Testimonio de José A. Marín Gómez, a propósito de la movilización general en 1962 por la Crisis de los Misiles.
El 22 de octubre de 1962 se intuía que no pasaría como otro día cualquiera en el puesto de mando de la Unidad Militar 2129, en Sancti Spíritus, cuyo mando ejercía el sargento Fermín Sánchez Hernández, el jefe de Armamento, porque el jefe reglamentario, primer teniente Luis Martínez Almaguer, veterano de la Sierra (1), se encontraba en un curso de superación fuera del territorio.
“Había electricidad en el ambiente”, recuerda José Antonio Marín Gómez (Ponono), entonces soldado de ese batallón, quien fungía como jefe de Personal y de la Oficina Secreta. “La prensa venía hablando repetidamente del aumento de tensiones entre Cuba y Estados Unidos por el recrudecimiento de las agresiones contra nuestro país y porque la U.S. NAVY estaba realizando grandes ejercicios militares en el Caribe.
“Aproximadamente a las cuatro de la tarde de ese día 22 de octubre -refiere Ponono- se recibe en la Unidad, que entonces radicaba en Tello Sánchez No. 315 esquina a Cuartel, la orden de ¡Alerta de combate!, nivel previo a la movilización general de todas las tropas.
“Inmediatamente, se informó a los demás compañeros de la jefatura, tomándose las medidas orientadas para esa fase. Yo entré de guardia a las cinco y continué revisando la aplicación de lo establecido con los demás clases y oficiales. Pero, alrededor de a las seis de la tarde, recibo como Oficial de Guardia, procedente de la Unidad Militar 1974 -Estado Mayor de la Región- una señal en clave, y de inmediato di la contraseña.
“Al abrir el sobre lacrado conocí que se trataba de la ¡Alarma de combate! Yo le informé la situación planteada a los demás miembros de la jefatura y procedí a cumplir las orientaciones establecidas para esa fase, ayudado por el político.
“Entre ellas apliqué el Plan de Aviso a las cuatro compañías y dos pelotones especiales: Reconocimiento y Zapadores; a los combatientes de la Reserva, que representaban el 10 por ciento de los efectivos, y al jefe de Pelotón de Transporte.
“Hay que decir que la U/M 1974 poseía, además de nuestro Batallón 2129, otros dos batallones en Sancti Spíritus: el 2169 y el 3234, llamado este Los Coreones. Asimismo, contaba con un batallón en Cabaiguán, otro en Guayos y un sexto en Taguasco, cada uno formado por 528 hombres, sin contar sus reservas. Aparte, la división tenía asignadas una unidad de Ingeniería, una compañía de Transporte, una de Comunicaciones y otra de Seguridad”.
MOVILIZACIÓN RELAMPAGUEANTE
El tiempo transcurrido no ha hecho olvidar a Ponono la rápida respuesta de los milicianos, que empezaron a presentarse casi de inmediato y, según llegaban, señala, se les iba entregando el armamento, así como la pala de infantería, la cantimplora, la mochila, la capa y la hamaca, imprescindibles en campaña.
Sin perder un minuto, el personal se fue organizando en sus respectivas unidades. “Entonces no existía el barrio de Los Olivos, que por aquel tiempo era una finca. Nosotros brincamos la cerca que existía entre esa finca y la calle Cuartel, y allí formamos las compañías y pelotones especiales. A las pocas horas ya la unidad se encontraba en plena disposición combativa.
“Di el parte al sargento Fermín Sánchez Hernández, en el cual le informaba que el transporte estaba listo y comprobados todos los pormenores de la marcha hacia la zona de concentración de la unidad, en la zona de El Cacahual, así como garantizada la seguridad del local de la ubicación permanente.
“Entonces Fermín dio la orden de partida de acuerdo al itinerario establecido. Atrás quedaban cientos de mujeres y hombres que habían solicitado incorporarse, pero no fue posible”.
HACIA EL POTENCIAL TEATRO DE GUERRA
De noche, por caminos casi intransitables debido a las copiosas lluvias caídas, los camiones emprendieron la subida hacia la zona de El Cacahual, estratégica área de premontaña del macizo de Guamuhaya, donde debían desplegarse cuatro batallones de la U/M 1974, mientras los dos restantes y sus medios auxiliares se dirigían a la costa.
Duros, muy duros, resultaron aquellos días para los milicianos movilizados, calados por la humedad, pasando frío y hambre, en un lugar donde no había agua potable y la única disponible estaba en un pozo criollo sin brocal, contaminada por las excretas del ganado. Ello les hace solicitar al mando de la unidad superior, la 1974, que entonces radicaba donde hoy está el Sectorial de Salud, autorización para cambiar de ubicación.
El primer teniente Luis R. Gómez Molina, jefe de la misma, dio el visto bueno y el batallón 2129 se trasladó al este, hasta el lado derecho de la vía hacia El Cacahual, en las inmediaciones de un arroyo de aguas cristalinas donde cuatro años atrás se bañaran el Che y sus invasores de la Columna 8, acabados de llegar de la Sierra Maestra.
“A los pocos días -recuerda Ponono-, regresó el jefe de la unidad, primer teniente Luis Martínez Almaguer, y reasumió el mando de la tropa. Debilitados por el escaso rancho, pues hacíamos una sola comida al día, nos dimos a la tarea de construir fortificaciones y, como por arte de magia surgieron trincheras, blocaos y pozos de tirador, que luego ocultábamos como podíamos.
“Nuestra misión era mantenernos allí y esperar la orden de movernos a cubrir en cualquier dirección que fuese amenazada. Hay que decir que nuestro armamento era de infantería ligera, pues no disponíamos de morteros, cañones, ni ninguna otra arma pesada. Los oficiales en su mayoría tenían fusiles belgas FAL; los demás, metralletas checas M-25, fusiles checos M-52, ametralladoras BZ de la misma nacionalidad y BSA 7.92 de fabricación soviética, con un dispositivo antiaéreo.
“Pese a las dificultades que atravesábamos con la alimentación y las inclemencias del tiempo, la disposición de los compañeros fue siempre magnífica frente a la inminente situación de peligro en que el país estaba involucrado. Allí nadie se amilanó. Al contrario, había en todos la firme decisión de cumplir con la tarea sagrada de defender la patria.
“Un mes después de estar en campaña cesó la Crisis del Caribe. A nuestro regreso, barbudos, peludos, casi famélicos, el pueblo nos recibió masivamente en las calles de Sancti Spíritus. Eso fue increíble: la gente con mucha alegría, porque se había impedido la guerra, y nosotros porque habíamos cumplido nuestra misión y mostrado una tremenda disposición combativa”.
(1) Caído en Angola con grados de mayor, a causa de una mina.
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