba escrito ni constaba en los cálculos de los entendidos hasta ahora fue lo que ocurrió entre el miércoles 23 y el viernes 25 de la pasada semana: que la Zaza podía llenarse en cuestión de horas y crear una situación de peligro real aguas abajo, justamente a pocos días de haberse ensayado en seco el dispositivo provincial para enfrentar catástrofes naturales.
“Esta experiencia inédita de lluvias tan intensas en tan breve período en una cuenca rica nos obliga a actualizar nuestros planes y a transformar los procedimientos en correspondencia con los fenómenos que se presentan a propósito del cambio climático”, reflexionaba la presidenta del INRH tras comprobar en el terreno la magnitud del fenómeno.
Pero si atípica y súbita fue la crecida de los ríos que desembocan en la presa (Zaza, Tuinucú, Yayabo y Cayajaná), no menos lo fue la evacuación de las personas residentes en áreas de peligro que debieron sobreponerse no solo al hecho de dejar atrás buena parte de sus bienes para poner a salvo la vida, sino a otros imponderables como lluvias incesantes, inundaciones, riadas y alcantarillas desbordadas a la hora de la verdad.
Los momentos más tensos sin dudas se vivieron entre el mediodía y la tarde del viernes, cuando la Zaza subía por minutos –a las 5:00 p.m. llegó a 1039,84 millones de metros cúbicos-, situación que sugería abrir al máximo sus seis compuertas de alivio, pero una razón de fuerza mayor lo impedía: río abajo todavía se luchaba por concluir la evacuación de las personas.
El trance puso a prueba la capacidad de respuesta y coordinación entre los cuadros responsables, obligó a adoptar decisiones rápidas y a aprovechar cada minuto a favor del traslado de los pobladores en una suerte de ejercicio en tiempo real que terminó entrada la noche con más de 6 000 personas trasladadas a buen recaudo.
Los resultados de la operación de rescate fueron reconocidos por José Ramón Monteagudo Ruiz, presidente del Consejo de Defensa Provincial, órgano que se mantenía activado todavía este domingo al igual que sus homólogos en los ocho municipios.
SIEMPRE QUE LLUEVE ESCAMPA
Según los registros pluviométricos existentes, desde 1931, fecha en que empezaron a consignarse, hasta hoy, en el territorio que ocupa la actual provincia de Sancti Spíritus se reportaban precipitaciones significativas para un mes de mayo (entre 350 y 520 milímetros) en varios años -1958, 1966, 1977, 1990 y 2002-, sin embargo nunca antes se había promediado, sólo hasta el día 25, un acumulado de 583,8 mm, la mayor parte prácticamente en dos días.
Un municipio como Trinidad, aguijoneado por sequías sucesivas que en los últimos tiempos habían debilitado su manto freático hasta límites extremos, recibió en poco más de 48 horas una cifra comparable a su promedio anual, según han podido precisar los expertos de Recursos Hidráulicos.
Pero como reza el refrán, siempre que llueve, escampa, y tal oportunidad viene siendo aprovechada por los espirituanos para iniciar la recuperación, cambiar la imagen de la provincia y ganar vitalidad en todos los frentes de la producción y los servicios.
“Aquí la crecida se llevó la carretera, la alcantarilla y el copón divino, pero ya tenemos paso”, cuenta un lugareño a las puertas de La Sierpe, donde un cañadón sin nombre se volvió río, desguazó el lugar y mantuvo incomunicada a la cabecera municipal con Sancti Spíritus durante varias horas.
Afortunadamente la infraestructura vial del territorio va recuperando su vitalidad: la Carretera Central, aunque con velocidad controlada y límites de carga, abrió paso entre el Occidente y el Oriente del país, luego de que los especialistas estudiaran de forma preliminar el puente sobre el río Zaza y ya en las últimas horas se despejaron los deslizamientos que limitaban el acceso a Topes de Collantes, a Trinidad a través del Circuito Sur y a Yaguajay en la zona de El Yigre.
Uno de los frentes más complicados, sin embargo, continúa siendo el estado ruinoso en que quedaron muchos de los caminos, terraplenes y viales rurales tanto en la montaña como en el llano, situación que todavía este domingo mantenía incomunicados algunos poblados y comunidades de más de un municipio.
Acueducto había logrado restablecer el servicio en las principales ciudades, salvo en un importante sector de Trinidad donde las afectaciones a la conductora de San Juan de Letrán, que atraviesa parte del lomerío del Escambray, no habían podido subsanarse aún y la Empresa Eléctrica reportaba soluciones para casi todos los reportes de interrupciones.
Mientras, en el Sur del Jíbaro se reactivaba la recolección y el procesamiento industrial del arroz, un cultivo en el que se estiman pérdidas por 5 900 toneladas por daños a las plantaciones, fundamentalmente a aquellas en estado de recolección.
Desde el Consejo de Defensa Provincial, José Ramón Monteagudo Ruiz, su presidente, llamó a los principales cuadros del territorio a trabajar por minimizar los daños a la población, a prestar atención a cada problema que se presente, en especial al personal evacuado, a actuar de manera responsable y a sacar lecciones de lo ocurrido para saber enfrentar mejor la próxima crecida.
Aún sin haberlo escuchado, con él de seguro coincide José Rafael Hernández, El Gallego, un taxista espirituano que en la noche del jueves 24 se lanzó a cruzar un río en la zona de Caracusey, fue arrastrado por la avalancha y logró sobrevivir milagrosamente agarrado de un plantón de caña brava, donde más de una vez se juró, con el agua hasta la cintura y sin verse ni las manos, que no pasaría jamás por un susto como ese, en el que, según dice, casi le va la vida “de a viaje”.
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